13.8.07

Los discos de la isla desierta: Bartók por Reiner


Bartók: Concerto for Orchestra - Music for Strings, Percussion, and Celesta - Hungarian Sketches
Fritz Reiner - Chicago Symphony Orchestra

RCA Victor Living Stereo 09026-61504-2

Grabado en 1955 y 1958

La serie "Living Stereo" de RCA es de las más buscadas por los audiófilos. Suele incluir grabaciones de la primera etapa del estéreo, pero tan bien realizadas que muchas veces suenan mejor que las DDD de hoy en día. Uno de los casos más significativos es el del disco que traigo hoy aquí, otro de los de la "isla desierta" por la música que incluye, por cómo está interpretada y por cómo suena.

Béla Bartók (1881-1945) y Fritz Reiner (1888-1963), dos grandes músicos húngaros que han dejado su huella en la historia musical del siglo XX, el uno como pedagogo, musicólogo y, sobre todo, compositor y el otro como director de orquesta. Ambos se conocieron en 1905, como estudiantes de música en Budapest. Bartók, que en 1907 se había convertido en profesor de la Academia de la capital húngara, recomendó una graduación con honores y firmó el diploma de Reiner cuando éste finalizó sus estudios en 1909. La amistad que surgió entre ambos duraría hasta la muerte de Bartók, si bien Reiner perdió el contacto personal -pero no el epistolar- con el compositor cuando en 1910 se le nombró director musical de la ópera de Laybach (hoy Ljubljana) y, posteriormente, en Dresde (1914), ciudad en la que por primera vez interpretó música del paisano y amigo. En 1922 marchó a los Estados Unidos, donde también se dedicó a estrenar obras de Bartók y donde por fin se encontró de nuevo con él cuando en 1927 realizó una gira como pianista en aquel país.

Cuando en 1940 Bartók volvió, esta vez como exiliado, fue Reiner quien firmó la recomendación para que se le concediese el permiso de residencia y en 1943 instó a la fundación Koussevitzky, bien conocida por sus encargos a músicos contemporáneos, que pidiese a Bartók que compusiese una obra (ya que reiteradamente rechazaba todo ofreciemiento de ayuda que aliviase algo su existencia, marcada por la enfermedad y las penurias). El resultado fue el Concierto para Orquesta que, doce años después, el 22 de octubre de 1955, grabó Reiner con su orquesta de Chicago en una lectura que para muchos permanece insuperada.

También se incluyen en este disco la célebre Música para cuerdas, percusión y celesta, que Bartók compuso en 1936 y que Reiner no interpretó por primera vez hasta diciembre de 1958, es decir, unos días antes de la grabación, que tuvo lugar los días 28 y 29 de ese mes. En la misma sesión se registraron las Escenas húngaras, una orquestación realizada en 1931 de piezas para piano escritas anteriormente que se debe a la mano del propio Bartók y que también estrenó Reiner en Estados Unidos, en su época de director invitado de la Orquesta de Filadelfia (1931-38).

Un disfrute para los sentidos, en definitiva

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