25.10.06

Un repaso a mis ídolos: Wolfgang Windgassen

(Texto publicado originalmente en Mixobitácora el 3 de agosto de 2005)

Entrado el otoño de 1990 yo estaba cumpliendo con el ya olvidado servicio militar; no tenía oficio ni beneficio y la paga de cabo camillero daba para poco, por lo cual hube de hacer grandes sacrificios para reunir las 22.450 pesetas (134,93 €) que me costó el Anillo grabado en los festivales de Bayreuth de 1966 y 1967, con Karl Böhm en el foso. Me llamaron la atención muchas cosas de esa colosal caja de 14 discos, que contenía casi 16 horas de una música extraordinaria, difícil, absorbente. Una de ellas fue quien ponía voz a los personajes de Loge y los dos Sigfridos, un cantante que se hizo tan imprescindible en la verde colina que Wieland Wagner llegó a decir en una ocasión que si le ocurría algo debería colgar un cartel que dijera: "Festspielhaus cerrada. No hay tenor".

Wolfgang Windgassen nació en la localidad de Annamasse, en la Saboya francesa, el 26 de junio de 1914. Era hijo de un heldentenor, Fritz Windgassen, de quien recibió sus primeras lecciones. Como otros grandes tenores heroicos wagnerianos (Lauritz Melchior, por ejemplo), primero fue barítono, pero tras su primera aparición en 1939 sólo hubo que esperar dos años para que asumiera su primer papel de tenor, el Álvaro verdiano. Desde 1945 hasta 1972 perteneció a la ópera estatal de Württemberg, en Stuttgart, y tras la reapertura de Bayreuth, en 1951, se convirtió en invitado imprescindible de todos los festivales wagnerianos, en los que cantó todos (o casi) los papeles de tenor: Erik, Lohengrin, Tannhäuser, Loge, Siegmund, los dos Siegfried, Parsifal... Desde 1970 se dedicó más a la dirección escénica que al canto. Murió prematuramente, en Stuttgart, de un ataque al corazón, el 8 de septiembre de 1974.

Lo que me gusta de Windgassen es cómo "actúa" con la voz. Curiosamente de él siempre se dice que su técnica no era inmaculada y casi siempre en sus grabaciones no "está en su mejor momento" (sobre todo en las de 1960 en adelante, donde hay mitos como su Tannhäuser de 1963 o, sobre todo, su Tristan de 1966), sin embargo a mí no hay otro cantante que me haga más sentir lo que oigo que él. A pesar de ese pronto contacto con él, no ha sido hasta que muchos años después incrementé mi fonoteca wagneriana cuando he recopilado bastantes de sus grabaciones: todas me encantan (sólo desconozco su forma de cantar Walther). Fuera de Wagner, sólo conozco su Fidelio vienés de octubre de 1953 con Furtwängler (las dos grabaciones, la que se hizo en vivo en el Theather-an-der-Wien y la de estudio de pocos días después) y, la verdad, digan lo que digan los críticos, me gusta más que un Patzak o que un Vickers. En fin, raro que es uno...


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