8.7.09

Quisieron pero no pudieron...

A comienzos del siglo XIX estaba más que claro que la mejor forma que tenía cualquier compositor de triunfar era componiendo óperas. La ópera, desde hacía ya bastante tiempo, se había convertido en un bien de consumo masivo por el que muchos teatros pagaban buenas cantidades de dinero que permitían al compositor que tuviese éxito en ese campo vivir cómodamente de su trabajo. Sin embargo, el vivir de ello no era tarea fácil para músicos que tuvieran la calidad de la obra creada como premisa máxima. Genios como Beethoven no se conformaban con cualquier libreto para ponerle música y por ello, salvo Fidelio, el compositor de Bonn fue incapaz de acabar ningún otro proyecto a pesar de sucesivos intentos.

Y cuando el compositor no hace ascos a los libretos y es bueno puede crear música de gran calidad, pero lo pobre del texto relega la obra y la sume en el olvido. Tal fue el caso de Schubert, interesado por el género durante toda su vida, pero cuyos esfuerzos operísticos hoy son apenas conocidos.

Schubert completó su primera ópera, Der Teufels Lustschloss, en 1814, con apenas 17 años de edad, y completó la última, Fierabras, en 1823, aunque siguió con proyectos operísticos hasta el final de su vida. Sin embargo, sólo consiguió estrenar en vida Die Zwillingsbrüder, un Singspiel en un acto que se presentó con más pena que gloria en el Kärntnerthortheater de Viena el 14 de junio de 1820 (se retiró tras cinco representaciones). Ni siquiera la que para muchos es su mejor ópera, Alfonso und Estrella, ha logrado encontrar un hueco en el repertorio habitual. Quizá la escasa calidad de sus libretos pueda ser una razón, pero conocemos muchas óperas con libretos malísimos que sin embargo sí que se escuchan muy a menudo. Misterios de la música...

A Robert Schumann no sólo le movía el posible éxito que una gran ópera pudiera reportarle, él quería crear (o recrear) la ópera alemana frente a la hegemonía italiana. Su único esfuerzo, Genoveva, tampoco se puede considerar precisamente como un puntal de la historia operística.

Schumann escribió en 1841 Die Paradies und die Peri, una gran obra sinfónico-coral, como una especie de estudio previo para la composición de esa gran ópera alemana que buscaba. Parece ser que Richard Wagner, que también consideró la posibilidad de poner música a la historia de la bailarina que sólo entrará en el Paraíso si ofrece el presente más querido para el Cielo (basada en un relato en verso de Thomas Moore), pero que al saber que lo había hecho Schumann, le escribió que estaba encantado de que "hubiese encontrado la forma correcta" de hacerlo. Esa forma era la de un oratorio secular. Y precisamente ése es el reproche que se hace a Genoveva, que más que como una ópera, suena como un oratorio en el que todo pasaje es importante, no se deja "respirar" la acción. En palabras de Otto Jahn, contemporáneo de Schumann: "Ningún momento se contempla como de importancia secundaria, sino que cada uno se pinta individual y estupendamente tratado; esto es excelente en sí mismo, pero hace difícil la comprensión."

Sea como sea, yo disfruto con Genoveva y también con las dos únicas óperas de Schubert que conozco porque dispongo de grabaciones: Fierabras y Alfonso und Estrella.

No hay comentarios: