28.9.20

Beethoven y Goethe (I) (Obertura de "Egmont" Op. 84)

 


Beethoven y Goethe (I)

Se trata de dos figuras inmensas de la cultura germánica, en su época el mayor de los literatos y el mayor de los músicos. Era inevitable el encuentro y... el choque. Sigue un fragmento de mi Vida de Ludwig van Beethoven (pp. 174-177), donde se cuentan los primeros contactos entre ambos genios, promovidos por un personaje fascinante: Bettina Brentano:

Y luego estaba Bettina, la medio hermana de Franz, cuñada de Antonie y amiga de Goethe, que es muy importante en la biografía de Beethoven precisamente por constituirse en nexo de unión entre el gran compositor y el gran poeta. Y también es una fuente de información muy peligrosa, pues su fértil imaginación muchas veces adornó los documentos que ilustran su relación con nuestro protagonista y pasaron, aparentemente sin filtros, a las páginas de los biógrafos. Bettina publicó en 1835 un libro titulado Correspondencia de Goethe con una niña, en el que expone las cartas que presuntamente intercambió con la gran figura de la cultura germánica. Durante mucho tiempo se tomaron como una fuente importantísima de información no solo sobre Goethe, sino también sobre Beethoven, ya que en algunas de ellas describía de una forma muy vívida su primer encuentro y sus impresiones sobre el músico. El problema es que, cuando en 1921 aparecieron las versiones originales de estas misivas, se pudo comprobar que muchas de ellas habían sido reelaboradas, cuando no reescritas, de forma que en ellas daba su versión idealizada y romántica de sus héroes.

Bettina Brentano (antes de 1810)

Bettina acudió a Viena a visitar a su hermanastro y a su cuñada, y poco después conoció a Beethoven. Quedó fascinada por su genio y quiso transmitir ese entusiasmo a su amigo Goethe. Su supuesta carta del 28 de mayo de 1810 (que es una de las reelaboradas) describe su primer encuentro con Beethoven poniendo en boca del músico algunas frases que podría o no haber dicho. Lo que lleva a algunos estudiosos a no rechazar categóricamente estos escritos como pura invención son algunos detalles, como por ejemplo esta frase: «Anoche escribí todo lo que había dicho; esta mañana se lo he leído. Comentó: “¿Dije yo eso? Bien, ¡entonces tuve un raptus!”» Ya conocemos desde la época de Bonn esta típica expresión de Beethoven, y difícilmente podría haberlo escrito Bettina si en verdad el músico no hubiese pronunciado ante ella esa palabra que quedaba tan relegada dentro de sus círculos más íntimos. 

En la carta, Bettina dice que Beethoven le pidió que hablase de él a Goethe, que le contase sus ideas estéticas y filosóficas sobre la música porque estimaba que las entendería incluso mejor que él mismo y deseaba ser instruido por él. No se puede dudar de la admiración de Beethoven por Goethe; ya había puesto música a algunos de sus poemas y justo por esta época había recibido un encargo de mucha más entidad relacionado con el poeta. En los últimos meses de 1809 se proyectó la representación de dos importantes obras teatrales de dos grandes autores germánicos: el Guillermo Tell de Schiller y el Egmont de Goethe. La música para la pieza de Schiller se encargó al director y compositor del teatro de la corte, Adalbert Gyrowetz, y la de Goethe, a Beethoven. El estreno de Egmont estaba previsto para el 24 de mayo de 1810, pero la música de Beethoven no estuvo lista. Por tanto, debía de estar dándole los últimos retoques cuando conoció a Bettina. Finalmente se pudo escuchar en la representación del 15 de junio, para la que Beethoven además actuó como amable y paciente «preparador» de la joven actriz Antonie Adamberger, de 19 años, que fue quien desempeñó el papel de Klärchen y, por tanto, tuvo que interpretar los dos lieder de la obra de Beethoven sin ser cantante. 

