1.2.21

Beethoven y su sobrino (y IV): el intento de suicidio de Karl (Cuarteto en la menor Op. 132)

 

Dagerrotipo de Karl van Beethoven en su edad adulta

Beethoven y su sobrino (y IV): el intento de suicidio de Karl

Una vez consiguió la victoria ante los tribunales y le fue concedida la tutela exclusiva de su sobrino, Beethoven comenzó una extraña relación Karl. Amargos reproches alternaban con almibaradas reconciliaciones y arrepentimientos. No fue una relación muy normal y llegó a un punto de inflexión con el intento de suicidio del sobrino, que devastó al compositor. Así os lo cuento en mi Vida de Ludwig van Beethoven (pp. 342-349):

Pero esta situación, esta vida placentera que podría haber tenido Beethoven gracias a la cercanía de esta familia [la familia Breuning], se vio empañada por el creciente deterioro de la relación con Karl, del que hay manifiestas pruebas en la correspondencia y en los Cuadernos de conversación de estos meses. Beethoven pasó la temporada de buen tiempo de 1825 en Baden, mientras Karl permanecía en Viena en casa de Schlemmer. Beethoven esperaba que lo fuese a visitar todos los domingos y festivos –lo cual sin duda perturbaba los estudios de Karl– y pedía a sus amigos y a Schlemmer que vigilasen al joven, ya que sospechaba que se estuviese juntando con malas compañías y que se viera en secreto con su madre. Ya en mayo escribió a Schlemmer: 
¡Señor!
Encuentro muy extraño que sea casi imposible hacer que Karl vaya con agradables compañías a donde en este tiempo podría estar disfrutando de la manera más deseable. De hecho, uno tiende a sospechar que tal vez está disfrutando realmente por la tarde o incluso por la noche de algunas compañías que ciertamente no son tan deseables – Le pido que preste atención a esto y que no permita que Karl deje su casa por la noche bajo ningún pretexto, a no ser que haya recibido algo mío por escrito mediante Karl – Una vez fue a casa del Hofrat Breuning, pero yo lo sabía – Le insto a que esté al tanto de esta cuestión que no ha de ser indiferente ni para usted ni para mí, y una vez más le recomiendo que le preste la mayor de las atenciones. Soy, señor, su muy leal
Beethoven 
En los documentos de ese verano hay numerosos reproches del tío, que culpabiliza de la situación no solo a Johanna sino también a su hermano, y excusas y lamentos por el agobio sentido por parte del sobrino. Beethoven, además, controlaba estrictamente el dinero que tenía Karl a su disposición, lo que le llevó a pedir prestado a las criadas, para irritación del compositor. Sin embargo, también hay cartas mucho más amables e incluso encargos importantes que demuestran que Beethoven aún confiaba en Karl. En definitiva, un tremendo vaivén emocional que oscilaba entre duras regañinas y exageradas muestras de arrepentimiento y perdón. 

