27.6.08
Goethe y los músicos
Hace algunos años intenté entablar una conversación en un foro musical sobre la importancia del gran polígrafo alemán Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) en la música, la verdad es que con poco éxito. Y no creo que fuese por el escaso interés del asunto, ya que pocos compositores del ámbito germánico se han podido sustraer a poner música a sus versos.
Ya su contemporáneo Mozart lo hizo; de esta conjunción de genios salieron maravillas como el lied en sol mayor Das Veilchen ("La pequeña violeta") KV 476 (1785), contemporáneo de la célebre Música fúnebre masona y que es un prodigio de cambios de estado de ánimo.
Tras Mozart, compositores como Beethoven, Loewe, Schubert, Mendelssohn, Schumann, Brahms, Wolf, Richard Strauss o Webern escribieron lieder basados en textos de Goethe. Algunos memorables, como el lied en sol menor Erlkönig ("El rey de vaya usted a saber qué"), D. 328 de un jovencísimo Schubert de 18 años y que está entre los que más aprecio de los que conozco de este compositor.
Dos de sus poemas, Meerstille y Glückliche fahrt ("Mares serenos" y "Próspero viaje"), que ignoro si forman un díptico, inspiraron una obertura a Mendelssohn (Op. 27, 1828) y una obra para coro y orquesta a Beethoven (Op. 112, 1815), especialmente significativa para la carrera del genio de Bonn, ya que hay autores que la colocan como el punto de escape de una crisis de creación que había empezado unos años antes, con la "disolución del 'estilo heroico'" (en palabras de Maynard Salomon).
Pero no sólo inspiró lieder a estos grandes compositores. Beethoven escribió música incidental para una de sus tragedias, Egmont (Op. 84, 1809-10), Mendelsshon utilizó uno de sus poemas en su cantata Die erste Walpurgisnacht Op. 60 (1831-43) y la obra más significativa de Goethe, la que marcó toda su vida, Fausto, también sirvió para que autores como Schumann (Escenas de "Fausto" de Goethe, WoO 3, 1844-53), Liszt (Eine Faust-Symphonie S. 108, 1854-61, con tres movimientos titulados "Fausto", "Gretchen" y "Mefistófeles", esto es, los tres principales protagonistas de la historia, y que acaba con un pasaje cantado para tenor y coro masculino sobre la última estrofa poética de la obra) o Mahler (Sinfonía nº 8, 1908, cuya segunda parte utiliza el mismo texto que Schumann en su obra) escribieran gigantescas obras sinfónico-corales.
Y no sólo en el ámbito germánico se extendió la influencia de Goethe. Dos importantes músicos franceses, Berlioz (La damnation de Faust Op. 24/H. 111, 1844-46, obra casi inclasificable denominada "leyenda dramática" por su autor) y Gounod (Fausto, ópera en cinco actos, 1859) escribieron piezas líricas basadas en la gran obra del alemán. Y otro de los grandes textos de Goethe, su novela Werther, la trágica historia de un amor imposible, dio pie a Massenet para escribir su ópera en cuatro actos del mismo nombre (1891), que incluye uno de los más bellos pasajes que se puedan escuchar en este género: el Pourquoi me reveiller? de su infausto protagonista.
Para terminar, diré que seguro que hay muchos más compositores y muchas más obras que se basaron en textos del gran genio de Frankfurt, pero me he limitado a citar las que yo conozco (y no todas, porque seguro que he olvidado alguna importante) ya que, aunque no lo parezca, no me gusta escribir sobre lo que no sé...
13.6.08
Los discos de la isla desierta: Las Cuatro Últimas Canciones por Schwarzkopf/Szell
Strauss
Four Last Songs - 12 Orchestral Songs
Elisabeth Schwarzkopf
George Szell
Radio-Symphonie-Orchester Berlin - London Symphony Orchestra
EMI - Great Recordings of the Century CDM 5 66908 2
Grabado en 1965-68
¡Cómo no llevarse a la isla desierta una grabación de las Cuatro últimas canciones de Richard Strauss! Cuatro breves piezas más invernales que otoñales, en las que parece que se da un repaso a una larga vida, al prolongado camino que queda por detrás y a lo poco que queda por delante. Obras de una belleza casi dolorosa ante las que algunos dogmáticos torcieron el gesto al ver la fecha de su composición: 1948.