Si bien la carta de Bettina está rescrita y «adornada», la que sí es auténtica es la respuesta de Goethe:
Tu carta, amada niña, me llegó en un momento feliz. Te has molestado mucho en describirme una gran y hermosa naturaleza en sus logros y sus esfuerzos, sus necesidades y la superabundancia de sus dotes. Me ha dado gran placer aceptar este retrato de un espíritu verdaderamente grande. Sin desear en absoluto clasificarlo, aun así requiere una proeza psicológica resumir cuán de acuerdo estoy, mas no siento deseos de contradecir lo que puedo apreciar en tu apresurada explosión, por contra, preferiría de momento admitir un acuerdo entre mi naturaleza y lo que es reconocible en estas múltiples palabras. La mente humana ordinaria debería, tal vez, encontrar contradicciones en ella, mas ante aquello que exclama alguien poseído por tal demonio, un profano ordinario ha de mostrar su reverencia y es irrelevante si habla desde el sentimiento o el conocimiento, pues aquí los dioses trabajan esparciendo semillas para un futuro discernimiento y solo podemos desear que hayan procedido a su desarrollo sin que se les disturbe. Pero antes de que puedan generalizarse, las nubes que velan la mente humana han de dispersarse. Da a Beethoven mis más sinceros saludos y dile que con gusto haría sacrificios para conocerlo cuando un intercambio de pensamientos y sentimientos pudiera ser hermosamente provechoso; acaso podrías persuadirle de que hiciese un viaje a Karlsbad, donde yo acudo casi cada año y tendría mucho tiempo libre para escucharlo y aprender de él. Pensar en enseñarle algo sería una insolencia incluso para alguien con más entendimiento que yo, ya que él posee la luz guía de su genio que frecuentemente ilumina su mente como un relámpago mientras nosotros nos sentamos en la oscuridad y apenas sospechamos la dirección desde la que la luz del día romperá sobre nosotros.
Me daría una gran alegría que Beethoven me regalase las dos canciones mías que ha compuesto, pero escritas en limpio y completas. Estoy ansioso por escucharlas. Es uno de mis mayores placeres, por lo cual estoy muy agradecido, poseer esos antiguos humores de un poema como ese (como Beethoven dice muy correctamente) de nuevo surgidos en mí...
6 de junio de 1810. 
Vemos que ya en esta carta Goethe sugiere que Beethoven acuda a Karlsbad, una ciudad balneario de Bohemia (hoy Karlovy Vary, en la República Checa), para que ambos pudieran encontrarse. Algo que sucedió, en efecto, dos años después, en el verano de 1812. 

