Muy poco después del episodio de la carta a la «Amada Inmortal» tuvo lugar, por fin, el encuentro entre los dos genios. Así lo cuento en mi Vida de Ludwig van Beethoven (pp. 200-201):
El 14 o el 15 de julio llegó Goethe a Teplitz y, por tanto, se podría producir por fin el tan esperado encuentro entre los dos genios. Su mayor propiciadora, Bettina Brentano, no podría ser testigo de él a pesar de encontrarse también desde el 24 de julio en Teplitz con su marido, Achim von Arnim, ya que había discutido con Goethe a causa de la esposa de este, Christiane. Estaba celosa de Bettina y no se soportaban. En el verano de 1811 estalló la tormenta; Bettina era culta, refinada y bella, Christiane era bastante vulgar y su aspecto no demasiado agradable… En una ocasión, reunidas ambas en una exposición pictórica, Bettina hizo una serie de comentarios «ingeniosos» que la esposa de Goethe tomó como ofensa personal y él tomó partido por ella. El resultado fue la expulsión de los Arnim de su casa.
Se han escrito innumerables historias y anécdotas relativas a estos pocos días que compartieron Goethe y Beethoven en los balnearios del norte de Bohemia y es muy difícil saber cuáles de ellas son reales y cuáles no. Como muy bien dice Thayer, «es necesario tamizar los hechos de la leyenda para completar la historia de las relaciones entre Goethe y Beethoven». Añadamos, además, que algunas de esas historias provienen de la exuberante y febril imaginación de Bettina Brentano, con lo cual es mejor ceñirse a los documentos para tener una idea clara de este memorable encuentro.
Goethe indica el 19 de julio como la fecha en que se conocieron personalmente. Ese mismo día escribió a su esposa: «Nunca he visto un artista más independiente, enérgico, sincero. Puedo entender perfectamente qué singular ha de ser su actitud hacia el mundo». Desde ese momento, se trataron casi a diario hasta que Beethoven se fue a Karlsbad, hacia el 25 de julio. El 21 de julio lo escuchó al piano: «Tocó deliciosamente».
Goethe se quedó en Teplitz hasta el 12 de agosto, cuando marchó a Karlsbad; Beethoven llegó allí hacia el 7 de septiembre, por lo que aún tuvo días para poder ver al poeta. Es probable que se encontrasen de nuevo, ya que Goethe escribió a su esposa indicándola que podía utilizar a Beethoven como correo, lo cual muestra que tenía intención de verlo otra vez.
Ocurriese lo que ocurriese entre ellos, la conclusión que se puede sacar es fácilmente deducible del famoso párrafo que Goethe escribió a Zelter:
Conocí a Beethoven en Teplitz. Su talento me asombró; por desgracia es una personalidad totalmente indomable, que no está del todo equivocado al mantener que el mundo es detestable pero seguramente no hace de él algo más agradable para él u otros por su actitud. Fácilmente se le puede excusar, por otra parte, y en gran medida compadecer ya que su oído le está abandonando, lo cual, tal vez, estropea menos la parte musical de su naturaleza que la social. Es de naturaleza lacónica y lo será doblemente a causa de esta carencia.
Estaba claro que el refinado, culto y aristocrático escritor contrastaría vivamente con el vehemente, rudo, un tanto desaliñado compositor. De todos modos, el propio Beethoven indicó a Breitkopf & Härtel en una carta que envió a la editorial desde Teplitz el 24 de julio que Goethe le había prometido escribir algo para él.
De todas esas historias, Thayer solo da un punto de verosimilitud a la siguiente: en cierta ocasión, iban los dos paseando y la gente que se cruzaba con ellos los paraba continuamente para saludarlos y presentarles sus respetos. Ante la irritación de Goethe, Beethoven dijo: «No se moleste por ello Su Excelencia, tal vez se paran para saludarme a mí». Thayer indica que la fuente fiable para esta anécdota es un joyero de Viena, Joseph Türk, que estuvo en Teplitz en el verano de 1812.
En cuanto a la opinión de Beethoven sobre Goethe, queda muy clara en una frase que escribió a Breitkopf & Härtel desde Franzensbrunn (hoy Františkovy Lázně) el 9 de agosto: «Goethe gusta demasiado de la atmósfera de las cortes, más de lo que conviene a un poeta. Por qué reírse de las absurdeces de los virtuosos cuando los poetas, que tienen que ser los primeros maestros de una nación, olvidan todo lo demás por estos oropeles».
