25.10.10

El escándalo de "La consagración de la primavera": Mito y realidad


El que más y el que menos (más el que sea algo aficionado a la música) habrá oído hablar del tremendo escándalo que se organizó en París el 29 de mayo de 1913 en el estreno del ballet de Igor Stravinsky Le sacre du printemps. Tanto es así que en algún sitio he visto que hay quien fija esa fecha como la del "comienzo de la música moderna". La audaz y novedosa partitura del viejo zorro ruso (aunque entonces era aún un joven que prácticamente acababa de salir del anonimato) provocó una reacción tremenda en una audiencia no acostumbrada a escuchar (y ver) lo que se le ofreció aquella calurosa tarde primaveral en París.

Sin embargo, parece ser que las cosas no fueron así. Cierto es que la música de Stravinsky, como acabo de escribir, era "audaz y novedosa", pero el escándalo fue tal que, aunque el público hubiese querido protestar por ella, no habría podido ante la incapacidad de oír una sola nota. La realidad del célebre escándalo fue un tanto diferente.

El 28 de mayo de 1913 se había llevado a cabo el ensayo general, ante un público habituado a las actuaciones de los Ballets Rusos de Diaghilev. Tuvo lugar sin incidentes ni escándalos de ningún tipo. Pero al día siguiente la cosa fue distinta. El recién estrenado Teatro de los Campos Elíseos, por su estructura, favorecía lo que Stephen Walsh llama la "indisciplina social". Ello, unido a que en el público del día del estreno no fue precisamente el del día anterior (hubo muchos turistas, por ejemplo) y que había animosidad contra Nikhinsky (cuya coreografía para los Jeux de Debussy no había sido del agrado del público) y contra el generente del teatro, Astruc, hizo poco menos que inevitable el escándalo. Escándalo que tuvo la música de Stravinsky más como pretexto que como objetivo.

La película de la BBC Riot at the Rite describe como sigue el escándalo:



BIBLIOGRAFÍA

WALSH, S. Stravinsky en: New Grove Dictionary of Music and Musicians

25.8.10

Beethoven y su sobrino: el libro de los Sterba


A ver si tras largo abandono consigo regularizar de nuevo las entradas de esta bitácora...

Me acaba de llegar Beethoven and His Nephew, de Richard y Editha Sterba. Es un libro que, analizando la tormentosa relación de Beethoven con su sobrino Karl desde el punto de vista psicoanalítico, llega a la conclusión de que el compositor era un sádico, un tirano y un homosexual latente que quería suplantar el papel de madre hiperprotectora desplazando a la madre verdadera (Johanna van Beethoven) y además que era necesario reivindicar la memoria de Karl van Beethoven, mancillada por los biógrafos-adoradores. Yo aún no lo he leído (sólo algunos párrafos), así que tampoco sé si será para tanto.

Lo que sí sé es que algunos estudiosos saludaron su aparición (en 1954) como un primer intento de eliminar la especie de aureola de santidad que los biógrafos habían colocado hasta entonces a Beethoven (lo cual no es cierto del todo, pues ya en el siglo XIX se habían publicado biografías no precisamente muy favorables, la de Oulibicheff, v. g.) Después del libro de los Sterba ya se podía estudiar la vida y la obra de Beethoven con objetividad, sin adoración.

Sin embargo, parece que los Sterba no fueron demasiado cuidadosos al elegir sus fuentes y precisamente fue objetividad lo que les faltó, pues disimulan malamente su hostilidad hacia Beethoven (el comienzo del libro viene a contar que la gente de Heiligenstadt que enseña las reliquias beethovenianas sin saber nada de su vida o su obra decía de él que debía de haber sido un "hombre terrible"). Es esclarecedor leer el ensayo-comentario de Maynard Solomon (otro psicoanalista metido a biógrafo) en "Beethoven and His Nephew: A Reappraisal", en Solomon: Beethoven Essays, pp. 139-154.

24.5.10

La catástrofe


Tanto tiempo sin actualizar esta bitácora y ahora vuelvo para contar una catástrofe... Bueno, una casi catástrofe, que podía haber sido aún peor. Ya han pasado varias semanas y creo que he conseguido recuperarme...

Tengo mi colección de música en una habitación que es un pequeño dormitorio. El volúmen no sólo de mis discos sino también de mis libros aconsejaba disponer de algún espacio adicional para almacenar cosas. Especialmente libros: últimamente he ampliado bastante mi biblioteca beethoveniana y tengo colocados en "doble fila" libros más que interesantes que deseo poner en un lugar más relevante: la colosal obra de Romain Rolland Las grandes épocas creadoras, tres volúmenes de Cuadernos de conversación en español, la biografía de Schindler, las Notizen de Wegeler y Ries, los recuerdos de Gerhard von Breuning que él tituló Aus dem Schwarzspanierhaus y que en inglés aparecieron como Memoirs of Beethoven, los Beethoven Essays de Solomon, la pequeña biografía de Rolland...