¿Y qué versión escoger? Difícil elección. Yo conozco varias: Flagstad/Furtwängler, Janowitz/Karajan, Norman/Masur... Pero la elegida es ésta, otra versión otoño-invernal (Schwarzkopf ya al final de su carrera y Szell en el de su vida) en la que se reunieron tres monstruos de la música como los que acabo de citar y el productor Walter Legge, ya retirado, pero que de vez en cuando volvía para dirigir las grabaciones de su esposa Dª Elisabeth. Estas canciones, grabadas en 1965, han de quedar como uno de esos monumentos que son imprescindibles en cualquier estantería de un admirador de Strauss y, cómo no, en mi particular isla desierta.
¡Y atención a los "complementos"! Entre ellos se halla Wiegenlied Op. 41 nº 1, tal vez la más bella canción de cuna jamás compuesta...
9.6.08
Breve biografía de Max Reger (II)
(Reger en 1891)
II - SONDERSHAUSEN, WIESBADEN (1890-1898)Reger, pues, fue al Conservatorio de Sondershausen, mas por poco tiempo; siguiendo a su maestro, el 20 de septiembre de 1890 se convirtió en el alumno número 172 de Hugo Riemann en el Conservatorio de Wiesbaden, con las asignaturas de piano y teoría. A la vez, se le ofreció el puesto de profesor de piano y órgano, lo cual le sirvió para financiarse los estudios y permitir que sus padres pudieran pagar el piano que hubo de comprar. Ya en Sondershausen Reger se había convertido en un invitado habitual en la casa de los Riemann, donde frecuentemente iba a comer y a cenar y pasaba sus ratos libres, incluidas las vacaciones navideñas.
Por esta época comenzó a estudiar intensamente las obras para teclado de Bach, lo que supuso, en palabras del propio Reger, “el camino de vuelta desde el hechizo con Liszt, para honrar a Beethoven y Bach”. Su primera obra publicada, la Sonata para violín y piano en re menor Op. 1, escrita durante el invierno de 1890, impresionó lo suficiente a Riemann, a quien está dedicada, como para recomendar a Reger para un puesto de profesor de teoría en el conservatorio de Wiesbaden; los dos primeros movimientos de la obra se interpretaron en marzo de 1891 y su acogida no fue buena precisamente. No obstante, Reger estaba contento con ella:
Mi profesor y su esposa dicen que ni yo mismo tengo idea de lo que he logrado en cuanto a sentimiento y expresión en el primer movimiento. Para ellos aún parezco ser demasiado joven para esto; lo he hecho muy instintivamente... tal vez dentro de diez años lo comprenda... Dos profesores del conservatorio de Frankfurt me expresaron cálidamente su aprecio; había cosas en ella que son de mi exclusiva propiedad... La sonata es el orgullo de mi profesor.
Por lo tanto, Riemann siguió con su apoyo: consideró esta obra un “golpe de genio” de su autor, a lo que éste respondió:
Le ruego que deje de utilizar la expresión “genio”. No creo en el genio, sino en el buen trabajo duro.
De todos modos, Riemann logró de la editorial Augener de Londres que publicase algunas de las primeras obras de cámara de Reger, después de que la prestigiosa empresa Hijos de B. Schott rechazara este Op. 1. El estreno de la obra en su totalidad tuvo lugar el 21 de noviembre de 1891 en el concierto de examen de los alumnos del Conservatorio, con Reger al piano y su amigo Gustav Cords en el violín. El propio Reger y Waldemar Meyer, alumno de Joseph Joachim, volvieron a interpretarla en Danzig en octubre de 1893.
El 27 de junio de 1891 Reger finalizó oficialmente sus estudios de piano en el Conservatorio con la interpretación de las Variaciones sobre un tema de Händel de Brahms. En el informe del Conservatorio referido al curso 1891/92 figura como alumno de teoría y también como profesor de piano y teoría. Del mismo año 1891 son otras dos obras de cámara, siempre escritas bajo la supervisión de Riemann y con una gran influencia de Brahms: el Trío para piano, violín y viola en si menor Op. 2 y la Sonata para violín y piano en re mayor Op. 3. El trío, con una instrumentación inusual, fue escrito entre julio y agosto, después de la sonata Op. 3 y se estrenó en la Singakademie de Berlín el 14 de febrero de 1894, con Reger al piano, Meyer en el violín y Adalbert Gülzow en la viola. En el mismo concierto Reger y Meyer interpretaron la sonata Op. 1.
