Aunque cuando solo tenía tres meses de edad la familia de Ravel se trasladó a París, él nació en Ciboure, en el País Vasco francés; su padre, Pierre Joseph Ravel, era suizo, pero su madre, Marie Delouart, era vascofrancesa. Esto hizo que siempre se sintiese muy ligado a España y que muchas de sus obras tengan a nuestro país como inspiración. Ya llegarán más, pero hoy os voy a traer una de las que menos explicaciones requieren, ya que su título lo dice todo: la Rapsodie espagnole, escrita en 1907 y basada en una Habanera que compuso unos cuantos años antes. Que la disfrutéis.
La familia paterna de Dmitri Shostakovich tenía raíces polacas y revolucionarias. Su abuelo fue desterrado a Siberia por participar en el intento de asesinato de Alejandro II y allí fue donde nació el padre de nuestro compositor. De Siberia era también su madre; ambos se conocieron en San Petersburgo, donde él estudiaba en la Universidad y ella en el Conservatorio. Era evidente que la música era importante en su casa, a pesar de lo cual él se mostró reticiente a estudiarla. Ello a pesar de haber mostrado grandes dotes, entre otras el oído absoluto. Superadas estas dudas, entró en el Conservatorio -a la vez que estudiaba Comercio- y no tardó en centrarse en una carrera musical.
Se podría decir que su Primera Sinfonía, concluida en la primavera de 1925, era una especie de ejercicio de graduación del Conservatorio. Sin embargo, el estreno de la pieza fue radiado (la primera emisión desde la sala en la que actuaba la Filarmónica de Leningrado) y ello supuso que su difusión fuese tan amplia como para llegar a Occidente, donde grandes directores como Toscanini, Klemperer o Bruno Walter la interpretaron con entusiasmo. Todo esto catapultó al joven y enfermizo compositor a la fama internacional. Aquí tenéis esta pieza, interpretada por Paavo Järvi al frente de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Fráncfort. Disfrutadla.
Johann Strauss (hijo) no fue el creador del vals, pero sí quien lo llevó de las cabañas de los campesinos austriacos a la gran sala de conciertos. Pero antes pasó por el tamiz de su padre y de Joseph Lanner, quienes en el primer tercio del siglo XIX tomaron esas danzas, más bien vulgares, de la Alta Austria, el sur de Alemania y Estiria, y las convirtieron en una música de baile un poco más sofisticada. Strauss hijo la la llevó mucho más lejos y lo transformó en una pieza que perfectamente se podía presentar en una sala de conciertos aunque su fundamento era reinar en los salones de baile de la corte. Con él alcanzaron quizá su máxima expresión, con introducciones que son pequeños poemas sinfónicos. Hoy os traigo un ejemplo muy conocido que viene bastante a cuento. Se trata de los Cuentos de los bosques de Viena, en cuyo principio (y al final) suena un instrumento tradicional: la cítara. En la versión que os traigo la tañe Anton Karas, que será conocido por los cinéfilos al ser quien la interpreta en la inquietante banda sonora de El tercer hombre. Por otro lado, tenemos a la Filarmónica de Viena dirigida por Willi Boskovsky, quien fue su concertino durante muchos años, además del director del mítico Concierto de Año Nuevo desde 1954 hasta 1979.
Una de las obras por la que es más conocido Giovanni Battista Pergolesi es por su Stabat Mater, que escribió el mismo año de su muerte, en 1736... Y ahora os estaréis preguntando: ¿qué dice este en una entrada que tiene como título Alessandro Scarlatti...? Pues muy fácil: el encargo le vino a Pergolesi porque la pieza del mismo título y carácter que había compuesto Scarlatti hacia 1708-17 se había quedado "anticuada". Casualmente, este año se cumplen 300 de la muerte de Scarlatti y será otro de los compositores de los que habrá que hablar; de momento os dejo ese "anticuado" y más que disfrutable Stabat Mater en do menor para soprano, contralto y orquesta.