En cuanto a las tres cartas que supuestamente envió Beethoven a Bettina, publicadas en primer lugar en el periódico de Nuremberg Athanaeum für Wissenschaft, Kunst und Leben en 1839 y, después, por la propia Bettina en su novela Ilius Pamphilius un die Ambrosia (Leipzig, 1847-48), fechadas el 11 de agosto de 1810, el 10 de febrero de 1811 y el 15 de agosto de 1812, solo se puede considerar auténtica sin ningún lugar a dudas la segunda, que es la única de la que se conserva el manuscrito; tiene la peculiaridad de que en ocasiones Beethoven, como extasiado, recurre al familiar du para dirigirse a Bettina. Dice así: 
Viena, 10 de febrero de 1811
¡Querida, querida Bettine! Ya he recibido dos cartas suyas y veo por su carta a Toni [Antonie Brentano]  que aún me recuerda, y bastante favorablemente – Llevé su primera carta conmigo todo el verano y a menudo me hacía feliz. Incluso si no la escribo con frecuencia y aunque no me vea, escribo mil, mil veces mil cartas en mis pensamientos – Incluso si no hubiese leído lo que decía usted sobre ello, podía imaginar cómo se las está arreglado usted en Berlín con ese cosmopolita gentío: ¡¡¡hablando y charlando sobre arte, pero sin hechos!!! La mejor descripción de esto se halla en el poema de Schiller «Die Flüsse», donde habla el río Spree – Se va a casar usted, querida Bettine, o ya lo ha hecho, y no he podido verla ni una sola vez de antemano. Que toda la felicidad con que el matrimonio bendice a los casados vaya a usted y a su esposo – ¿Qué puedo decirle de mí? «Me compadezco de mi destino», grito con Juana [se trata de una cita de Jungfrau von Orleans, de Schiller]. Si se me conceden unos cuantos años más de vida, daré las gracias a la Divinidad, al Altísimo, por ello y por todo lo demás, bueno o malo – Si escribe a Goethe sobre mí, busque las palabras que le hablen de mi profunda veneración y admiración. Estoy a punto de escribirle sobre Egmont, a la que acabo de poner música sencillamente por el amor por sus poemas que me hacen feliz. Pero, ¿quién puede ser lo suficientemente agradecido con un gran poeta, la joya más preciosa de una nación? – Bien, nada más por ahora, querida, buena B[ettine]. Esta madrugada no he vuelto a casa hasta las cuatro desde una bacanal en la que realmente me vi obligado a reír mucho, de forma que hoy tendré que llorar casi lo mismo. El jolgorio excesivo muchas veces me hace encerrarme profundamente en mí mismo – En cuanto a Clemens [Brentano, hermano de Bettina], muchas gracias por su amable interés. En cuanto a la cantata, el asunto no es de excesiva importancia para nosotros aquí; sin embargo, en Berlín es diferente. En cuanto al afecto, la hermana tiene una parte tan grande de él que poco se dejará para el hermano. ¿Servirá para él? – Ahora todos mis mejores deseos, querida, querida B[ettine]. Te beso con pena en la frente y de esa forma te imprimo como un sello mis pensamientos para ti –
Escriba pronto, pronto y a menudo a su amigo
Beethoven

De entre la música de Beethoven inspirada en las obras de Goethe quizá la más célebre sea la que escribió para Egmont. Aquí tenéis su obertura.

21.9.20

Beethoven: El estreno de "Leonore/Fidelio" (Obertura "Leonora II")

 

Günther Treptow (Florestán), Karina Kutz (Leonora/Fidelio) y Wilhelm Schirp (Rocco) 
en una representación de Fidelio en la Deutsches Opern de Berlín (septiembre de 1945)

El estreno de Leonore/Fidelio

En la época de Beethoven, un compositor alcanzaba el éxito verdadero por medio de la ópera (sufrió esto en sus carnes al ver cómo se difuminaba su fama en Viena ante la llegada de un pletórico Rossini). Él solo compuso una y fue un parto largo y doloroso. Así os lo cuento en mi Vida de Ludwig van Beethoven (pp. 115-119):

A finales de agosto de 1804 el barón Braun, ya dueño del Theater an der Wien, recuperó el contrato con Beethoven para la composición de su ópera, lo cual implicó que nuevamente tuvo a su disposición un alojamiento en el propio teatro. De todos modos, Beethoven mantuvo a la vez un piso en el lugar en que más tiempo permaneció durante toda su vida en Viena: la casa del barón Johann Baptist Pasqualati sobre el bastión Molker, en la que vivió entre octubre de 1804 y el verano de 1808, brevemente a comienzos de 1809 y de nuevo desde principios de 1810 hasta marzo de 1814. Allí es donde se recluía para componer la música de la ópera mientras que el piso del teatro lo usaba para su vida «pública». También siguió trabajando durante su retiro estival en Hetzendorf y en palabras de Thayer «finalizó su ópera, sentado en el mismo roble ahorquillado de los jardines de Schönbrunn que, según Schindler, cuatro años antes frecuentaba». 

