11.7.07

Los discos de la isla desierta: Séptima de Bruckner por Karajan (1989)


Anton Bruckner: Symphonie No. 7
Wiener Philharmoniker - Herbert von Karajan

Deutsche Grammophon 439 037-2 (Karajan Gold)

Grabado en abril de 1989

Convergen en esta grabación varios aspectos digamos "históricos" de mi afición por la buena música. En mis tiempos de novato (¡andá! ¿Acaso han terminado?) Karajan y el sello amarillo eran sinónimo inmediato de calidad. Daba igual que interpretase una sinfonía de Beethoven, un poema sinfónico de Liszt, una suite orquestal de Grieg o incluso ¡una misa de Bach! Más adelante, cuando entré en contacto con el mundillo de quienes gustan de esta música, descubrí que Karajan tenía casi más detractores que seguidores (e incluso llegué a pensar que había algunos que hacían sinónimo de ser "entendido" el meterse con D. Heriberto). Que si soberbio, que si ponía antes el lujo sonoro que la profundidad, que si endiosado, que si pilotaba su mismo avión e iba siempre a toda pastilla con un deportivo... Y hasta su pasado nazi. Sin embargo, siempre se alababa una primera época, antes de hacerse con las riendas de la Filarmónica de Berlín, en la que había hecho grandes cosas dignas de ser recordadas y, sobre todo, escuchadas.

Pues ni tanto ni tan calvo. Karajan tuvo grandes logros a lo largo de toda su carrera, junto con otras interpretaciones grabadas que fueron más producto de la mercadotecnia que nada. Sea como sea, no creo que las casas discográficas con las que trabajó, y especialmente Deutsche Grammophon, tengan nada que reprocharle...

La grabación de la que hoy hablo es una clara muestra de que Karajan no olvidó el buen hacer una vez pasados los años 50. Se trata de lo último que registró, una Séptima de Bruckner intensa y emocionante dirigida en la Gran Sala de la Musikverein de Viena en abril de 1989, tres meses antes de su muerte. Siendo la séptima una de las sinfonías que más me agradan del maestro de Ansfelden, siempre escucho esta grabación con enorme placer, pues quizá sea mi favorita (junto con la de Celibidache en Múnich, la que más me gusta de entre las interpretaciones brucknerianas del maestro rumano).

Mi relación con Bruckner también es curiosa, puesto que vino casi por casualidad. He de confesar que se debió a una efusión mahleriana y ello a pesar de que yo rechazo ese emparejamiento Bruckner-Mahler que suele ser tan habitual. A medida que me compraba más discos de Mahler leía más sobre Bruckner y recuerdo que en una ocasión vi en cierta revista, a propósito de la enésima grabación de alguna obrita menor pero muy popular, que era imposible encontrar una séptima o una octava de Bruckner fuera de las integrales que ya había en el mercado ("para millonarios" se decía entonces). Lo bueno fue que precisamente las dos primeras sinfonías de Bruckner de las que compré grabaciones fueron una séptima y una octava...