Hoja manuscrita de la Missa solemnis
Beethoven, un negociante no siempre muy honrado
La diferencia entre una biografía y una hagiografía es que en la primera se cuenta todo lo relacionado con el personaje, sea bueno o malo. Lejos de mi intención considerar la Vida de Ludwig van Beethoven como una biografía (ya lo explico en el prólogo), pero menos aún es una hagiografía. Un ejemplo es la siguiente descripción de los tejemanejes que se trajo el compositor para la publicación de una de sus obras más grandiosas, la Missa solemnis (está en las páginas 275-277 del libro):
Con la Misa cerca de su finalización (si bien los numerosos retoques se prolongarían hasta bien entrado 1823) y consciente de la magnitud de su trabajo, Beethoven se propuso obtener un buen beneficio de una obra tan colosal y no siempre lo hizo con demasiada honradez. Ya hemos visto que se la ofreció a Simrock por 125 luises de oro y parecía dispuesto a vendérsela, pero en una carta a Adolf Martin Schlesinger el 13 de noviembre de 1821 se la ofrece a este editor, aclarando que se trata de una de sus obras más grandes y pidiendo por ella 100 luises de oro, lo que equivalía a 200 ducados de oro o 900 florines. Schlesinger le contestó que sí, pero que en la tarifa pedida por Beethoven se incluirían tanto el arreglo para piano de la partitura como las tareas de copiado. Beethoven replicó que él se haría responsable del arreglo y el copiado, pero habría que añadir 100 ducados más a los 200 que había pedido.
En junio del año siguiente, Beethoven, contestando a una petición del editor de Leipzig Carl Friedrich Peters (continuador desde 1814 de la empresa Hoffmeister & Kühnel, que ya había publicado en los primeros años del siglo varias obras de Beethoven), de nuevo ofreció la Misa, entre otras obras, pidiendo otra vez 100 luises de oro e informándolo de que «por esta obra estoy pidiendo al menos 1.000 florines C. M.» y que por esa suma él mismo suministraría el arreglo para piano. En esta misma carta se alude a una edición de las obras completas del compositor, que de nuevo se mostró entusiasmado:
Pero lo que tengo presente más que nada es la publicación de mis obras completas, ya que me gustaría arreglarlas en vida. De hecho he recibido varias ofertas sobre esto. Pero hubo objeciones que encontré difíciles de solventar y condiciones que no podía ni quería aceptar. Me encargaría de tener todo el material listo en dos años o incluso, si es posible, en un año o 18 meses, es decir, a condición de que tuviese la ayuda necesaria; yo mismo prepararía la edición completa y, por ejemplo, para las variaciones un nuevo conjunto de variaciones, para las sonatas una nueva sonata y así, v. g., por cada categoría en las que he compuesto alguna obra compondría una nueva, y por toda la empresa, todo incluido, pediría 10.000 florines C. M.
Volviendo a la Misa, el 26 de junio Beethoven aceptó vendérsela a Peters por los 1.000 florines acordados y le prometió una copia «cuidadosamente elaborada» a finales de julio. En la misma carta hay un pasaje muy interesante:
Bajo ningún concepto conseguirá nunca Schlesinger nada más de mí, ya que también me ha hecho una jugarreta judía. En cualquier caso no es uno de los editores que podría tener la Misa. De momento, sin embargo, la competencia por hacerse con mis obras es muy grande y por ello doy gracias al Todopoderoso. Además, soy el padre adoptivo del hijo indigente de mi difunto hermano. Como este muchacho de quince años muestra tanta aptitud para el conocimiento general, no solo su adquisición de conocimientos y su manutención cuestan ahora bastante dinero, sino que también se ha de proveer su futuro, ya que no somos ni indios ni iroqueses que, como todo el mundo sabe, dejan todo a Dios nuestro Señor y porque una existencia mísera siempre es triste.
Además insiste en que estos tratos se mantengan en secreto. Peters incluso llegó a enviar a Beethoven 360 florines C. M. por anticipado por todas las obras que se le habían solicitado, suma que al final tuvo que devolver el compositor en noviembre de 1825.
Sin embargo, el 22 de agosto ofreció la Misa a Artaria por el mismo precio de 1.000 florines C. M. y, de nuevo volvió a proponer una copia «cuidadosamente elaborada» a Simrock el 13 de septiembre. A vez iba dando largas a Peters y para rematar aún más la cosa, le escribió el 22 de noviembre diciéndole que no solo tenía una, sino dos misas, una de las cuales aún no estaba completa. Todavía habría una oferta de otro editor, Diabelli, en marzo de 1823, de la que hablaremos más adelante, pero entonces Beethoven se había embarcado en un disparatado proyecto que le traería grandes dolores de cabeza y del que trataremos en su momento: el envío de ejemplares manuscritos de la Misa por suscripción a las cortes europeas que lo solicitasen antes de su publicación. Y, como también veremos, el editor que por fin publicó la Misa no fue ninguno de los nombrados hasta ahora, sino Schott, de Maguncia.
Vamos, el lío padre... En fin, os dejo aquí una estupenda versión de esta, una de las obras más importantes de Beethoven, una misa que es más bien una sinfonía coral pareja a la Novena:
(Es muy probable que esta sea la última entrada de 2020. Seguiré en las primeras semanas de 2021 hablando de Beethoven. La maldita pandemia alteró el ritmo de este blog y esa prolongación en el tiempo no será más que un mecanismo de compensación. Y aquí lo dejo. Sed felices.)
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