Riemann por fin consiguió que Augener firmase un contrato con Reger por el cual el editor londinense se comprometía a publicar sus obras los siete años siguientes.
Ante la perspectiva de un largo servicio militar de tres años, Reger presentó una solicitud para realizarlo de forma voluntaria como músico militar; para ello hizo, en octubre de 1892, un examen. Tras numerosas prórrogas al final hubo de incorporarse a filas, cosa que pretendía haber evitado.
La Sonata para violonchelo y piano en fa menor, su Op. 5, que sin duda es la obra de cámara más avanzada del periodo de Wiesbaden no fue bien entendida por Riemann. Reger, que más adelante rechazó sus primeras 25 obras publicadas, dijo de esta sonata en una carta a Georg Stolz fechada el 16 de agosto de 1901:
Mi primera sonata para violonchelo no es nada en absoluto. Es una terrible obra de juventud.
La obra está dedicada al violonchelista Oskar Brückner (1857-1930), profesor del conservatorio de Wiesbaden, que la estrenó, junto con Reger, en la Tonkünstlerverein de Wiesbaden el 17 de octubre de 1893. Hubo críticas negativas y el propio Brückner consideró la composición un fracaso. Lindner dijo de ella:
Según admitió el mismo compositor, toda la obra es la visión de un moribundo que mira hacia atrás en una vida desperdiciada.
Hay quien quiso ver en esta frase una especie de premonición de cómo iba a terminar la etapa de Reger en Wiesbaden. Otros no dan crédito dado lo poco proclive que era el compositor a asignar programas a su música.
Con la recepción de Riemann a esta sonata comenzó un distanciamiento entre alumno y maestro que se haría más drástico poco después. También de 1892 es su primera obra publicada para órgano, las Tres piezas Op. 7, concebidas sin excesivas dificultades para que cualquiera pudiera interpretarlas; esto es algo extraño, pues Reger no solía pararse a pensar en los problemas que su música supusiera a los intérpretes y uno de los mayores quebraderos de cabeza que tuvo fue precisamente la exigencia de sus editores de que les suministrase música “ejecutable”, fácil y comercial. Ya en diciembre de 1892 cumplió con esta máxima al enviar a Augener los 12 Waltzer-Capricen para piano a cuatro manos, Op. 9. Quizá en agradecimiento por el gesto, la editorial londinense publicó las cinco primeras obras de Reger a comienzos de 1893.
En el curso 1892/93 Reger aún aparecía en los informes del Conservatorio de Wiesbaden en el doble papel de alumno de teoría y de profesor de piano y órgano. En febrero de 1893 dejó definitivamente de ser alumno; compatibilizó desde entonces su tarea docente oficial con la privada en numerosas casas de la localidad. En una de ella, la de los Bagenski, una buena familia de origen prusiano, conoció en la primavera de 1893 a una de las hijas de la casa, Elsa von Bercken (1870-1951), entonces casada como indica su apellido y que más adelante se convertiría en su esposa.
Por esta época comenzó asimismo Reger su carrera como concertista. Apareció frecuentemente en el Casino y en el Conservatorio de Wiesbaden dando conciertos en los que muchas veces interpretaba su propia música así como arreglos de las obras para teclado de Bach. Sin embargo esta posición como pianista no le satisfacía puesto que su vocación real era la composición.
En julio de 1893 apareció el primer artículo relevante que se publicó sobre la música de Reger. Su autor fue Heinrich Riemann, que era profesor de Karl Straube en Berlín y también crítico de la Allgemeine Musik-Zeitung, el órgano oficioso de los wagnerianos. En él valoraba positivamente al nuevo talento, sobre el que depositaba grandes esperanzas, aunque le advertía que evitase los excesos. El artículo sirvió además para que Reger empezase a publicar críticas en esa misma revista (hasta finales de 1894), en las que vertía juicios sin reservas que le granjearon más bien pocas simpatías.
Las distancias con Hugo Riemann empezaron a agrandarse; Reger deseaba independencia y consideraba demasiado dogmáticas las posturas de su maestro. Comenzó, pues, a rechazar conscientemente la influencia de Brahms y estudió desde entonces las obras de Liszt que Riemann repudiaba.