Ferdinand Ries había pasado el verano en Silesia, cumpliendo con otro de los trabajos que le había conseguido Beethoven: ser pianista del príncipe Lichnowsky. A su vuelta a Viena ocurrió lo siguiente:
Un día, cuando un pequeño grupo en el que estábamos Beethoven y yo desayunó con el príncipe [Lichnowsky] tras el concierto en el Augarten (a las ocho de la mañana), se sugirió que todos fuésemos a casa de Beethoven a escuchar su ópera Leonora, que aún no se había representado. Después de llegar, Beethoven por supuesto exigió que me fuese y como hasta los más insistentes ruegos de todos los presentes fueron en vano, lo hice con lágrimas en los ojos. Todo el mundo lo notó. El príncipe Lichnowsky me siguió y me pidió que esperase en la antesala ya que como había sido él la causa de la situación ahora quería solucionar el asunto. Mi maltrecha autoestima, sin embargo, no podía permitir eso. Después oí que Lichnowsky se había indignado con Beethoven por su comportamiento ya que solo nuestro aprecio por sus obras tendría que ser culpado por el incidente y también, por tanto, por su ira. Estos reproches, sin embargo, solo tuvieron el efecto de que ya no tocase para el grupo. 
Ya por entonces, pues, estaba completada la ópera. Sin duda no fue un camino fácil el suyo hasta el estreno. La guerra se encarnizaba y la proximidad de los franceses a la capital había espantado a muchos de los espectadores habituales. Las producciones operísticas de aquel otoño de 1805 no habían reportado grandes ingresos al teatro y había fundadas esperanzas en la nueva obra de Beethoven para una recuperación. Sin embargo todo se hizo demasiado deprisa, hubo pocos ensayos y los cantantes dejaron bastante que desear. Anna Milder, la soprano en la que pensó Beethoven al escribir el papel de Fidelio/Leonora dio de sí todo lo que pudo, pero apenas tenía 20 años y su falta de experiencia se hizo notar (sin embargo, más adelante fue una de las mejores intérpretes de este papel en su época). Louise Müller fue una Marzelline aceptable. Lo peor estuvo en los papeles masculinos. Florestán fue cantado por un tal Demmer, que no se ha podido identificar con exactitud. Thayer indica que fue Joseph Demmer, que estudió en Colonia y que formó parte de la capilla electoral de Bonn, donde incluso pudo haberle conocido Beethoven antes de que fuese contratado para cantar en Weimar en 1791. Para otros (Dorfmüller, Willy Hess, Bory), se trataba de Friedrich Christian (o Fritz) Demmer. Sea quien fuere, no pareció estar a la altura del papel y Beethoven quedó encantado cuando poco después lo sustituyó Joseph August Röckel. 

Pizarro fue Sebastian Mayer, al que ya conocemos por haber hecho interpretar música de Beethoven en un concierto a su beneficio en marzo de 1804. Era concuñado de Mozart (estaba casado con la hermana pequeña de Constanze Mozart) y solía aludir a ese hecho de vez en cuando, además de mostrar siempre una elevada opinión de sí mismo y sus capacidades. Beethoven se burló de él de la siguiente manera, según nos cuenta Schindler: 
[En el aria de Pizarro] la voz se mueve sobre una serie de escalas tocadas por toda la cuerda de una manera tal que acompañando cada nueva nota en su parte el cantante ha de escuchar la apoyatura de la orquesta de una segunda menor. Un cantante bien asentado en su silla no será derribado por un potro travieso como este. Nuestro Pizarro de 1805, sin embargo, no pudo, a pesar las contorsiones y gestos de todo tipo, abrirse camino con seguridad por el peligroso pasaje, especialmente cuando alguno de los ejecutantes fue lo suficientemente pícaro como para acentuar la ofensiva segunda menor. El ultrajado Pizarro estuvo así a merced de los arcos de los violinistas durante todo el pasaje. Esto causó risas; el cantante, humillado al verse forzado a mostrar su incompetencia, emitió un rugido y dejó caer insultos a todos los reunidos, entre ellos al compositor: «¡Mi cuñado nunca habría escrito una maldita estupidez como esta!» 
Los demás caballeros, Johann Michael Weinkopf (Don Fernando), Caché (Jaquino) y Rothe (Rocco) tampoco brillaron demasiado, ya fuese por la brevedad o poca entidad de sus papeles o por el deficiente desempeño de su arte (en el caso de Rothe, según indica Thayer. ) 