El caso es que me agencié unas estanterías que no iban a desentonar nada con el resto del mobiliaro y, taladradora en mano, me dispuse a colocarlas en la pared. Primer agujero, estupendo. Segundo agujero y... ¡La debacle! La tubería del agua caliente, que inexplicablemente estaba a flor de pared, reventada, un chorro tremendo saliendo y la llave de paso tres pisos más abajo, porque en casa sólo tengo llaves que cierran parcialmente el circuito y ninguna servía para contener la inundación.

Resultado: agua sobre el equipo de música, donde en ese momento sonaba la Missa solemnis dirigida por Giulini, agua sobre la pared de enfrente, sobre los libros, las estanterías; varios libretos de discos echados a perder (aunque sólo uno de ellos totalmente irrecuperable). Esto puede parecer una bobada, mas para un fetichista musical (y los que también lo sean lo comprenderán bien) es la mayor catástrofe que puede ocurrir. Ahora, siempre que abra esos discos y vea esas hojas arrugadas, rotas (especialmente ese ábum de Janáček-Neumann, el mayor damnificado o los de la música de cámara de Fauré, gravemente perjudicados), me acordaré de ese 4 de abril, Domingo de Resurrección, en que la lié parda.

20.1.10

Año de efemérides

Tras largo silencio, intentemos volver a la carga, máxime cuando este 2010 que acabamos de estrenar será un año pletórico de conmemoraciones, pues hay una gran conjunción de esas cifras exactas que tanto nos gusta recordar. Sé perfectamente que unos compositores son más dignos de recuerdo que otros pero voy a seguir un criterio meramente cronológico-mensual.

Comencemos por enero. Ya hace unos días, el 4 en concreto, se cumplieron 300 años del nacimiento de Giovanni Battista Pergolesi, autor de un celebérrimo Stabat mater y también de una ópera que en su día fue revolucionaria: La serva padrona. El hecho de que viviese poco más de 26 años sin duda impidió que su importancia fuese mayor.

Saltemos un mes y pasemos a marzo. El día 1 se cumplirán 200 años del nacimiento de Frédéric Chopin, uno de los que más celebrados serán este año, figura imprescindible de la literatura pianística y del movimiento romántico. El 9 de marzo hará un siglo que nació Samuel Barber, compositor norteamericano de inagotable vena lírica y que escribió el "himno nacional del duelo" en aquel país y otros muchos: su celebérrimo Adagio arreglado para cuerdas (es un movimiento de su Cuarteto de cuerda). El 13 de marzo de 1860, hace 150 años, nació Hugo Wolf, uno de los más grandes compositores de lieder que hayan existido.

Pasemos ahora a mayo. El 2 se conmemorarán 350 años del nacimiento de Alessandro Scarlatti, tío del quizá más famoso Domenico y que curiosamente está ligado a Pergolesi porque a éste le encargaron componer su Stabat mater porque el de Scarlatti se había quedado "anticuado". El 10 de mayo los franceses sin duda no dejarán pasar que 250 años antes nació Claude-Joseph Rouget de Lisle, autor de su himno nacional, La marsellesa. El 29 de mayo coinciden dos efemérides. En 1860 nació en Camprodón nuestro Isaac Albéniz; este día se culminará su "bienio" ya que el año pasado se cumplieron cien años de su muerte. El 29 de mayo de 1910 (aunque en su tierra era el 16) murió otro compositor nacionalista, pero en este caso ruso: Mily Balakirev.

En junio hallamos otro de los grandes: Robert Schumann, que vino al mundo el 8 de junio de 1810; un día después del arquetipo de compositor romántico nació Otto Nicolai (9 de junio de 1810), célebre sobre todo por la ópera Las alegres comadres de Windsor. Y si de ópera hablamos, citemos también Louise, el más imperecedero éxito de Gustave Charpentier, de quien el 25 de junio celebraremos su 150º cumpleaños.

El 7 de julio se abrirá el bienio dedicado a Gustav Mahler; se cumplirán 150 años de su nacimiento en Iglau, Bohemia. El año que viene conmemoraremos el centenario de su muerte. Seguro que si a él le contasen que iba a tener tantas fiestas en su honor no se lo habría creído. O sí.

Citaré también a Luigi Cherubini, que nació el 14 de septiembre de 1760 y por lo tanto cumpliría 250 años ese día. Compositor un tanto olvidado, era para Beethoven "el más grande entre los vivos" y con eso es suficiente para mí.

Finalmente, el 4 de diciembre se cumplirán 350 años del nacimiento de André Campra, el creador del género de la ópera-ballet en Francia.

Para terminar, no se puede olvidar que este año de 2010 hará 500 años que nació uno de los más grandes músicos que ha dado España. No está en la secuencia anterior porque no está clara la fecha de su nacimiento, si bien parece claro que fue en el año 1510: Antonio de Cabezón.

¡A celebrar tocan!