24.12.21
Feliz Navidad "in angustiis" (pero con esperanza)
22.11.21
Britten: "Hymn to St.Cecilia" Op. 27
Hoy, 22 de noviembre, es el día de Santa Cecilia, patrona de la música. Muchas han sido las obras que se le han dedicado y se hace difícil elegir. Como últimamente las pocas entradas que publico por aquí están relacionadas con aniversarios de compositores, me he decidido por este Hymn to St. Cecilia escrito por Benjamin Britten sobre un texto de Auden (el próximo día 4 de diciembre se cumplirán 45 años de la muerte de Britten). Feliz día a todos los músicos y a quienes disfrutan con esta arte maravillosa.
15.11.21
Aniversarios de 2021: Igor Stravinsky ("Madrid", de los Cuatro estudios para orquesta)
25.10.21
Bruckner: Sinfonía nº 8 (Bernard Haitink)
Os había dicho que quería mantener un poco al día esta bitácora acordándome de diversos músicos cuyo aniversario se cumplía este año. Sin embargo, llevo bastante más de un mes sin actualizarla. Por desgracia, la desaparición de uno de los grandes directores del siglo XX me va a servir para ponerla al día. El pasado día 21 nos dejó el grandísimo director Bernard Haitink, al que siempre ligaré a Mahler y a Bruckner, aunque en mi fonoteca también tengo grandes interpretaciones suyas de compositores como Bartók, Beethoven, Shostakovich o Stravinsky. Sin embargo, de sus grabaciones, las que atesoro con más cariño son las de las sinfonías de Mahler y Bruckner. El ejemplo que os traigo no es casual: os he dicho que iba a recordar a compositores de quienes este año se conmemoraban aniversarios redondos y este 2021 hace 125 años que murió Anton Bruckner. Así que lo que os traigo es una Octava del genio de Ansfelden dirigida por don Bernard con su orquesta del Concertgebouw. Viva Bruckner y viva Haitink, que nos ha dejado un magnífico legado...
13.9.21
Aniversarios de 2021: Camille Saint-Saëns (Salmo XVIII, Op. 42)
24.5.21
Christa Ludwig: adiós a un mito
26.4.21
Delius: "In a Summer Garden" (John Barbirolli)
19.4.21
Beethoven: Sinfonía nº 5 (George Szell)
12.4.21
Bartók: Concierto para orquesta BB 123
22.3.21
Bartók: "El castillo de Barbazul" Op. 11 - BB 62
15.3.21
Bartók: Cuarteto de cuerda n.º 3 BB 93
8.3.21
Bartók: 44 dúos para dos violines BB 104 (selección)
1.3.21
Bartók: Concierto para violín nº. 1 BB 48a
22.2.21
Beethoven: a modo de epílogo ("Gratulations-Menuett" WoO 3)
Durante algunos años tras la muerte del gran «propietario de un cerebro», su hermano, el «propietario de tierras» desempeñó un extraño e ingenuo papel. Durante la vida de Ludwig el interés de Johann por sus obras se limitó a las posibles ganancias que reportasen; ahora intentaba presentarse como un admirador elogioso. En los conciertos con música de su difunto hermano se sentaba en la primera fila, ataviado con una chaqueta azul y un chaleco blanco y gritaba «bravos» con su enorme boca al final de cada pieza, dando palmas con sus manos embutidas en guantes blancos con aire de importancia. Estos guantes excesivamente grandes, con sus dedos colgantes, se podían ver asimismo en otros lugares, en los elegantes paseos por el Prater, donde Johann paseaba con un conjunto de dos, incluso muchas veces cuatro, poderosos, oscuros caballos con ornados arneses, rígidamente sentado en un anticuado faetón, o en ocasiones él mismo guiaba, inclinado, casi tumbado, con dos criados con sobrecargados, aunque bien puestos, uniformes dorados, sentados en el otro banco del carruaje detrás de él. Se decía de los dos lacayos que solo uno era el cochero, mientras que el otro era un conserje de su casa en la Allegasse, vestido para la ocasión. También se decía que, en contra de lo habitual, el arnés y las dos libreas, cuya calidad y hechura sugerían que provenían del mercadillo, se guardaban en el vestíbulo de Johann. Toda esta pretenciosidad y en general el aspecto de Johann (que no tenía parecido físico con Ludwig: tenía una cara larga, gran nariz, un ojo estrábico, que daban a su rostro un aspecto de perpetua satisfacción de sí mismo) le valieron el apodo de «Archiduque Lorenz», según el familiar proverbio sobre la gente que se comporta para dar un gran espectáculo y que se conduce ridículamente en el proceso.