Beethoven puso música a muchos textos de Beethoven; hoy os traigo los tres lieder Op. 83, todos sobre poemas del genio de Fráncfort:
Estamos ante uno de los episodios que, con ser algo semejante a un cotilleo, ha hecho correr más ríos de tinta entre todo hijo de vecino que haya pretendido escribir sobre la vida de Beethoven. Y yo no iba a ser menos. He aquí lo que hablo del asunto de la carta a la «Amada Inmortal» (6-7 de julio de 1812) en mi Vida de Ludwig van Beethoven (pp. 193-198):
En realidad es una carta con dos posdatas, dirigida a una mujer desconocida y, posiblemente, jamás enviada. Fue encontrada tras la muerte de Beethoven en un cajón secreto de su escritorio, junto con dos retratos en miniatura; uno de ellos se ha identificado con bastante certeza como de Giulietta Guicciardi. El otro es probable que sea de esta esquiva mujer.
Desde la publicación de la carta, en la primera edición de la biografía de Beethoven por Schindler (1840), no ha habido estudioso de la vida del compositor que no haya querido lanzar su hipótesis sobre quién fue la dama a la que mandó esta declaración de amor y renuncia. El Apéndice F de la biografía de Thayer está dedicado a resumir todas estas teorías, desde la lanzada por Schindler en su biografía hasta mediados de los años cincuenta del siglo XX.
Sería excesivamente prolijo hacerse eco de todas ellas. Hoy en día se barajan ya solo tres nombres, los de Antonie Brentano, Josephine Deym (que por entonces era Josephine von Stackelberg) y Almérie de Esterházy.
La identificación de Antonie Brentano como la «Amada Inmortal» se debe a Maynard Solomon. En el capítulo 15 de su biografía de Beethoven detalla el casi detectivesco trabajo que lleva a cabo para llegar a su conclusión, que es apoyada hoy en día por una gran mayoría de estudiosos. Antonie Brentano cumple con todos los criterios para ser la dama con quien Beethoven se encontró en Praga y con cuyo lápiz le escribía una carta a «K.», que con toda seguridad es Karlsbad, donde, como hemos visto, estaban los Brentano. Por otra parte, ya sabemos que entre ambos había surgido una intensa corriente de simpatía: recordemos que Beethoven pasaba muchas tardes cerca del lecho de Antonie, enferma, consolándola con su improvisación al piano. Además, ella veía cerca el regreso a Fráncfort, una ciudad en la que no era feliz, y pudiera ser que eso le llevase a ver una relación con Beethoven como un modo de impedirlo y de quedarse en su querida Viena junto con un artista al que admiraba profundamente y al que quizá amaba. Significativamente, Beethoven le regaló en marzo de 1812, a petición de ella, el autógrafo de la canción An die Geliebte («A la amada»), WoO 140, que había escrito un par de meses antes.
Sin embargo, sabemos también por el incidente con los Bigot acaecido en 1807 que no entraba dentro de la moralidad de Beethoven intentar nada con una mujer casada: «uno de mis principios fundamentales es no tener relación alguna distinta a la amistad con la esposa de otro hombre. No deseo tener cualesquiera otras relaciones que llenen mi alma con recelo frente a aquella que un día tendrá que compartir su destino conmigo». No parece cuadrar mucho esto con que la apasionada carta del 6-7 de julio se enviase a una mujer casada con cuya familia, además, se iba a reunir pronto. Y no parece que las relaciones que tenía con esta familia llevasen a sospechas o recelos, ni Beethoven un hombre capaz de engañar a un amigo como Franz Brentano. Solo unos pocos días antes de salir de Viena, el 26 de junio, regaló a Maximiliane, hija de Franz y Antonie, el Trío para piano WoO 39. ¿Se corresponde una muestra de afecto así con un intento de destruir ese matrimonio?
Distinto es el caso de Josephine Deym. Vimos como su intensa relación con Beethoven acabó hacia finales de 1807 y cómo ella faltó bastante de Viena. También que en febrero de 1810 se casó de nuevo, con el barón Christoph von Stackelberg, al que había conocido durante su estancia en Suiza. Tuvieron tres hijas; el matrimonio fue desgraciado y se puede decir que terminó en 1815, cuando él se marchó a su Estonia natal llevándose consigo a sus hijas (ya estaban separados desde la primavera de 1813).