Únase a todo esto el habitual mal carácter y la susceptibilidad de Beethoven. Thayer cuenta su reacción ante la ausencia de un músico en los ensayos: 
En uno de los ensayos generales el tercer fagot estaba ausente, ante lo cual Beethoven se impacientó y echaba humo. Lobkowitz, que estaba presente, quitó importancia al asunto: dos de los fagotes estaban presentes, dijo, y la ausencia del tercero no podía producir grandes diferencias. Esto enfureció tanto al compositor que, al pasar por el palacio de Lobkowitz en su camino a casa, no pudo reprimir el impulso de volverse y gritar en la gran puerta del palacio: «¡Asno lobkowitziano!» 
Por si faltaban problemas, la censura puso objeciones a la obra. El 2 octubre el autor del libreto, que era ya secretario de los Teatros de la Corte, elevó la siguiente petición al censor: 
El Secretario de la Corte Josef Sonnleithner ruega que la prohibición de este 30 de septiembre sobre la ópera Fidelio se levante ya que esta ópera, del original francés de Boully [sic] (titulada Leonore ou l’amour conjugal) se ha revisado muy especialmente porque la Emperatriz ha encontrado el original muy bello y ha afirmado que ningún asunto operístico le había dado jamás mayor placer; en segundo lugar: esta ópera, que fue revisada por el Kapellmeister Paër en italiano ya se ha dado en Praga y Dresde; en tercer lugar: Beethoven ha pasado casi un año y medio con la composición, también, como la prohibición no se anticipó en absoluto, ya se han realizado ensayos y se han hecho otros preparativos para dar esta ópera en la onomástica del Emperador [15 de octubre]; en cuarto lugar: la trama tiene lugar en el siglo XVI, por lo que no puede haber una relación subyacente; finalmente, en quinto lugar: con la carencia de libretos operísticos que existe, este presenta la más apacible descripción de la virtud femenina y el perverso gobernador está ejecutando solo una venganza privada como la de Pedrarias sobre Balboa. 
A causa de estas dificultades, el estreno, que como vemos en el texto precedente estaba previsto para el 15 de octubre de 1805, se hubo de posponer y no tuvo lugar hasta el 20 de noviembre. Pero, entre tanto, habían sucedido bastantes cosas. Los franceses avanzaban; hubo una desbandada general de la nobleza y la alta burguesía, entre las que se encontraban los principales defensores de Beethoven que podían haber contribuido al éxito de su ópera. Solo quedaron en Viena el príncipe Lichnowsky y Stephan von Breuning. El 9 de noviembre la emperatriz María Teresa abandonó la ciudad y cuatro días después los ejércitos imperiales franceses entraron en Viena. El propio Napoleón se estableció en el palacio de Schönbrunn el 15 de noviembre. Por lo tanto, el estreno de la ópera de Beethoven, que tantos esfuerzos y quebraderos de cabeza había causado, no se encontró con la más propicia de las situaciones. Por cierto, la obra se presentó bajo el título de Fidelio y no el de Leonora, como quería su autor. En concreto fue Fidelio oder Die eheliche Liebe («Fidelio o el amor conyugal»). Solo hubo tres representaciones, el día 22 de noviembre fue la tercera y última antes de la retirada de la ópera. No solo el hecho del vacío de los teatros influyó en esta decisión, sin duda el propio Beethoven se dio cuenta de las deficiencias de la obra, que señalaron los críticos tras estas primeras interpretaciones. Esta opinión se resume perfectamente en una frase de la crítica del corresponsal de la Allgemeine Musikalische Zeitung, publicada en esta revista el 8 de enero de 1806: 
Por regla general no hay ideas nuevas en las piezas vocales, son en su mayoría demasiado largas, los textos se repiten sin cesar y finalmente la caracterización falla notablemente. 
Quedó claro, pues, que había que hacer cambios, como veremos. Para finalizar, quisiera recalcar que la acción de la ópera se desarrolla en España, concretamente en Sevilla.