15.2.21
Beethoven: El oscuro año 1821 (Sonata para piano nº. 31 Op. 110)
Si Josephine no sufre un castigo por Luigi ¡ay – su esposa! ¡Qué no habría hecho ella de este héroe!
Admito que la Misa se podría enviar más pronto. Pero se ha de controlar cuidadosamente para que los editores que no están en Viena no puedan ciertamente hacer cara y cruz con mi manuscrito, como sé por experiencia, y una copia de ese tipo se ha de controlar nota a nota antes de poder ser grabada.
Me inclino a pensar que aún podría yo hacer otro intento para que Simrock suba el valor del luis de oro, particularmente dado que por otras partes he hecho algunos tanteos sobre la Misa, sobre las cuales le escribiré ciertamente muy pronto.
¡¡¡Una dedicatoria!!! Bien, no es esta una de aquellas dedicatorias de las que usan y abusan miles de personas – Es el espíritu que une a la gente más noble y magnífica de este mundo y que el tiempo nunca puede destruir. Es este espíritu el que ahora habla con usted y que le convoca a la mente y me hace verla aún como una niña y como sus queridos padres, su muy excelente y dotada madre, su padre imbuido con tantas cualidades verdaderamente buenas y nobles y siempre pendiente del bienestar de sus hijos. Así, en este mismo momento estoy en el Landstrasse – y los veo ante mí. Y como pienso en las excelentes cualidades de sus padres no tengo la menor duda de que usted estará bien y que diariamente será inspirada por una noble imitación de ellos – La memoria de una noble familia nunca se puede desvanecer en mi corazón. Ojalá piense en mí alguna vez con un sentimiento de felicidad – Mis deseos más sinceros. Que el cielo bendiga su vida y todas sus vidas por siempre –
Cordialmente y siempre su amigo
Beethoven
8.2.21
Beethoven: Gneixendorf (Último movimiento del Cuarteto Op. 130)
Gneixendorf
Después del intento de suicidio de Karl, Beethoven se derrumbó. Además de la desazón que debió de suponer el hecho en sí, estaba el problema de que se consideraba una suerte de delito grave, con lo cual no le vino mal marcharse de Viena, aunque fuese a un sitio al que se había resistido a ir durante mucho tiempo: la finca de su hermano Nikolaus Johann en la localidad de Gneixendorf. Así os lo cuento en la Vida de Ludwig van Beethoven (pp. 351-355):
(...) por fin Beethoven aceptó ir a Gneixendorf, en concreto a Wasserhof, la finca que su hermano compró a unos 80 kilómetros de Viena en agosto de 1819 y a la que le había invitado a ir muchas veces, algo que siempre había rechazado. Sabida es ya la animadversión que sentía por la esposa de Nikolaus Johann y por su hija ilegítima. En alguna de las cartas que se han reproducido aquí se han recogido algunos de los poco caritativos epítetos que les dirigió (*). Este sentimiento, que sin duda venía ya de la visita de 1812 a Linz, se exacerbó cuando en 1823, durante una grave enfermedad de su hermano, Therese tuvo un amante al que incluso metió en su casa. Beethoven consideró denunciar esta conducta de su cuñada, que no tenía que ser un caso aislado, a la policía y llegó a pedir a su hermano que se divorciase y nombrara a Karl su único heredero.
Tampoco es que ayudase la actitud de «nuevo rico» que muchas veces mostraba el hermano y que exasperaba a Beethoven. Conocida es la anécdota según la cual en una ocasión, a una de las notas en las que Nikolaus Johann firmaba como «propietario de tierras» contestó su hermano como «propietario de un cerebro».
En agosto Nikolaus Johann invitó de nuevo a Beethoven a que se refugiase allí, lejos de Viena, pero la respuesta fue bastante clara:
No voy –
Tu ¡¡¡¡¿¿¿¿¿¿hermano??????!!!!
Ludwig
Sin embargo, poco menos de un mes después la idea sí que le debió de parecer buena. Allí podría Karl terminar de recuperarse, su cabello crecería y se disimularía la ignominiosa herida. El sobrino fue dado de alta el 25 de septiembre; tras dejar encarrilados unos cuantos asuntos de negocios y escribir varias notas y cartas, los dos hermanos y el sobrino salieron hacia Gneixendorf el jueves 28 de septiembre; allí llegaron el viernes por la tarde, en principio para pasar solo una semana, que es lo que se había previsto que tardaría en solucionarse la entrada de Karl en el regimiento de Stuttenheim. La estancia, sin embargo, se prolongó dos meses.
