Scriabin y Tatiana Schloezer, c. 1909
Mucho se ha hablado y mucho hay que hablar de la relación de Scriabin y su música con la filosofía y el misticismo. Un asunto tan complejo es difícil de tratar en general y más aún en el marco tan limitado de una entrada de blog. Así que iré al grano y seré más que conciso. No fue algo excepcional, pues al parecer sus ideas estéticas eran similares a las de muchos artistas de diversos campos en la Rusia prerrevolucionaria. En el caso de Scriabin, primero trató la cuestión de la sinestesia, esto es la relación del color con la música, algo que tuvo en cuenta al componer Promethée; cuando la obra se interpretase, un sistema ideado por un fotógrafo amigo suyo tendría que proyectar determinados colores que se corresponden con un acorde determinado y también con las vocales que canta el coro, todo como una suerte de representación psicológica de lo que debía sentir quien lo escuchase, siempre con un trasfondo literario y filosófico. Esto fue solo un primer paso; Scriabin se sintió a gusto exponiendo esta y otras ideas en círculos teosóficos (en los que fue introducido por el pintor belga Jean Delville). Por ejemplo, su idea de un "espectáculo total" (música, con piano, orquesta, solistas vocales y coros; danza, color, perfumes y "campanas colgadas de las nubes") titulado Misteriya, de que os hablaré en otra entrada.
Os dejo con Promethée, esa obra "sinestésica", en una interpretación de garantías.