24.2.06

Las sinfonías de Beethoven: la Quinta



Después de la (aparente) calma de la cuarta, vuelve el conflicto con la quinta. Quizá la obra más famosa de Beethoven, con un comienzo que ha servido hasta para hacer chistes malos (pero malos, malos: "¿Está Beethoven? No, no, no, noooooooo...") Un comienzo en el que algunos han visto una especie de representación del Destino; esto es así según Anton Schindler, el antipático factótum que apareció en los últimos años del Maestro y no siempre muy fiable. Lo cierto es que ese célebre motivo de cuatro notas aparece en otras muchas obras de Beethoven, con un carácter muy diferente (tal es el caso del comienzo del Cuarto concierto para piano). Ahora bien, autores hubo que señalaron que el motivo ya no vuelve a aparecer después y que por lo tanto "el destino se ha cumplido" (Chantavoine). A veces es asombrosa la imaginación que tienen los comentaristas musicales.

Suposiciones aparte, ya aparecen bosquejos de la obra en 1803, en la época de la Heroica, aunque Beethoven no empezó a trabajar en serio hasta 1805; la sinfonía estaba terminada en 1808 y, tras su estreno en el memorable concierto del 22 de abril de 1808 (en el que también se presentaron la sinfonía Pastoral y la Fantasía Coral) fue publicada por Breitkopf & Härtel en 1809 con el número de opus 67. La dedicatoria fue para el conde Razumovsky y el príncipe Lobkowitz, cuyos retratos encabezan este texto.

La obra está en una tonalidad muy significativa para Beethoven, do menor, esto es, la tonalidad menor correspondiente a mi bemol mayor (la que Beethoven relacionaba con el héroe). Pero la conclusión está en un radiante y triunfal do mayor. Tras un tranquilo andante con moto viene un scherzo que empieza calmado pero inmediatamente cae en un enmarañado fugato; siempre se ha ponderado la extraordinaria transición del scherzo al finale y muchos han desdeñado lo que sigue después. Creo que fue Berlioz el que dijo que simplemente con "mantener" el efecto la tarea ya sería colosal.

Cuando compro alguna grabación integral de las sinfonías de Beethoven (ojo, que no es que lo esté haciendo cada dos por tres...) siempre lo primero que escucho es el primer movimiento de la Quinta. Me interesan especialmente dos pasajes: los compases 20 y 21, donde acaba la primera frase y también la célebre cadencia del oboe (compás 268). En esos dos compases no hay ninguna indicación especial: son dos acordes con el valor de una negra y dos silencios, el último con calderón. Los directores "objetivos" aplican a rajatabla el "blanca=108" de Beethoven, otros hacen un dramático "ritardando" entre uno y otro acorde. Igual se puede ver en la cadencia, marcada "adagio" pero que algunos hacen "ultra-largo". Del primer grupo indicaría como grabaciones favoritas las de Toscanini con su orquesta de la NBC (RCA), Georg Szell con su Orquesta de Cleveland (Sony) y, sobre todo, la de Carlos Kleiber y la Filarmónica de Viena (DGG). En el segundo grupo, Klemperer al frente de la Philharmonia (EMI) y, cito ya mi favorita, Furtwängler con la Filarmónica de Berlín, grabada en el concierto del 27 de mayo de 1947, el segundo que dio con su orquesta tras serle permitido volver a trabajar en Alemania previo juicio de desnazificación. Desde el primer día que la escuché (y fue la primera grabación de Furtwängler que compré y conocí) se convirtió en uno de mis "imprescindibles".

Nuevo arranque

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