Como ilustración musical, os traigo la obertura Leonora II, que fue la que se escuchó en aquel estreno.


14.9.20

Beethoven y Josephine Deym (Lied y variaciones para piano a cuatro manos "Ich denke dein", WoO 74)

Josephine Deym (c. 1804)

Beethoven y Josephine Deym

Os hablo hoy de una de las candidatas a ser la "Amada Inmortal", como siempre con un fragmento de mi Vida de Ludwig van Beethoven (pp. 113-115):

El 27 de enero de 1804 murió Joseph Deym. Su esposa, Josephine, quedó viuda con cuatro hijos. Tal vez nunca dejó de tener relación con Beethoven, pero desde la muerte de su esposo esta se intensificó; a partir de octubre incluso volvió a darle lecciones de piano y aquel otoño e invierno Beethoven se enamoró perdidamente de ella. He aquí algunos ejemplos de las expresiones de afecto que utilizó el compositor en las diversas cartas que envió a la condesa: 
Bien, cierto es que no he sido tan diligente como podía haber sido – pero una aflicción privada – me robó durante mucho tiempo – mi habitual e intensa energía. Y durante un tiempo después de que el sentimiento de amor por usted, mi adorada J[osephine], empezase a surgir en mí, esta aflicción se incrementó aún más – Tan pronto estemos juntos de nuevo sin nadie perturbándonos, escuchará usted todo sobre mis penas verdaderas y la lucha conmigo mismo entre muerte y vida, una lucha en la que llevo enzarzado un tiempo – Pues durante un largo periodo, cierto acontecimiento me ha hecho desesperar de conseguir incluso cualquier tipo de felicidad durante mi vida en esta tierra – pero ahora las cosas ya no van a ser tan malas. Me he ganado su corazón. Oh, sé ciertamente cuánto valor he de otorgar a esto. Mi actividad se incrementará de nuevo y – aquí le hago la solemne promesa de que en poco tiempo me presentaré ante usted más digno de mí y de usted – Oh, ojalá diese usted algún valor a esto, quiero decir, a sentar mi felicidad por medio de su amor – aumentarla – Oh, amada J[osephine], no es deseo por el otro sexo lo que me lleva hacia usted, es precisamente usted, toda usted con todas sus cualidades individuales. (Primavera de 1805.) 
 ...de ella –  la única amada – por qué no hay lenguaje que pueda expresar lo que está muy por encima de toda simple consideración – muy por encima de todo – aquello que no podemos describir – Oh, quién puede nombrarla a usted – y no sentir que por mucho que pudiera hablar sobre usted – que nunca podría conseguirla – a usted – solo en música – Ay, no me enorgullezco demasiado cuando creo que domino más la música que las palabras – Usted, usted, mi todo, mi felicidad – ay, no – incluso en mi música no puedo hacerlo, aunque en este aspecto vos, Naturaleza, no habéis escatimado vuestros dones conmigo. Y aun así es demasiado poco para usted. Late, aunque en silencio, pobre corazón – que es todo lo que puedes hacer, nada más – por usted – siempre por usted – solo usted – eternamente usted – solo usted hasta que me hunda en la tumba – Mi bálsamo – mi todo. Oh, Creador, cuida de ella – bendice sus días – que todas las calamidades caigan sobre mí – Solo usted – Que sea usted fortalecida, bendecida y consolada – en la desdichada aunque con frecuencia feliz existencia de nosotros, mortales – Aunque usted no me hubiese atado de nuevo a la vida, aun así habría significado todo para mí – (Primavera de 1805) 