El concierto de la Singakademie de Berlín del 14 de febrero de 1894, en el que como ya se ha mencionado se estrenó el Trío Op. 2 y se interpretaron las sonatas Op. 1 y 5 y varios lieder, recibió críticas benévolamente negativas. Otto Lessner, en su recensión, acusaba a Reger de exagerar los matices brahmsianos en esas obras y le aconsejaba un cambio de rumbo.
Estos fracasos en el campo artístico, unidos a la decepción amorosa que supuso el rechazo de Mathilde Hilf, hija de un concejal de Wiesbaden, hicieron vislumbrar una primera crisis que hizo refugiarse a Reger en el consumo excesivo de alcohol y tabaco. Reger habló posteriormente de su etapa de Wiesbaden como su Sturm- und Trankzeit (tiempo tormentoso y de bebida). No hay duda de que era un gran aficionado a los vinos de la región del Rin y sus excesos alcohólicos incluso llegaron a crear la leyenda de que se embriagaba para componer y que bajo esos efectos era como le llegaban las mejores inspiraciones; sin embargo esto ha sido negado por diversos autores apoyados en los propios escritos del compositor. Lo cierto es que esos abusos llevaron al abrupto y desastroso final que tuvo su época de Wiesbaden.
No todo fueron sinsabores. En el otoño de 1894 Arthur Smolian (1856-1911) que, paradójicamente sería posteriormente objeto de ataques por parte de Reger, habló favorablemente de su música en el Musikalischer Wochenblatt. Smolian era profesor del Conservatorio de Baden en Karlsruhe y por su mediación Reger conoció a Felix Mottl (1856-1911), por entonces director musical de aquella ciudad, y también al director del Conservatorio, Heinrich Ordenstein. Mottl, que apoyaría a Reger no sin ciertas reservas, intentó presentar sin éxito en Karlsruhe el Trío Op. 2.
En su época de Wiesbaden Reger procuró cuidar sus contactos musicales y conoció a Richard Strauss, Ferruccio Busoni y Eugen d’Albert (1864-1932); a este último compositor, al que tenía en gran estima, le envió en septiembre de 1894 algunos de sus virtuosistas arreglos de obras de Bach, además de una versión para piano a cuatro manos de su obertura para Esther de Grillparzer. El primer contacto con Busoni data de abril de 1895, cuando Reger y él se intercambiaron sus propios arreglos de Bach además de otras composiciones originales. En 1896, en un concierto celebrado en Frankfurt, conoció en persona a Busoni y también a Richard Strauss; este último dirigió allí su Till Eulenspiegel y Busoni había actuado como solista en un concierto para piano de Rubinstein. Poco antes, en septiembre de 1895, había enviado algunos de sus arreglos de Bach a Strauss y había obtenido una respuesta positiva del compositor muniqués.
Al final del curso 1894/95, en el que siguió como profesor de piano, órgano y teoría en el Conservatorio, Reger completó su Suite para órgano Op. 16. El 23 de julio de 1895 escribió la última nota de la que él consideró su mejor obra hasta la fecha; sin duda fue de las que más satisfacciones le supuso. En 1896 se la envió a Brahms, junto con la petición de que aceptase la dedicatoria de una sinfonía en si menor que estaba componiendo y luego desapareció sin dejar rastro. El gran compositor hamburgués aceptó amistoso e incluso envió una foto suya a Reger. La suite la estrenó Karl Straube (1873-1950) en Berlín en marzo de 1897 y también la interpretó en 1898 en un concierto celebrado en la Paulskirche de Frankfurt, donde Reger le conoció en persona y dio comienzo una gran amistad entre ellos: Straube se convirtió en uno de los más fieles partidarios de Reger y no dejó de tocar sus obras para órgano allá donde estuviera. También había sido discípulo de Riemann en Wiesbaden y desde 1897 hasta 1903 fue organista en la catedral de St. Willibrordi de Wesel; en 1904 se convirtió en Kantor de la iglesia de Santo Tomás de Leipzig (cargo que mantuvo hasta 1923), esto es, nada menos que en sucesor de Bach en ese puesto, y desde 1907 también dio clases de órgano en el conservatorio de esa ciudad. Para Reger era el mejor organista de Alemania y, lógicamente, el mejor intérprete de sus obras.
