(En la cubierta de esta novelita se vislumbra la partitura de
Bénédiction de Dieu dans la solitude, de Liszt)
Uno es aficionadillo a la música llamada clásica y por eso, entre otras cosas, mantiene este humilde blog que pretende comenzar cada semana con una pieza que nos dé fuerza para afrontar el lunes y todo lo que viene después. Pero también soy aficionadillo a juntar letras y de mi mente han salido algunas criaturitas que me dedico a difundir por otras vías. Todo esto viene a cuento porque se me ha ocurrido escribir sobre cómo la música en ocasiones inspira ideas para ponerlas en el papel (o en la pantalla del ordenador).
Supongo que habrá infinitos ejemplos mucho más buenos (me vienen a la mente, por ejemplo, La sonata a Kreutzer de Tolstoi o -aunque no esté inspirada en una música concreta-, el Doktor Faustus de Mann), pero voy a hablar sobre mí, no por vanidad, sino porque creo que soy el mayor experto sobre lo que yo pienso y sobre lo que ciertos pasajes musicales me han hecho pensar para luego plasmarlo en alguna que otra historia. Y lo voy a ilustrar con una obra de Dvořák que siempre me da la idea de escribir algo inspirado por ella, pero aún no lo he logrado.
Creo que la primera vez que me ocurrió esto (ya lo conté en la primera entrada de este año) fue cuando escuché la romanza del Concertino para guitarra y orquesta de Salvador Bacarisse. Esa música nostálgica y melancólica me pareció una suerte de lamento de un expatriado por su tierra perdida y añorada (fue escrito en 1952, cuando el compositor vivía exiliado en Francia). Y empecé a escribir algo que iba a llamar precisamente Exilio. Apenas pasó de las doce páginas, pero fue una efusión interesante que, quién sabe, quizá algún día recupere.
Después de esto, otras obras musicales me han impelido a escribir cosas. Por ejemplo, la Cantate de Noël de Honegger, que tantas veces he traído por aquí, es el hilo conductor del relato breve Una cantata de Navidad, en el que cada uno de sus apartados está encabezado por alguna de las frases (en latín, francés o alemán) que canta el coro, con la culminación del Noche de Paz. Otra partitura que tuve muy en cuenta fue la de Bénédiction de Dieu dans la solitude, de las Armonías poéticas y religiosas de Liszt, presente en mi "novela de la pandemia", esto es Las hermanas Sutil, una foto de la cual encabeza este texto. En los últimos tiempos, un pequeño pasaje que ni siquiera he podido identificar (una suerte de glissando ascendente de un arpa sobre una base en compás de 3/4) me llevó a empezar un texto sin título que temo que correrá la misma suerte de Exilio.
Y luego está la obra que os traigo hoy. Se trata de las Variaciones sinfónicas Op. 78, de Dvořák (de 1877, revisadas once años después). Son veintiocho variaciones sobre un tema original, proveniente de un coro masculino titulado Yo soy un violinista. La variación número diecinueve es un etéreo vals que siempre me hace ver cosas que me gustaría plasmar en papel (o en la pantalla del ordenador), pero aún no he sido capaz de hacerlo. En el vídeo que tenéis a continuación está desde 12'42'' hasta 13'27''. Que lo disfrutéis y os inspire.
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