Por tanto, en este caso no había un matrimonio que destrozar, sino una mujer con quien Beethoven ya había tenido una relación y que podía buscar consuelo en él. Sin embargo, el problema con Josephine Deym es que no hay prueba documental alguna que la sitúe en los balnearios de Bohemia en esos días. Y esto es fundamental dado que en aquellas ciudades balneario que por entonces, al ser territorio neutral, se convertían en lugar de cita de importantes personalidades de toda Europa, había concienzudos registros de visitantes que daban fe de quién llegaba y quién se marchaba, además de que para cruzar los diversos territorios del Imperio eran necesarios pasaportes. Y allí no se ha encontrado, aún, el nombre de Josephine von Stackelberg. Tampoco, como ya hemos visto, se conservan pruebas de contacto alguno entre Josephine Deym y Beethoven posteriores a 1808; ni siquiera sabemos cómo reaccionó Beethoven ante la muerte de su antigua amada, el 31 de marzo de 1821 (ese año de 1821 es uno de los más oscuros en la vida de Beethoven, dada la lamentable carencia de documentación de cualquier tipo).
(Para dar un tono acaso melodramático a cualquiera de estas dos hipótesis, casualmente ambas mujeres dieron a luz unos nueve meses después de que Beethoven escribiese esta carta, lo cual ha hecho enormemente tentador para los defensores de una u otra candidata a considerar esos niños como hijos naturales de Beethoven.)
Recientemente ha surgido una tercera candidata hasta entonces innombrada en la abundante literatura sobre Beethoven: el de Almérie de Esterházy, hija del conde Valentin Ladislaus Ferdinand Esterházy. El historiador musical checo Jaroslav Čeleda estudió la cuestión a mediados del siglo XX, pero hasta el año 2000 no se hicieron públicas sus investigaciones, como parte del libro Ludwig van Beethoven in Herzen Europas: Leben und Nachleben in den böhmischen Ländern, cuyos editores, Oldrich Pulkert y Hans-Werner Küthen fueron los responsables de sacarlas a la luz. Lo cierto es que es una teoría un tanto particular. No hay pruebas de que siquiera se llegasen a conocer y Čeleda aporta algunas un tanto «traídas por los pelos» como el uso sarcástico de términos militares en la correspondencia de Beethoven con el editor Steiner desde el momento en que se supo que Almérie se casaría con un alto mando militar, el conde Murray de Melgum. Además, algunos de los elementos de la investigación están tomados de un libro titulado Verklugenes Spiel, de Carl Pidoll, que utiliza como fuente unas supuestas memorias de Zmeskall que son ficticias. Por tanto, esta hipótesis es bastante débil y quienes la apoyan tienen una imperiosa necesidad de aportar pruebas si realmente quieren se tome en consideración.
Fuese quien fuese la destinataria de la carta, lo cierto es que nos encontramos con otra crisis como la que comenzó este capítulo: entonces, en el otoño de 1802, Beethoven constató que tenía que vivir con su sordera tras pasar por una fase de desesperación que le llevó a escribir el Testamento de Heiligenstadt. Ahora, en el verano de 1812, de lo que se da cuenta es de que cuando por fin ha encontrado a aquella que puede llenar su vida y hacerle feliz, la relación es imposible y tiene que renunciar a ella y a unir su alma a la de una mujer, tal vez para siempre. De crisis a crisis.
A título anecdótico, os cuento que la traducción correcta de la expresión de Beethoven sería «mi inmortalmente amada», pero ya hay una honda raigambre del apelativo que aquí se utiliza. Como ilustración musical, aquí tenéis la breve canción An die Geliebte, cuyo manuscrito regaló Beethoven a Antonie Brentano.
Therese Malfatti: El último proyecto matrimonial de Beethoven
¿Quién no conoce la celebérrima bagatela para Elisa? Lo que quizá no sepa tanta gente es que su nombre debería ser, en realidad, para Therese. En el siguiente fragmento de mi Vida de Ludwig van Beethoven (pp. 169-173) os cuento la relación de nuestro genio con la noble familia vienesa de los Malfatti:
Poco después de conseguir, según él creía, la estabilidad económica, Beethoven debió de pensar en la formación de un hogar asimismo estable por medio del matrimonio. El 14 de marzo de 1809, pocos días después de la firma del contrato de anualidad, escribió a Gleichenstein, que se encontraba en Friburgo, lo siguiente:
Ahora puedes ayudarme a encontrar esposa. De hecho podrías encontrar alguna bella joven en F[riburgo], donde te encuentras ahora, una que de vez en cuando concediese un suspiro a mis armonías. Pero no ha de ser como Elise Bürger (*). Si encuentras una, por favor establece la relación por adelantado – Pero ha de ser bella, pues es imposible para mí amar nada que no sea bello – o si no tendré que amarme a mí mismo.
