Anton Bruckner es especialmente conocido por sus sinfonías y por los líos que se montan a su alrededor por la inmensa cantidad de versiones y ediciones que hay de ellas. También son conocidas sus tres misas numeradas y alguna que otra cosa más. Sin embargo, si se analiza el catálogo de sus obras, se verá que lo que más abunda en él son las obras vocales, ya sea para coro solo o acompañado de piano, órgano, conjunto de cámara u orquesta. La mayoría son obras religiosas, pero también alguna que otra profana, que casi siempre utilizan textos que tiran a patrioteros (por no decir otra cosa). Una de sus obras vocales que más me gusta es este arreglo del Salmo 150, para soprano, coro y orquesta, escrito en 1892 mientras luchaba por terminar su Novena Sinfonía. Aquí lo tenéis.
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