Thayer, que visitó Gneixendorf en 1860, se ocupó con su habitual meticulosidad de reconstruir la estancia de Beethoven allí preguntando a testigos presenciales; de esa manera elaboró un relato que muy poco tiene que ver con la idea que Schindler había transmitido en su biografía: que allí había pasado el compositor un infierno, que se le había poco menos que abandonado, que se le dieron malas habitaciones, que se le cobró por su alojamiento… Como dice MacArdle, Schindler «permitió que su rencor hacia el hermano Johann venciese a sus obligaciones como biógrafo». De ahí que resumamos aquí el minucioso relato de Thayer.
La zona de Gneixendorf era bastante plana y en ella había más viñedos y praderas que árboles, es decir, no era el paisaje que más gustaba al compositor, pero aun así Beethoven no dejó de disfrutar de paseos por las 160 hectáreas de terreno que ocupaba la finca de Nikolaus Johann, la mayoría de las cuales estaban arrendadas. Además, desde las habitaciones que tenía en la casa podía verse el Danubio. Esto le hizo a Beethoven escribir a Schott:
El distrito en el que estoy ahora me recuerda hasta cierto punto al país del Rin que ardo en deseos de volver a visitar. Pues lo dejé hace mucho, cuando era joven.
Al menos al principio, la situación fue todo lo apacible que permitía un carácter tan difícil como el de Beethoven, que nunca fue un buen inquilino. Además, llegó enfermo y aunque en principio sus ojos parecieron recuperarse un tanto, poco a poco fue yendo a peor. Gerhard von Breuning cuenta que llegaron desde Gneixendorf cartas a su padre –que no se conservan– que hicieron pensar a Stephan que podría caer gravemente enfermo.
Sin embargo esto no fue así, al menos en los primeros momentos. Beethoven fue capaz de trabajar, incluso de establecer una rutina en ese sentido: en Gneixendorf terminó el cuarteto Op. 135 y también el nuevo final del cuarteto Op. 130 y empezó a esbozar el quinteto que había prometido a Diabelli años antes. Acompañó a su hermano en algunas visitas e incluso hubo algo semejante a un trato cordial con su cuñada –a la que llegó a confiar un importante recado: recoger el dinero por el nuevo final del Op. 130, que se había entregado en Viena a su hermano Leopold Obermayer. Además hubo los habituales problemas con los criados. En cuanto a Karl, lo de siempre: reproches, preocupaciones cuando salía a Krems, una localidad bastante mayor que Gneixendorf –que no era sino una aldea con una sola calle– situada a una hora de camino, donde no solo compraba a su tío material de escritura, sino que también podía jugar a los bolos, una de sus principales aficiones.
Es probable que el clima cada vez más frío y el empeoramiento de la salud de Beethoven, que empezó a tener hinchazón de pies, dolores abdominales, sed y falta de apetito (muestras de la enfermedad hepática que acabó con él), unidos a la actitud de Karl, que debía de llevar una vida bastante regalada en Gneixendorf, provocasen que se fueran de allí. Nikolaus Johann, sin duda para evitar una discusión con su hermano, le escribió la siguiente carta a finales de noviembre:
Mi querido hermano:
No puedo permanecer callado más tiempo sobre el destino futuro de Karl. Está abandonando toda actividad y, acostumbrándose cada vez más a esta vida, cuanto más tiempo viva como actualmente más difícil será hacerlo volver a trabajar. Al marcharse, Breuning le dio dos semanas para recuperarse y ya han pasado dos meses. – Ves por la carta de Breuning que su deseo expreso es que Karl se apresure a acudir a su llamada; cuanto más tiempo esté aquí, más desgraciado será para él, pues más duro será para él ponerse a trabajar y pudiera ser que sufriese daños.
Es una pena infinita que este talentoso joven desperdicie así su tiempo, y ¿si no es sobre nosotros dos, sobre quién ha de recaer la culpa? Pues aún es demasiado joven para seguir su propio camino; razón por la cual es tu obligación, si no quieres que más adelante te lo reproches a ti mismo y te lo reprochen otros, ponerle a trabajar en su profesión tan pronto como sea posible. Una vez esté ocupado será fácil hacer mucho por él ahora y en el futuro, pero bajo las actuales circunstancias no se puede hacer nada.
Veo por sus actos que le gustaría quedarse con nosotros, pero si lo hace será a costa de su futuro y por tanto esto es imposible. Cuando más dudemos, más difícil será para él marcharse; por tanto solemnemente te pido – decídete, no te dejes disuadir por Karl. Pienso que debería estar hecho el próximo lunes, pues en ningún caso puedes esperar por mí ya que no puedo marcharme de aquí sin dinero y pasará largo tiempo antes de que reúna lo suficiente para permitirme ir a Viena.