Las vacaciones de verano de 1895, pasadas en Weiden, también fueron fecundas: Reger concluyó dos volúmenes de cánones y fugas (el primero con 62 piezas a dos partes y el segundo con 48 piezas a tres partes). A la vuelta, se encontró con la noticia de que Riemann y su familia se trasladaban a Lepizig; su antiguo maestro procuró dejar asentada la posición de su pupilo en el conservatorio de Wiesbaden antes de su partida.
Augener rechazó en 1896 la publicación del arreglo para piano a cuatro manos de la suite Op. 16, aunque sí aceptó algunas de las transcripciones de Bach. Reger les había anunciado el envío para agosto o septiembre de la sinfonía en si menor que antes se mencionó y también de un concierto para piano que estaba escribiendo para Eugen d’Albert y que en junio de 1896 ya abarcaba 187 páginas; como ocurrió con la sinfonía, nunca más se supo de él.
Una vez agotadas todas las prórrogas posibles, en octubre de 1896 hubo de incorporarse al servicio militar. En aquella época todos los gastos (equipamiento, uniforme y manutención) corrían a cargo del recluta; como la realización del servicio le impedía ejercer la docencia o componer, sus ingresos prácticamente desaparecieron y se endeudó enormemente. Su mala salud le había hecho creer que rápidamente se iba a librar del servicio en filas, para el que realmente no era apto. A las pocas semanas, ya estaba en un hospital aquejado de artritis en los pies; él esperaba que como muy tarde en noviembre se le eximiera del servicio. No fue así.
A pesar de que en 1897 Richard Strauss le recomendó a su editor muniqués Jos. Aibl (“Reger es un compositor para órgano y piano muy capaz”) ese año estuvo lleno de infortunios. El estreno en marzo de la suite Op. 16 le acarreó ser considerado prácticamente un terrorista musical, su editor retuvo sin publicar varias composiciones para piano, que no aparecerían hasta muchos años después y su situación económica empeoró a la par que su salud: una úlcera en el cuello, posiblemente una actinomicosis, requirió dos operaciones. Por fin, el 1 de octubre de 1897, tras casi un año en filas, fue declarado inútil para el servicio militar.
Pero su salud física y mental estaba enormemente resentida a causa de sus excesos alcohólicos. Los fracasos con que comenzó 1898 no ayudaron a mejorar la situación: Augener rechazó su Quinteto con piano en do menor, que había concluido en febrero y seguía guardando varias piezas para piano y transcripciones de Bach que sólo se publicaron cuando Reger consiguió zafarse de ese editor y los muniqueses Aibl ocuparon su puesto. (El quinteto no se estrenó hasta 1922, en el festival de música de Düsseldorf, a partir del manuscrito, y se publicó ese mismo año; es probable que Reger se pusiera, nada más terminarlo, a componer otro, pues se refirió a él como “primer quinteto” aunque no le asignó número de opus. Muestra una fuerte influencia de Brahms). Tampoco consiguió puestos de director en Heidelberg o Bonn, a pesar de contar con el apoyo y la recomendación de Mottl y Busoni.
Su hermana Emma ya había intentado en una ocasión sacar a Reger de su calamitoso estado y hacerle volver al hogar de sus padres para recuperarse. Quizá porque esperaba numerosos reproches Reger no consintió en principio. Sin embargo, en junio de 1898 estaba tan hundido que no tuvo otro remedio que acompañar a su hermana a Weiden. El alcohol, el tabaco y la úlcera del cuello, que se había reproducido, le habían minado en exceso.
A pesar de un final tan catastrófico, la etapa de Wiesbaden fue fecunda musicalmente hablando. Sirvió a Reger para fijar su pensamiento musical; el estudio de las obras de Bach y Brahms le alejó de la música programática tan en boga por entonces. Su ideal era la “belleza arquitectónica, melódica y la magia imitativa”, apoyada por el contenido intelectual. En una carta a Riemann de junio de 1891 dejaba clara su opinión al respecto; según él la idea de “programa”:
Es diametralmente opuesta a la esencia íntima de la música.
También, gracias a las directrices de Riemann, sentó las bases de su predilección por la música de cámara, género que en una época en la que abundaban las colosales obras sinfónicas tampoco estaba muy de moda. En la carta antes citada lo dejó claro:
¿Qué se supone que podemos ofrecer en la ópera después de Wagner? ¿Se supone que hemos de superar a Wagner? ¿O se supone que hemos de volver a los principios de Weber? Cuando Alejandro Magno llegó ante el Nudo Gordiano hubo de tomar una audaz decisión.
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