9.6.06

Las sinfonías de Beethoven: la Octava


Tras la "trilogía mítica" volvemos a una sinfonía sin leyenda, sin conflicto... Por no tener, hasta carece de dedicatoria, por lo que el encabezamiento de este texto es un grabado antiguo de Linz, la ciudad donde Beethoven acabó la obra en octubre de 1812. Hasta el propio Beethoven la consideraba "pequeña" en contraposición con las precedentes.

Se compuso prácticamente a la vez que la Séptima, por lo que aún es más sorprendente el contraste entre esta especie de "retorno a Haydn" y la innovadora obra en la mayor. Su estreno se produjo el 27 de febrero de 1814, en un concierto en el que compartió cartel con la Séptima y con esa niñería de La victoria de Wellington en la batalla de Vitoria que tanto éxito a su pesar dio a Beethoven. Su acogida no fue muy calurosa, a decir de los críticos, que achacaron tal problema al choque que produjo la Séptima, lo cual impidió considerar esta obra de forma aislada. La publicó el editor vienés Steiner en 1816 como Op. 93.

Sí, retorno a Haydn, pero sin vuelta atrás; de su predecesora toma la inexistencia de movimiento lento, sustituido por un Allegretto scherzando que se basa en un canon-broma escrito por Beethoven en "homenaje" a su amigo Mälzel, inventor de ese para algunos instrumento de tortura (y para otros infalibe oráculo): el metrónomo.

Como ya dije con respecto a las dos primeras sinfonías e incluso la cuarta, la octava no es de las que más escuche (como imagino que le ocurre a muchos aficionados, incluidos los beethovenianos), aunque sí que la frecuencia es mayor que con las otras. Para mí la octava es una de esas "obras-bálsamo", casi un medicamento que se puede utilizar para animarse. Su comienzo, arrebatador, alegre, pone de buen humor a cualquiera. En la carátula de un disco que lleva esta obra interpretada por Georg Szell hay una especie de mote que quiere servir para calificar el contenido: "Ludwig smiles", esto es "Ludwig sonríe". En pocas obras como en ésta se puede sentir la sonrisa de un compositor cuyo carácter era predominantemente huraño.

Que no falte la versionitis, y esta vez va a ser con ejemplo incluido. No podría yo aquí a Furtwängler en primer lugar, como es costumbre; sólo conozco dos de sus grabaciones de esta obra y no me han llamado la atención. Esta es otra de las sinfonías en las que se puede dar una oportunidad a los historicistas como Gardiner (Archiv) o Harnoncourt (Teldec, con instrumentos modernos), pero me quedo predominantemente con Georg Szell y su Orquesta de Cleveland (Sony) y con otro gran beethoveniano y uno de los mejores directores de todos los tiempos, Arturo Toscanini al frente de la Orquesta Sinfónica de la NBC. Aquí la tenéis:

Allegro vivace e con brio

Allegreto scherzando

Tempo di Menuetto

Allegro vivace

1 comentario:

Jaqueline dijo...

fantastica oportunidad para escuchar a la olvidada de la casa. gracias mixo!