Beethoven aceptó a regañadientes la propuesta y aún de peor gana lo hizo Karl, que puso todo tipo de excusas para demorar en lo posible el regreso a Viena. Este viaje está rodeado de oscuridad; Schindler quiso culpabilizar a Nikolaus Johann y también a Karl de lo que sucedió después y por tanto indica que el hermano no quiso dejar a Beethoven su carruaje cerrado para el viaje y por tanto hubo de hacerlo en uno abierto, expuesto al gélido clima de finales del otoño. El doctor Wawruch, que luego lo atendería en Viena, recogió el testimonio de Beethoven quien, según él, decía con humor que el viaje se había hecho en un carro de lechero.
Tampoco está clara la fecha en la que se realizó este viaje de vuelta, si fue el 27-28 de noviembre o el 1-2 de diciembre. Fuese en una u otra, Beethoven hubo de pasar la noche en una taberna de una aldea, sin protección contra el frío, y, en palabras de Wawruch (que sin duda obtuvo la información del propio Beethoven y de Karl):
Hacia la medianoche se apoderaron de él los primeros escalofríos y la fiebre, acompañados de una violenta sed y dolores en el costado. Cuando la fiebre empezó a subir, se bebió un par de jarras de agua helada y, en su desesperada situación, anheló la llegada de los primeros rayos de la aurora. Débil y enfermo, se subió al carruaje abierto y, finalmente, llegó a Viena debilitado y exhausto.
Así que cuando arribó a Viena se había unido una neumonía a todo lo que ya tenía; por eso, la primera tarea fue buscar un médico.
(*) «su sobrealimentada puta y su bastarda» (Carta a Karl Bernard 10 de junio de 1825, Anderson nº 1387)
Como ilustración musical, os pongo el nuevo final del Cuarteto Op. 130, que completó en Gneixendorf, la última pieza que fue capaz de concluir:
1.2.21
Beethoven y su sobrino (y IV): el intento de suicidio de Karl (Cuarteto en la menor Op. 132)
¡Señor!
Encuentro muy extraño que sea casi imposible hacer que Karl vaya con agradables compañías a donde en este tiempo podría estar disfrutando de la manera más deseable. De hecho, uno tiende a sospechar que tal vez está disfrutando realmente por la tarde o incluso por la noche de algunas compañías que ciertamente no son tan deseables – Le pido que preste atención a esto y que no permita que Karl deje su casa por la noche bajo ningún pretexto, a no ser que haya recibido algo mío por escrito mediante Karl – Una vez fue a casa del Hofrat Breuning, pero yo lo sabía – Le insto a que esté al tanto de esta cuestión que no ha de ser indiferente ni para usted ni para mí, y una vez más le recomiendo que le preste la mayor de las atenciones. Soy, señor, su muy leal
Beethoven
Hasta ahora solo conjeturas, aunque alguien me aseguró que había tratos secretos nuevamente entre tú y tu madre – ¿He de experimentar otra vez la más abominable de las ingratitudes? No, si este lazo se ha de romper, que así sea, pero cualquier hombre imparcial que sepa de esta ingratitud te habrá de despreciar – los comentarios de mi digno hermano y, además, lo que ha escuchado al Dr. Reisser, como dice él, y tu comentario de ayer sobre el Dr. Sonnleithner, que, desde luego, ha de afligirme, a la vista del hecho de que el Landrecht hizo precisamente lo contrario de lo que él pidió, bien, ¿nuevamente me he de ver envuelto en estas vulgaridades? No, nunca más – en el nombre de Dios si el pacto te oprime – te devolveré a la Divina Providencia. He hecho mi parte y con esto puedo comparecer ante el Juez Supremo de todos los jueces. No temas venir conmigo mañana. Aún puedo presumir, quiéralo Dios, de que nada de esto es verdad. Pues si fuese cierto tu infelicidad sería infinita, por muy desenfadadamente que el canalla de mi hermano y tu –madre se tomen este asunto –
Te espero con certeza – junto con la vieja
Es imposible tener todo hecho hoy si también he de atender a varias cosas con usted. Pero me llevaré algunas cosas porque estamos muy atareados y los domingos hemos de escribir todo lo que se ha presentado durante la semana entera.
