Siempre que puedo, reivindico a mi admiradísimo Camille Saint-Saëns, un compositor tachado casi siempre de académico, conservador y otras lindezas. Sin embargo, en su amplia producción se pueden encontrar muchas maravillas, algunas muy conocidas y otras no tanto, como este Salmo XVIII, escrito entre 1865 y 1873, que muestra la rara sensibilidad que tenía un músico declaradamente ateo para tratar lo religioso.
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