Así, el 22 de mayo, apenas llegado a Baden, le escribió diciendo: 
Hasta ahora solo conjeturas, aunque alguien me aseguró que había tratos secretos nuevamente entre tú y tu madre – ¿He de experimentar otra vez la más abominable de las ingratitudes? No, si este lazo se ha de romper, que así sea, pero cualquier hombre imparcial que sepa de esta ingratitud te habrá de despreciar – los comentarios de mi digno hermano y, además, lo que ha escuchado al Dr. Reisser, como dice él, y tu comentario de ayer sobre el Dr. Sonnleithner, que, desde luego, ha de afligirme, a la vista del hecho de que el Landrecht hizo precisamente lo contrario de lo que él pidió, bien, ¿nuevamente me he de ver envuelto en estas vulgaridades? No, nunca más – en el nombre de Dios si el pacto te oprime – te devolveré a la Divina Providencia. He hecho mi parte y con esto puedo comparecer ante el Juez Supremo de todos los jueces. No temas venir conmigo mañana. Aún puedo presumir, quiéralo Dios, de que nada de esto es verdad. Pues si fuese cierto tu infelicidad sería infinita, por muy desenfadadamente que el canalla de mi hermano y tu –madre se tomen este asunto –
Te espero con certeza – junto con la vieja 
En otras cartas se despide de él diciendo «Lamentablemente, tu padre o, aún mejor, no tu padre». Muchas de las cartas de este verano tienen ese tono, de reproche por la ingratitud de Karl, instándolo continuamente a ir a verlo y atacando a su hermano, al que llama asinaccio, es decir, «borriquito». Karl, por su parte, intenta justificar su renuencia a las visitas por el trabajo que le suponían los estudios: 
Es imposible tener todo hecho hoy si también he de atender a varias cosas con usted. Pero me llevaré algunas cosas porque estamos muy atareados y los domingos hemos de escribir todo lo que se ha presentado durante la semana entera. 
Al final de la temporada, con el traslado de Beethoven de regreso a Viena, tuvo que haber una especie de crisis. El compositor quería a toda costa que Karl estuviese con él en ese momento, pero debió de agobiarlo tanto que desapareció y, posiblemente, se fue con su madre. He aquí la carta que le mandó Beethoven poco después de la mudanza, hacia el 17 de octubre, un ejemplo del polo opuesto a los reproches: 
¡Mi amado hijo! Basta ya – Solo ven a mis brazos, no escucharás ni una palabra de reproche. Oh, Dios, no te abandones a tu miseria. Se te recibirá con el mismo cariño que antes. Ya hablaremos cariñosamente qué se ha de considerar y qué se ha de hacer en el futuro. Bajo palabra de honor ningún reproche, ya que en ningún caso harían bien ahora. De ahora en adelante puedes esperar de mí solo el más cariñoso cuidado y ayuda – Pero ven – Ven al fiel corazón de
                                                                                                                                       tu padre
Beethoven
                    Volti sub[ito] 
Ven a casa inmediatamente al recibir esta.
Si vous ne viendres pas vousm
me tûerès surement
        lisés la lettre et restés
a la maison chez vous, venes
de m’embrasser votre pere
vous vraiment adonné soyes
assurés, que tout cela resterà
entre nous.
En nombre de Dios, vuelve a casa hoy. Si no, ¿quién sabe qué peligro podría acecharte? Deprisa, deprisa. 

La cosa siguió después más o menos igual. Si bien al principio parece que el comportamiento de su sobrino en el Instituto mejoró –aunque no su progreso en los estudios– Beethoven quería que Karl volviera a vivir con él, algo que al final no pasó ya que este lo convenció de que no sería bueno estar tan lejos del Instituto y le señaló que solo le quedaba un año allí, después del cual no tendrían por qué estar separados. Beethoven aceptó a regañadientes, pero siguió haciendo que sus amigos, sobre todo Holz, estuvieran pendientes de él, controlando su uso del dinero y alternando regañinas y cariños. Beethoven preguntaba continuamente a Karl por sus gastos y este contestaba con evasivas; se endeudó bastante, es posible que a causa del juego, y así se puso en una situación bastante comprometida. 

Llegó un momento en que Karl dejó pasar bastante tiempo sin ir a ver a su tío. Beethoven pidió a su hermano que indagase la causa; Nikolaus Johann habló con Karl y comunicó a su hermano que la razón era que temía las frecuentes regañinas por sus errores del pasado. No faltaron escenas violentas, en las que Karl llegó a levantar la mano a Beethoven. Siguió viendo a su madre y a su amigo Niemetz y empezó a llamar a su tío «el viejo loco», del que además decía que podía hacer lo que quisiera. Era una situación que no podía acabar bien, como, en efecto, así fue. A finales de julio de 1826, se informó a Beethoven de que su sobrino había desaparecido y de que tenía intención de quitarse la vida.