¡Mi amado hijo! Basta ya – Solo ven a mis brazos, no escucharás ni una palabra de reproche. Oh, Dios, no te abandones a tu miseria. Se te recibirá con el mismo cariño que antes. Ya hablaremos cariñosamente qué se ha de considerar y qué se ha de hacer en el futuro. Bajo palabra de honor ningún reproche, ya que en ningún caso harían bien ahora. De ahora en adelante puedes esperar de mí solo el más cariñoso cuidado y ayuda – Pero ven – Ven al fiel corazón de
tu padre
BeethovenVolti sub[ito]
La historia, resumida, pues ya se la ha escuchado a Hr. Holz: supe hoy que su sobrino intentaba pegarse un tiro antes del próximo domingo como muy tarde. En cuanto al motivo lo único que pude saber es que era a causa de sus deudas, pero no del todo, solo en parte estaba admitiendo él que eran las consecuencias de faltas anteriores.
* * *
Miré a ver si había signos de preparativos; encontré en su arcón una pistola cargada y preparada, con balas y pólvora. Le cuento esto para que pueda usted actuar en este caso como su padre. La pistola está en mi poder.
Muy honorable Herr von Smetana,
Ha ocurrido una gran desgracia, que accidentalmente Karl se ha infligido a sí mismo. Espero que aún se le pueda salvar, especialmente usted si acude rápidamente. Karl tiene una bala en la cabeza; cómo, ya lo sabrá – Pero rápido, en nombre de Dios, rápido.
Respetuosamente suyo, Beethoven
Para ayudarlo rápidamente, fue necesario llevarlo a casa de su madre, donde está ahora. Le adjunto la dirección.
La noticia fue aplastante para Beethoven. El dolor que sintió por este suceso fue indescriptible; estaba destrozado, como un padre que hubiese perdido a su amado hijo. Mi madre se encontró con él en el Glacis; estaba tremendamente nervioso, «¿Sabe usted lo que me ha pasado? ¡Mi Karl se ha pegado un tiro!» – «Y – ¿ha muerto?» «No, solo ha sido un rasguño, aún vive, hay esperanza de que se pueda salvar; – pero, la desgracia que me ha causado; ¡lo quería tanto!»
En la figura encorvada del maestro se podía ver la profunda tristeza por la pública infamia que una vez más había caído sobre su nombre. El cuerpo una vez robusto y vigoroso ahora se presentaba ante nosotros como el de un anciano de casi setenta años, rota su voluntad, dócil, doblándose ante la más ligera brisa.
Yo era ayudante en el Hospital General de Viena en la división quirúrgica del Jefe Médico Gassner, a la cual pertenecía también una parte de la que se conocía como planta de los Tres Gulden; vivía a la izquierda, en el gran patio frontero al edificio central, donde estaba la oficina, en la planta baja. Avanzado el verano de 1826, mientras hacía mi ronda, se me acercó un hombre con un gabán gris; a primera vista lo tomé por un ciudadano corriente. Preguntó secamente: «¿Es usted el Dr. Ayudante Seng? En la oficina me han mandado a usted. ¿Está el sinvergüenza de mi sobrino en su pabellón?» Pregunté el nombre de la persona por la que se interesaba, contesté afirmativamente y le dije que el paciente estaba en una habitación de la planta de los Tres Gulden, se le había vendado una herida de arma de fuego y si quería verlo. Acto seguido dijo: «Soy Beethoven». Y mientras lo llevaba, siguió: «En realidad no quiero verlo; no se lo merece, me ha causado demasiados problemas, pero...» y después continuó hablando de la catástrofe y el cambio en la vida de su sobrino y cómo lo había echado a perder con tanta amabilidad, etc. Pero yo estaba totalmente anonadado viendo más allá de este vulgar exterior al gran Beethoven ante mí, y le prometí cuidar lo mejor posible de su sobrino.
25.1.21
Beethoven: El estreno de la Novena Sinfonía (Últimos compases de la Novena Sinfonía)
No me visite más. No voy a dar un concierto. B – vn
Le exijo que no venga de nuevo hasta que le envíe aviso de hacerlo. No habrá concierto. B – n
Desprecio lo que es falso – No me visite más. No habrá concierto – B – vn
Dónde podría encontrar las palabras para hablar a mis lectores de estas obras maestras cuya grandeza trascendió una interpretación que dejó mucho que desear, especialmente en la sección vocal, ya que tres ensayos fueron inadecuados para una obra que ofrece dificultades tan extraordinarias, mientras que la expresión de la imponente fuerza general, el equilibrio de luces y sombras, una perfecta seguridad de entonación y sutiles sombras de color fueron casi imposibles. Sin embargo, el impacto fue indescriptiblemente maravilloso y potente; se aclamó con gritos entusiastas elevados al maestro desde corazones desbordados, ¡pues su genio inagotable nos había abierto un nuevo mundo y desvelado mágicos secretos inauditos e insospechados de música divina!