Como siempre ocurre cuando cambia el año, hay quien hace propósitos. Yo soy reacio, porque luego nunca se cumplen. Sin embargo, ya atrás el aciago 2021, quisiera que en este año esta pobre bitácora dejase de estar desatendida. Ya veremos cómo va la cosa. Quiero empezar precisamente con uno de los frutos de la pereza: me propuse recordar el año pasado a varios compositores de los que se conmemoraba alguna fecha redonda. Y no solo por pereza, sino por despiste, me olvidé de Tomaso Albinoni, de cuyo nacimiento se cumplieron 350 años en 2021. Despiste que no se solventó hasta que en la última semana del año pasado escuché una de sus obras por la radio en el marco de un programa homenaje.
Tomaso Albinoni, conocido como "il dilettante veneto" (luego explico el motivo) y también por una obra que jamás compuso (el "Adagio de Albinoni" de Remo Giazotto), nació en Venecia el 8 de junio de 1671. Su familia era rica, fabricaba y comerciaba con papel (en algún sitio he escuchado que se dedicaban a elaborar naipes) y nunca tuvo que dedicarse profesionalmente a la música, nunca buscó un puesto que le permitiera vivir de ello (de ahí lo de "dilettante", esto es, "aficionado"). Aprendió a tocar el violín y estudió canto, sin que se sepa quienes fueron sus maestros. Publicó bastante música, diez colecciones en vida, algunas de las cuales fueron transcritas por Bach. También escribió unas cincuenta óperas, algunas de las cuales se interpretaron fuera de su ciudad e incluso recibió una invitación en 1722 del elector de Baviera para supervisar la representación en Múnich de I veri amici y de una obra dramática más breve, Il trionfo d'amore. Murió el 17 de enero de 1751 dejando una obra bastante ingente de un carácter marcadamente personal, seguramente a causa del aislamiento en su ciudad natal. La obra que os traigo es bastante conocida, es el segundo de sus conciertos para oboe Op. 9. Disfrutadla (y feliz año).
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