En ese momento, finales de julio, escribió Schlemmer en un Cuaderno de conversación: 
La historia, resumida, pues ya se la ha escuchado a Hr. Holz: supe hoy que su sobrino intentaba pegarse un tiro antes del próximo domingo como muy tarde. En cuanto al motivo lo único que pude saber es que era a causa de sus deudas, pero no del todo, solo en parte estaba admitiendo él que eran las consecuencias de faltas anteriores.
* * *
Miré a ver si había signos de preparativos; encontré en su arcón una pistola cargada y preparada, con balas y pólvora. Le cuento esto para que pueda usted actuar en este caso como su padre. La pistola está en mi poder. 
Beethoven envió a Holz al Instituto Politécnico a buscar a Karl, pero se le escabulló. Como Schlemmer le había quitado las pistolas que ya tenía, marchó a una casa de empeños, donde dejó su reloj. Con el dinero que obtuvo compró nuevas armas, balas y pólvora. No volvió a casa de Schlemmer, sino que se fue a Baden. Escribió notas para su tío y para Niemetz; después marchó al Helenenthal, uno de los lugares favoritos de Beethoven, y en las ruinas del castillo de Rauhenstein, probablemente el día 6 de agosto, se pegó dos tiros en la cabeza. Por suerte para él no tenía que ser muy buen tirador: una de las balas ni lo rozó y la otra le hizo una simple herida superficial en el cuero cabelludo y quedó alojada bajo la piel, junto al hueso del cráneo. Un carretero lo encontró, herido, y lo llevó a Viena, a casa de su madre. 

Beethoven corrió a verlo; Karl se limitó a decirle que estaba hecho, sin más, y que no lo acosase con lamentos y reproches. También que buscase un médico que no hablase de más, ya que el intento de suicidio era por entonces tratado como una acción criminal. Beethoven, por consiguiente, escribió la siguiente nota para el Dr. Smetana, que ya había operado a Karl de hernia en casa de Giannatasio:
Muy honorable Herr von Smetana,
Ha ocurrido una gran desgracia, que accidentalmente Karl se ha infligido a sí mismo. Espero que aún se le pueda salvar, especialmente usted si acude rápidamente. Karl tiene una bala en la cabeza; cómo, ya lo sabrá – Pero rápido, en nombre de Dios, rápido.
Respetuosamente suyo, Beethoven
Para ayudarlo rápidamente, fue necesario llevarlo a casa de su madre, donde está ahora. Le adjunto la dirección. 
Entretanto, se había llamado a cierto doctor Dögl, cirujano, con lo cual se puede inferir que Holz no llegó a entregar la nota anterior a Smetana, que estaba al tanto y dijo que Dögl era un buen médico y que no iría a ver a Karl para no comprometerlo. Así se hizo. 

Fue Holz quien comunicó el caso a la policía, como era obligatorio. Informó a Beethoven de que habría una severa amonestación y también vigilancia policial. Fue la policía la que trasladó al herido desde la casa de su madre hasta el Allgemeines Krankenhaus (Hospital General) de Viena el lunes 7 de agosto. La ley decía que el acto cometido por Karl era un delito contra la Iglesia y, por lo tanto, pasaría estar a cargo de sacerdotes que le impartirían una serie de enseñanzas hasta que mostrase claros signos de arrepentimiento. 

Tanto el religioso que se le asignó, un redentorista, como Beethoven y sus amigos intentaron por todos los medios que el joven se explicase, que dijera qué le había llevado a tomar una decisión tan drástica, sin mucho éxito. De los interrogatorios que hubo en el hospital sí que se dedujo que el problema no era el temor ante los exámenes, sino que su tío lo tenía «prisionero», que estaba cansado de ello y de la vida en general dado que Beethoven lo atormentaba, era excesivamente riguroso y él había reaccionado siendo peor justo porque su tío quería que fuese mejor. 