No parece que de momento la tentativa fuese exitosa, pero sería también Gleichenstein quien le ofreciese una nueva oportunidad, al presentar a Beethoven a la familia Malfatti.
Los Malfatti von Rohrenbach zu Dezza (emparentados con el doctor Malfatti, que trataría más adelante a Beethoven), ennoblecidos desde 1785 y dedicados a la banca, eran una familia que había sido formada por Jacob Friedrich, casado con Therese von Velsern. Tenían dos hijas, Therese y Anna, cuyas edades, a comienzos de 1809, eran de 18 y 17 años, respectivamente. También tuvieron un hijo, Johann Baptist Jakob, nacido en 1795, que murió muy joven. Gleichenstein (que era barón desde 1808) presentó a Beethoven a esta familia probablemente a su vuelta de Viena desde Friburgo, en febrero de 1810. Beethoven sin duda se encontró muy cómodo en esa casa y agradeció a su amigo que le abriese sus puertas ya que allí se sentía «tan feliz con todos ellos, como si pudieran curar las heridas que me han infligido malas personas». Pero ocurrió que empezó a gustarle la hija mayor, al igual que a Gleichenstein la pequeña. El barón tuvo éxito y acabó casándose con Anna en mayo de 1811, pero el acercamiento de Beethoven a Therese no fue visto con buenos ojos por la familia. Una cosa era un barón, un noble, y otra un simple músico, un plebeyo con fama de excéntrico y malhumorado. Beethoven no pareció darse cuenta de ello; de su efusión amorosa surgió una de sus obras más conocidas, la bagatela para Elisa, que en realidad se tenía que titular para Teresa y cuyo autógrafo, perdido, (**) tal vez fuese enviado a su destinataria con la larga carta que Beethoven le mandó en mayo.
La cosa tenía que ir en serio, pues el 2 de mayo Beethoven escribió a Wegeler a Coblenza pidiéndole un certificado de bautismo, requisito indispensable para el matrimonio:
Querido y viejo amigo – Puedo imaginar que estas líneas mías te causarán cierto asombro – y a pesar de ello, aunque no tengas prueba escrita alguna, aún estás muy presente en mis pensamientos. – Durante mucho tiempo ha estado entre mis manuscritos uno pensado para ti, que ciertamente recibirás este verano. Hace un par de años mi modo de vida tranquilo, retirado, llegó a su fin y me vi lanzado por obligación a las actividades mundanas. Aún no me he formado una opinión favorable sobre ella pero tampoco en contra de ella – pero, ¿quién no se ve afectado por las tormentas del mundo exterior? Con todo, yo debería ser feliz, tal vez uno de los más felices de los hombres si el demonio no hubiese tomado posesión de mis oídos. – Si no hubiese leído en algún sitio que un hombre no debe partir voluntariamente de esta vida mientras le sigan quedando buenas obras que realizar, hace tiempo que ya no estaría – y desde luego por mi propia mano – Oh, la vida es tan bella, mas para mí está envenenada para siempre. –
No rechazarás mi petición amistosa si te ruego que me consigas mi partida de bautismo – Cualquier gasto que suponga el asunto, ya que tienes una cuenta con Steffen Breuning, lo podrás recuperar de inmediato de aquella fuente y lo haré efectivo de inmediato con Steffen aquí. – Si pensases que merece la pena investigar el asunto e hicieses el viaje desde Coblenza hasta Bonn, cárgame todo a mí. – Pero hay que tener en mente una cosa, esto es, que hubo un hermano nacido antes que yo que también se llamaba Ludwig con la adición de Maria, pero que murió. Para establecer mi edad más allá de toda duda, se ha de encontrar primero a este hermano, puesto que ya sé que con respecto a esto otros han cometido un error y se ha dicho de mí que soy más mayor de lo que soy. – Por desgracia yo mismo he vivido un tiempo sin saber mi edad – Tenía un registro familiar pero se perdió, sabe el cielo cómo. – Por tanto no te ofendas si te apremio para que prestes atención a este asunto, encontrar a Ludwig Maria y al presente Ludwig que nació después de él – Cuanto antes me envíes la partida de bautismo, mayor será mi agradecimiento – Me han dicho que cantas una de mis canciones en tu logia masónica, probablemente en mi mayor, que yo mismo no poseo. ¡Envíamela! Prometo recompensarte con el triple o cuádruple de alguna otra forma. – Piensa en mí con cariño, por muy poco que parezca yo merecerlo. – Abraza y besa a tu adorable esposa, a tus hijos, a todo aquel que sea querido por ti – en nombre de tu amigo
