19.11.08

Los discos de la isla desierta: Sinfonía de Franck y Tercera de Saint-Saëns por Plasson y Prêtre

Franck: Symphonie en ré mineur
Saint-Saëns: Symphonie "avec orgue"

Maurice Duruflé - Orchestre du Capitole de Toulouse - Orchestre de la Societé des Concerts du Conservatoire

Michel Plasson - Georges Prêtre

EMI La voix de son maître CDM 4 78717 2

Grabado en 1963 (Saint-Saëns) y 1985 (Franck)

Los sentidos y la memoria están firmemente conectados. Se dice que es el olfato el que más ayuda a evocar los recuerdos, pero en ocasiones el oído también puede servir para hurgar en los más o menos recónditos rincones de nuestra memoria.

El disco que traigo hoy es precisamente un ejemplo de ello para mí. No está aquí porque lo recomienden encarecidamente los críticos, a pesar de que las orquestas y los directores que lo protagonizan suelen ser una garantía en estos repertorios. La razón es que el momento en que lo compré coincidió temporalmente con otra adquisición que fue muy importante para mí y que es el origen primero de lo que ahora voy publicando en otra de mis bitácoras: Madrid, sus viejas calles.

Por aquel entonces (hacia 1994) mi colección de discos era aún limitada y podía hacer cosas que hoy en día, por una u otra razón me están vetadas, como el poder pasar las tardes casi completas sentado en un sillón leyendo y escuchando música. Otra costumbre que tenía y que mi casi frenético ritmo actual de compra de discos -ya más moderado- me impide es hacer una especie de "inmersión" en lo último que había adquirido, es decir, pasar días y días escuchándolo hasta que casi aprendía de memoria la más mínima inflexión de la música que iba entrando por mis oídos.

Coincidió, pues, mi inmersión en esta grabación de dos de las más grandes obras sinfónicas del romanticismo tardío francés (una de mis épocas musicales favoritas) con otra inmersión, esta vez en la enciclopédica obra de Pedro de Répide sobre las calles de Madrid. Una lectura voraz, placentera, que complementaba con consultas a los otros muchos libros que había ido comprando sobre la villa que me vio nacer. Por eso no me resulta ahora extraño que cuando escucho ese "Lento" con que empieza la magna obra de Franck la imagen que asalta mi memoria sea, por ejemplo, la de una vieja foto de la desaparecida iglesia del Convento de Santo Tomás, que hasta 1875 estuvo en la calle de Atocha, o que cuando el viento madera hace sus poderosos giros en ese mismo primer movimiento pasen fugazmente ante mí los floripondios o los dibujos de Esplandiu que adornan la edición que compré del libro de Répide.

Así que no sólo razones musicales (la belleza y la fuerza de las obras, lo bien leídas que están aunque siempre sean otras las versiones recomendadas) sino también sentimentales serían las que me llevasen a tener este disco en mi isla desierta particular, claro está, siempre acompañado de ese librote de Répide que me convenció para hacer mi propia "actualización enciclopédica" que explicase los nombres de algunas de las calles de Madrid.

6.11.08

El curioso origen del cuarteto de cuerda

Para muchos, es la más perfecta combinación instrumental que existe: dos violines, una viola y un violonchelo. Un conjunto cuyo origen no está muy claro (al menos para el New Grove) y que desde mediados del siglo XVIII ha sido abordado con mayor o menor fortuna, con mayor o menor fecundidad por músicos de la talla de Haydn (al que muchos consideran su "padre"), Boccherini, Mozart, Beethoven, Schubert, Mendelssohn, Schumann, Brahms, Dvořák, Schoenberg, Bartók, Webern, Berg, Shostakovich o Ligeti. Una forma musical que ha dado a la humanidad algunas de sus mayores obras maestras (pensemos sólo en los últimos cuartetos de Beethoven).

Como se insinúa en el párrafo anterior, no está muy claro el origen del cuarteto de cuerda como forma musical, aunque -y otra vez sigo el New Grove- hunde sus raices en la escritura a cuatro partes de las sonate y concerti a quattro y las sinfonie italianos, en la sonate en quatuor y la ouverture à quatre francesas y, tal vez con mayor afinidad, en las sinfonías para cuatro partes del ámbito germánico. Sea como fuere, un grupo de compositores de origen diverso empezaron a componer cuartetos desde la década de 1750.

Sin embargo, si hemos de hacer caso a Georg August Griesinger, uno de los primeros biógrafos de Haydn, el cuarteto de cuerda tuvo un nacimiento muy claro y preciso. Lo narra de la siguiente manera:
La siguiente, puramente azarosa, circunstancia le llevó a probar la composición de cuartetos. Un cierto barón Fürnberg tenía una finca a varias jornadas de Viena; de vez en cuando invitaba a su párroco, a su guardés y a Albrechtsberger (hermano del célebre contrapuntista) para hacer un poco de música. Fürnberg pidió a Haydn que compusiese algo que pudieran tocan estos cuatro amigos del arte. Haydn, que tenía entonces 18 años, aceptó la propuesta y así se generó su primer cuarteto [incipit del Hob. III: 1] que, inmediatamente después de su aparición, recibió un aplauso tan fuera de lo común como para animarle a continuar en este género.

Así que el cuarteto de cuerda surgió en 1750 de forma casual, en una reunión de amiguetes (un conde, un párroco, un guardés y -menos mal- un músico) que, mira por donde, tocaban precisamente esa combinación instrumental. Cada cual que piense lo que desee...