8.2.21

Beethoven: Gneixendorf (Último movimiento del Cuarteto Op. 130)

 

Wasserhof, la casa de Nikolaus Johann van Beethoven en Gneixendorf
(Foto CC BY-SA BSonne)

Gneixendorf

Después del intento de suicidio de Karl, Beethoven se derrumbó. Además de la desazón que debió de suponer el hecho en sí, estaba el problema de que se consideraba una suerte de delito grave, con lo cual no le vino mal marcharse de Viena, aunque fuese a un sitio al que se había resistido a ir durante mucho tiempo: la finca de su hermano Nikolaus Johann en la localidad de Gneixendorf. Así os lo cuento en la Vida de Ludwig van Beethoven (pp. 351-355):

(...) por fin Beethoven aceptó ir a Gneixendorf, en concreto a Wasserhof, la finca que su hermano compró a unos 80 kilómetros de Viena en agosto de 1819 y a la que le había invitado a ir muchas veces, algo que siempre había rechazado. Sabida es ya la animadversión que sentía por la esposa de Nikolaus Johann y por su hija ilegítima. En alguna de las cartas que se han reproducido aquí se han recogido algunos de los poco caritativos epítetos que les dirigió (*). Este sentimiento, que sin duda venía ya de la visita de 1812 a Linz, se exacerbó cuando en 1823, durante una grave enfermedad de su hermano, Therese tuvo un amante al que incluso metió en su casa. Beethoven consideró denunciar esta conducta de su cuñada, que no tenía que ser un caso aislado, a la policía y llegó a pedir a su hermano que se divorciase y nombrara a Karl su único heredero. 

Tampoco es que ayudase la actitud de «nuevo rico» que muchas veces mostraba el hermano y que exasperaba a Beethoven. Conocida es la anécdota según la cual en una ocasión, a una de las notas en las que Nikolaus Johann firmaba como «propietario de tierras» contestó su hermano como «propietario de un cerebro». 

En agosto Nikolaus Johann invitó de nuevo a Beethoven a que se refugiase allí, lejos de Viena, pero la respuesta fue bastante clara: 

No voy –

                                                                    Tu ¡¡¡¡¿¿¿¿¿¿hermano??????!!!! 

                                                                                                                                                    Ludwig 

Sin embargo, poco menos de un mes después la idea sí que le debió de parecer buena. Allí podría Karl terminar de recuperarse, su cabello crecería y se disimularía la ignominiosa herida. El sobrino fue dado de alta el 25 de septiembre; tras dejar encarrilados unos cuantos asuntos de negocios y escribir varias notas y cartas, los dos hermanos y el sobrino salieron hacia Gneixendorf el jueves 28 de septiembre; allí llegaron el viernes por la tarde, en principio para pasar solo una semana, que es lo que se había previsto que tardaría en solucionarse la entrada de Karl en el regimiento de Stuttenheim. La estancia, sin embargo, se prolongó dos meses. 

Thayer, que visitó Gneixendorf en 1860, se ocupó con su habitual meticulosidad de reconstruir la estancia de Beethoven allí preguntando a testigos presenciales; de esa manera elaboró un relato que muy poco tiene que ver con la idea que Schindler había transmitido en su biografía: que allí había pasado el compositor un infierno, que se le había poco menos que abandonado, que se le dieron malas habitaciones, que se le cobró por su alojamiento… Como dice MacArdle, Schindler «permitió que su rencor hacia el hermano Johann venciese a sus obligaciones como biógrafo». De ahí que resumamos aquí el minucioso relato de Thayer. 

La zona de Gneixendorf era bastante plana y en ella había más viñedos y praderas que árboles, es decir, no era el paisaje que más gustaba al compositor, pero aun así Beethoven no dejó de disfrutar de paseos por las 160 hectáreas de terreno que ocupaba la finca de Nikolaus Johann, la mayoría de las cuales estaban arrendadas. Además, desde las habitaciones que tenía en la casa podía verse el Danubio. Esto le hizo a Beethoven escribir a Schott: 

El distrito en el que estoy ahora me recuerda hasta cierto punto al país del Rin que ardo en deseos de volver a visitar. Pues lo dejé hace mucho, cuando era joven. 

Al menos al principio, la situación fue todo lo apacible que permitía un carácter tan difícil como el de Beethoven, que nunca fue un buen inquilino. Además, llegó enfermo y aunque en principio sus ojos parecieron recuperarse un tanto, poco a poco fue yendo a peor. Gerhard von Breuning cuenta que llegaron desde Gneixendorf cartas a su padre –que no se conservan– que hicieron pensar a Stephan que podría caer gravemente enfermo. 