Es de imaginar el efecto que tuvo sobre Beethoven este incidente. Así lo narra Gerhard von Breuning:
La noticia fue aplastante para Beethoven. El dolor que sintió por este suceso fue indescriptible; estaba destrozado, como un padre que hubiese perdido a su amado hijo. Mi madre se encontró con él en el Glacis; estaba tremendamente nervioso, «¿Sabe usted lo que me ha pasado? ¡Mi Karl se ha pegado un tiro!» – «Y – ¿ha muerto?» «No, solo ha sido un rasguño, aún vive, hay esperanza de que se pueda salvar; – pero, la desgracia que me ha causado; ¡lo quería tanto!» 
Schindler, por su parte, es aún más drástico: 
En la figura encorvada del maestro se podía ver la profunda tristeza por la pública infamia que una vez más había caído sobre su nombre. El cuerpo una vez robusto y vigoroso ahora se presentaba ante nosotros como el de un anciano de casi setenta años, rota su voluntad, dócil, doblándose ante la más ligera brisa. 
Sin duda, desde ese momento la familia Breuning se encargó de dar consuelo al compositor, como gran parte de la sociedad vienesa, una vez conocido el incidente. Sin embargo, lo mortificó saber que había un sector que lo culpabilizaba a él. 

Gerhard von Breuning cuenta lo que le relató el cirujano Ignaz Seng, que entonces era ayudante en el Hospital General, que pudo ver allí a Beethoven mientras Karl estaba ingresado: 
Yo era ayudante en el Hospital General de Viena en la división quirúrgica del Jefe Médico Gassner, a la cual pertenecía también una parte de la que se conocía como planta de los Tres Gulden; vivía a la izquierda, en el gran patio frontero al edificio central, donde estaba la oficina, en la planta baja. Avanzado el verano de 1826, mientras hacía mi ronda, se me acercó un hombre con un gabán gris; a primera vista lo tomé por un ciudadano corriente. Preguntó secamente: «¿Es usted el Dr. Ayudante Seng? En la oficina me han mandado a usted. ¿Está el sinvergüenza de mi sobrino en su pabellón?» Pregunté el nombre de la persona por la que se interesaba, contesté afirmativamente y le dije que el paciente estaba en una habitación de la planta de los Tres Gulden, se le había vendado una herida de arma de fuego y si quería verlo. Acto seguido dijo: «Soy Beethoven». Y mientras lo llevaba, siguió: «En realidad no quiero verlo; no se lo merece, me ha causado demasiados problemas, pero...» y después continuó hablando de la catástrofe y el cambio en la vida de su sobrino y cómo lo había echado a perder con tanta amabilidad, etc. Pero yo estaba totalmente anonadado viendo más allá de este vulgar exterior al gran Beethoven ante mí, y le prometí cuidar lo mejor posible de su sobrino. 
Holz discutió con Beethoven qué sería lo mejor para Karl dadas las circunstancias. Se recuperó la idea de una carrera militar que se había descartado antes, ya que según le dijo a Beethoven: «Una vez con los militares, estará bajo la más estricta disciplina y si quiere usted hacer algo más por él no necesita más que darle una pequeña asignación mensual». Aunque en principio Beethoven pareció dudar, por fin se convenció de que era la mejor solución. Recurrieron para ello a Breuning, que trabajaba en el Ministerio de la Guerra, quien, tras dar su propia aprobación al proyecto, se dirigió al barón Joseph Stutterheim, teniente mariscal de campo, que era propietario, junto con el archiduque Luis, del 8º Regimiento de Infantería, estacionado en Iglau, Bohemia (hoy Jihlava, en la República Checa). El barón aceptó a Karl en su regimiento e incluso prometió que si progresaba bien le guardaría una plaza de oficial. El agradecimiento de Beethoven se tradujo en la dedicatoria de su Cuarteto Op. 131, como veremos más adelante. 

También se habló de la necesidad de que Beethoven entregase la tutela de Karl; evidentemente, Reisser ya no iba a seguir siendo cotutor y había que buscar un sustituto. Aunque Holz y el doctor Bach estuvieron de acuerdo en aconsejar a Beethoven un cambio en este sentido, el asunto se dejó en suspenso en tanto continuara la convalecencia del herido en el hospital.

Como ilustración musical de este desagradable episodio, os traigo otro de los últimos cuartetos de Beethoven, el Op. 132:


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