Beethoven
Si hemos de tomar al pie de la letra lo dicho en la carta, los pensamientos suicidas seguían aún rondando la cabeza de Beethoven, aunque los contrarrestaba con esa voluntad de seguir teniendo «buenas obras que realizar». Por otra parte, vemos que aún continuaba pensando que su edad era menor de lo que realmente era y atribuía el «error» de que le dijesen que era dos años mayor a una confusión con su hermano Ludwig María, que, como sabemos, nació y murió en 1769. Por otra parte la opinión de Wegeler sobre la carta es la siguiente:
Sin duda parece que en un momento de su vida Beethoven contempló el pensamiento de casarse, tras haber estado envuelto con frecuencia en asuntos amorosos, como han señalado estas Notizen (p. 105). Varios lectores han notado, como yo, la urgencia con que Beethoven, en su carta del 10 [sic] de mayo de 1810, me pedía que obtuviese su partida de bautismo. Insistía en sufragar todos mis gastos, incluso el coste del viaje desde Coblenza hasta Bonn y daba detalladas instrucciones sobre el cuidado necesario para tener la certeza de que la partida que obtuve era la correcta (p. 45).
Encontré la solución al enigma en una carta de mi cuñado, Stephan von Breuning, que me escribió tres meses más tarde. Dice: «Beethoven me dice al menos una vez por semana que quiere escribirte. Sin embargo, creo que sus planes de matrimonio se han desbaratado y por tanto ya no siente tanta urgencia para obtener su partida de bautismo».
Así, Beethoven aún no había abandonado el pensamiento de matrimonio en su trigésimo noveno año.
Así pues, a los pocos meses los planes «se habían desbaratado». ¿Qué había pasado? Algo había hecho Beethoven que había desagradado a los Malfatti, es probable que su actitud hacia Therese, y de alguna manera se lo habían transmitido a Gleichenstein, ya que sabían que este informaría a Beethoven. No se sabe qué le dijo el barón, posiblemente que los Malfatti ya solo deseaban recibirle en su casa cuando se hiciera música, pero sí que se conserva la afligida respuesta de Beethoven:
Tus noticias me sumergieron de nuevo desde las regiones del más elevado éxtasis a las profundidades. ¿Por qué el añadido, que me harías saber cuándo habría otra velada musical? ¿No soy entonces nada más que su músico o el músico para los demás? – Esto al menos es como se puede entender. No puedo, por tanto, buscar apoyo más que en mi propio corazón; no hay nada para mí fuera de él. No, nada sino heridas me han llegado desde la amistad y sentimientos parecidos – Sea, pues, que para ti, pobre B, no hay felicidad en el mundo exterior, la has de crear en ti mismo. Solo en el mundo ideal encontrarás amigos. Te ruego que tranquilices mi mente indicándome si ayer fui culpable de alguna falta de decoro o si no puedes hacer otra cosa que no sea decirme la verdad, la escucharé con tan buena disposición como yo la digo – Aún hay tiempo; la verdad tal vez pueda ayudarme todavía. Adiós – no dejes que tu amigo Dorner sepa nada de esto.
(*)Elise Bürger (Hahn de soltera) fue la tercera esposa del poeta Gottfried August Bürger, matrimonio que solo duró dos años.
(**)La obra no apareció publicada, por Ludwig Nohl, hasta 1867. Este estudioso lo hizo a partir del autógrafo, que Therese conservó hasta su muerte, en 1851, y que luego estuvo en poder de una dama llamada Babette Bredl, que fue quien se lo mostró a Nohl en 1865. Nohl copió del manuscrito «Für Elise am 27. April zur Erinnerung an L. v. Bthvn» («Para Elisa, el 27 de abril, como recuerdo de L. v. Bthvn») y es probable que, dada la terrible caligrafía de Beethoven, errase el nombre de la destinataria, aunque siguen planteadas todo tipo de dudas.