Sin embargo esto no fue así, al menos en los primeros momentos. Beethoven fue capaz de trabajar, incluso de establecer una rutina en ese sentido: en Gneixendorf terminó el cuarteto Op. 135 y también el nuevo final del cuarteto Op. 130 y empezó a esbozar el quinteto que había prometido a Diabelli años antes. Acompañó a su hermano en algunas visitas e incluso hubo algo semejante a un trato cordial con su cuñada –a la que llegó a confiar un importante recado: recoger el dinero por el nuevo final del Op. 130, que se había entregado en Viena a su hermano Leopold Obermayer. Además hubo los habituales problemas con los criados. En cuanto a Karl, lo de siempre: reproches, preocupaciones cuando salía a Krems, una localidad bastante mayor que Gneixendorf –que no era sino una aldea con una sola calle– situada a una hora de camino, donde no solo compraba a su tío material de escritura, sino que también podía jugar a los bolos, una de sus principales aficiones. 

Es probable que el clima cada vez más frío y el empeoramiento de la salud de Beethoven, que empezó a tener hinchazón de pies, dolores abdominales, sed y falta de apetito (muestras de la enfermedad hepática que acabó con él), unidos a la actitud de Karl, que debía de llevar una vida bastante regalada en Gneixendorf, provocasen que se fueran de allí. Nikolaus Johann, sin duda para evitar una discusión con su hermano, le escribió la siguiente carta a finales de noviembre: 

Mi querido hermano:
No puedo permanecer callado más tiempo sobre el destino futuro de Karl. Está abandonando toda actividad y, acostumbrándose cada vez más a esta vida, cuanto más tiempo viva como actualmente más difícil será hacerlo volver a trabajar. Al marcharse, Breuning le dio dos semanas para recuperarse y ya han pasado dos meses. – Ves por la carta de Breuning que su deseo expreso es que Karl se apresure a acudir a su llamada; cuanto más tiempo esté aquí, más desgraciado será para él, pues más duro será para él ponerse a trabajar y pudiera ser que sufriese daños.
Es una pena infinita que este talentoso joven desperdicie así su tiempo, y ¿si no es sobre nosotros dos, sobre quién ha de recaer la culpa? Pues aún es demasiado joven para seguir su propio camino; razón por la cual es tu obligación, si no quieres que más adelante te lo reproches a ti mismo y te lo reprochen otros, ponerle a trabajar en su profesión tan pronto como sea posible. Una vez esté ocupado será fácil hacer mucho por él ahora y en el futuro, pero bajo las actuales circunstancias no se puede hacer nada.
Veo por sus actos que le gustaría quedarse con nosotros, pero si lo hace será a costa de su futuro y por tanto esto es imposible. Cuando más dudemos, más difícil será para él marcharse; por tanto solemnemente te pido – decídete, no te dejes disuadir por Karl. Pienso que debería estar hecho el próximo lunes, pues en ningún caso puedes esperar por mí ya que no puedo marcharme de aquí sin dinero y pasará largo tiempo antes de que reúna lo suficiente para permitirme ir a Viena. 

Beethoven aceptó a regañadientes la propuesta y aún de peor gana lo hizo Karl, que puso todo tipo de excusas para demorar en lo posible el regreso a Viena. Este viaje está rodeado de oscuridad; Schindler quiso culpabilizar a Nikolaus Johann y también a Karl de lo que sucedió después y por tanto indica que el hermano no quiso dejar a Beethoven su carruaje cerrado para el viaje y por tanto hubo de hacerlo en uno abierto, expuesto al gélido clima de finales del otoño. El doctor Wawruch, que luego lo atendería en Viena, recogió el testimonio de Beethoven quien, según él, decía con humor que el viaje se había hecho en un carro de lechero. 

Tampoco está clara la fecha en la que se realizó este viaje de vuelta, si fue el 27-28 de noviembre o el 1-2 de diciembre. Fuese en una u otra, Beethoven hubo de pasar la noche en una taberna de una aldea, sin protección contra el frío, y, en palabras de Wawruch (que sin duda obtuvo la información del propio Beethoven y de Karl): 

Hacia la medianoche se apoderaron de él los primeros escalofríos y la fiebre, acompañados de una violenta sed y dolores en el costado. Cuando la fiebre empezó a subir, se bebió un par de jarras de agua helada y, en su desesperada situación, anheló la llegada de los primeros rayos de la aurora. Débil y enfermo, se subió al carruaje abierto y, finalmente, llegó a Viena debilitado y exhausto. 

Así que cuando arribó a Viena se había unido una neumonía a todo lo que ya tenía; por eso, la primera tarea fue buscar un médico.

(*) «su sobrealimentada puta y su bastarda» (Carta a Karl Bernard 10 de junio de 1825, Anderson nº 1387) 

Como ilustración musical, os pongo el nuevo final del Cuarteto Op. 130, que completó en Gneixendorf, la última pieza que fue capaz de concluir:

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