Mañana por la tarde veré a mi querida, mi amada J[osephine] – Dígala que para mí es mucho más querida y más preciada que cualquier otra persona. (1805) 
A estas expresiones amorosas Josephine respondió con afecto y amistad pero dejando claro que prefería una relación platónica, como indica este borrador de una carta que envió a Beethoven hacia la primavera de 1805: 
La relación más íntima con usted, querido Beethoven, en estos meses de invierno ha dejado impresiones en mi corazón que ni el tiempo – ni las circunstancias borrarán - ¿Es usted feliz o desdichado? – puede usted decirlo – También – con respecto a sus sentimientos por el control de sí mismo – o su libre expresión – qué habría usted – así cambiado – Mi alma, ya inspirada en usted antes de que le conociese personalmente – se ha nutrido de su afecto. Un sentimiento que yace profundamente en mi alma y es incapaz de expresarse me hace amarle; incluso después de que supiese que su música despertaba inspiración en mí – su amable naturaleza y su afecto lo fortalecieron – Este favor que me otorga, el placer de su compañía, sería el mejor ornato de mi vida si usted hubiese sido capaz de amarme menos sensualmente – ya que no puedo satisfacer el amor sensual – esto causa su enojo – yo tendría que romper los sagrados votos si tuviera que atender su deseo – Créame – soy yo quien más sufre en el cumplimiento de mi deber – y mis acciones sin duda están dictadas por motivos nobles. 
Sea como fuere y ante la proximidad de la guerra, Josephine salió de Viena con sus hijos y pasó el otoño de 1805 y el invierno de 1805-06 en Ofen (hoy parte de Budapest), junto a su madre, con lo cual dejaron de verse por un tiempo. Más adelante, en la primavera y el verano de 1806, estuvo en Transilvania con su hermana Therese visitando a su otra hermana, Charlotte. Aunque aún se trataron con frecuencia en 1807 (ese año hay cinco cartas de Beethoven a Josephine incluidas en la obra de Anderson, algunas de las cuales citaremos más adelante), la condesa emprendió un largo viaje en agosto de 1808 por Europa, después del cual no parece que se reanudase la relación entre ellos. Josephine se casó en febrero de 1810 con el barón Christoph von Stackelberg; su matrimonio fue igual de desgraciado que el primero. Como Josephine sigue siendo una de las candidatas a ser la «Amada Inmortal», ya volveremos a hablar sobre ella y sobre lo que fue de su vida cuando lleguemos al momento en que Beethoven escribió su apasionada carta de julio de 1812.

