El 7 de mayo de 1824, es decir, ayer hizo 199 años, se estrenó la Novena Sinfonía de Beethoven. Fue en un concierto en el Kärnthnerthortheater de Viena que incluyó, además de su última sinfonía, la obertura La consagración de la casa Op. 124 y el Kyrie, el Credo y el Agnus Dei de la Missa solemnis. No está nada mal... Fue un éxito artístico de primer orden (desde el punto de vista económico no tanto), de modo que la ovación fue atronadora. Sin embargo, el compositor estaba ya sordo del todo, de modo que tuvo que ser una de las cantantes, Karoline Unger, quien tirase de su manga para que se volviera y respondiera al entusiasmo del público. La sinfonía es un gran atrevimiento, pues une la voz humana a una forma musical que hasta entonces era meramente instrumental, un acto que pronto tendrían en cuenta otros compositores, como Mendelssohn, que en 1840 estrenó su Segunda Sinfonía, Lobgesang, con una parte plenamente coral, Liszt, cuyas dos sinfonías (Dante y Fausto) incluyen la voz humana o Mahler, que ya en pleno tardorromanticismo compuso cuatro sinfonías con la participación de voces solistas y coros. Aquí os traigo el cuarto movimiento de la Novena, en una grabación histórica, la que hizo Otto Klemperer en 1964 con la Nueva Philharmonia, poco después de que Walter Legge intentase disolver el mítico conjunto que tantos registros históricos dejó en el sello EMI. Estas grabaciones, televisadas, fueron el puntal que el gran director aportó para la supervivencia de la orquesta. Que la disfrutéis.
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