La pieza musical que os traigo es la única que Beethoven dedicó a Josephine (junto a su hermana Therese).




7.9.20

Beethoven: La "Eroica" y Bonaparte: ¿título, dedicatoria, ninguna de las dos cosas? (Sinfonía nº 3 en mi bemol mayor Op. 55 "Eroica")

La "Eroica" y Bonaparte: ¿título, dedicatoria, ninguna de las dos cosas?


Napoleón Bonaparte, como Primer Cónsul, por A.-J. Gros
(Museo de la Legión de Honor, París)

Es una historia bastante conocida, pero no me resisto a traerla aquí. Como siempre, es un fragmento de mi Vida de Ludwig van Beethoven (páginas 99-102):

[...]hacia junio [de 1803], ya en su retiro estival de Oberdöbling, emprendió Beethoven la composición de una obra que supuso un punto de inflexión en su carrera creadora e incluso en la historia de la música. Una obra en la que desbordó todos los límites de los modelos heredados y que dio origen a lo que algunos han llamado el «siglo de la gran sinfonía». Se trata de la Sinfonía nº 3, que acabó siendo conocida como Eroica pero cuyo título inicial fue Bonaparte

La obra quedó terminada hacia octubre de 1803, ya de vuelta en Viena. Allí tocó el último movimiento completo ante Stephan von Breuning y el pintor renano Willibrord Joseph Mähler (que pintaría dos célebres retratos del compositor). Ries nos da pistas sobre su inspiración: 
En esta sinfonía Beethoven había pensado en Bonaparte durante el periodo en el que aún era primer cónsul. Por entonces Beethoven lo tenía en la mayor de las estimas y lo comparaba con los más grandes cónsules romanos. 
Fue al año siguiente cuando tuvo lugar el célebre estallido que llevó al cambio de título de la obra; casi siempre se asume que sucedió en mayo de 1804, cuando tras un plebiscito Napoleón se proclamó emperador, aunque también es muy posible que ocurriese después del 2 de diciembre, cuando se coronó a sí mismo en la catedral de París ante el papa Pío VII. En alguno de esos momentos ocurrió la famosa historia que nos cuenta Ries: 
Yo mismo, así como muchos de sus íntimos amigos, habíamos visto la sinfonía, ya copiada en partitura completa, sobre su escritorio. En la parte de arriba de la portada aparecía la palabra «Buonaparte» y abajo «Luigi van Beethoven», pero ni una palabra más. Si el espacio intermedio se iba a rellenar y con qué, no lo sé. Yo fui el primero en darle la noticia de que Bonaparte se había proclamado emperador, con lo cual estalló en ira y gritó: «Luego no es más que un hombre vulgar. ¡Ahora pisoteará todos los derechos del hombre y solo satisfará su propia ambición; se situará por encima de todos los demás y se convertirá en un tirano!» Beethoven fue al escritorio, tomó la portada por su parte superior, la arrancó entera y la tiró al suelo. Escribió de nuevo la primera página y solo entonces la sinfonía recibió el título de Sinfonia eroica
El que este hecho, que muestra al Beethoven más republicano en todo su esplendor, se produjese en diciembre podría estar apoyado por lo que dice el propio compositor en una carta a Breitkopf & Härtel en la que les ofrece, para su publicación, la sinfonía, el oratorio Christus am Oelberge, el Concierto Triple (Op. 56) y tres nuevas sonatas para piano (Op. 53, 54 y 57): 
El título de la sinfonía ciertamente es Bonaparte. 
La carta está fechada el 26 de agosto de 1804, luego parece difícil que tras una explosión tan fuerte Beethoven cambiase de parecer con tanta rapidez. 

En el archivo de la Gesellschaft der Musikfreunde de Viena se conserva un ejemplar manuscrito de la sinfonía en cuya portada se observan los efectos de este cambio. Se trata de la obra de un copista, pero tiene anotaciones de Beethoven. Se podría representar de la siguiente forma:  


Sinfonia grande 

intitolata Bonaparte 
1804 im August 
del sigr. 

Louis van Beethoven 




Sinfonie 3 Op:55




La segunda línea está fuertemente raspada, aunque todavía se intuye lo que pone en ella. La tercera, que indica la fecha, está escrita probablemente por otra persona con tinta más oscura. A pesar de la raspadura, Beethoven añadió a lápiz, y no borró, «geschrieben auf Bonaparte» («escrita sobre Bonaparte») en el amplio espacio que queda entre las dos últimas líneas. El título de la obra, cuando la Oficina de Artes e Industria la publicó en octubre de 1806 fue Sinfonia eroica (…) composta per festeggiare il sovvenire di un grand uomo. («Sinfonía heroica, compuesta para conmemorar el recuerdo de un gran hombre»). 

De todos modos, aunque tengamos claro que el título de la sinfonía era Bonaparte, lo más seguro es que Beethoven no tuviese intención de dedicársela a Napoleón. Las dedicatorias eran una importante fuente de ingresos para él, que casi con total seguridad no podría haber obtenido del primer cónsul o emperador de los franceses. Por eso al final se la dedicó al príncipe Lobkowitz, en cuya casa se produjo la primera interpretación de la obra en agosto de 1804.

Y, como siempre, una Eroica de plenas garantías, de la mano de Otto Klemperer, en una grabación histórica: