24.8.20

Beethoven: El testamento de Heiligenstadt (Sonata para violín y piano Op. 30 nº. 1)

El testamento de Heiligenstadt

Estamos ante la primera gran crisis vital de Beethoven. A comienzos del otoño de 1802, escribió en la ciudad de Heiligenstadt un doloroso documento en el que proclama sus penas. Así lo cuento en mi Vida de Ludwig van Beethoven:

Dejamos al final del capítulo anterior a Beethoven en Heiligenstadt, intentando mejorar de su sordera y recuperarse del fracaso de sus descabellados planes matrimoniales con Giulietta Guicciardi. Con mucho tiempo para pensar y rumiar en su mente lo sucedido y su situación. Teniendo, incluso, pensamientos suicidas. Por eso, al final de su estancia allí, se sentó a escribir un documento que se puede considerar una especie de válvula de escape de todos estos sentimientos, un testamento dirigido a sus hermanos y a toda la humanidad con el que pretende reconciliarse con ellos y a la vez confesar en público el secreto que guardaba con tanto celo: su sordera.

[Sigue el texto completo del Testamento, que no voy a reproducir aquí, solo voy a indicar una peculiaridad que tiene: el documento va dirigido a sus hermanos, pero solo escribió el nombre de Caspar Carl, mientras que dejó un hueco en blanco donde debería ir el de su otro hermano, Nikolaus Johann.]

Mucho se ha especulado sobre la no inclusión del nombre de Nikolaus Johann en el texto. Hay quienes sacan profundas conclusiones psicológicas sobre la relación de Beethoven con sus hermanos (Solomon) y quienes se limitan a señalar que Beethoven dudaba de cómo dirigirse a él, si como Nikolaus, como Johann o como Nikolaus Johann. El documento no fue encontrado hasta poco después de la muerte de Beethoven, es posible que por Schindler, y pasó de mano en mano hasta que a finales del siglo XIX quedó depositado en la biblioteca de la Universidad de Hamburgo, donde aún se conserva. Se publicó por primera vez en 1832, en el suplemento del libro de Ignaz von Seyfried Ludwig van Beethoven’s Studien im Generalbasse, Contrapuncte und in der Compositions-Lehre, del que ya se ha citado algún pasaje y del que hablaremos más en su momento. 

Sin embargo, esta muestra de desesperación no implicó una mengua en la capacidad creadora de Beethoven, pues 1802 fue un año muy rico en composiciones y publicaciones. En febrero completó la Segunda Sinfonía, que había empezado a escribir a finales de 1800; entre marzo y mayo compuso las tres sonatas para piano y violín Op. 30 y a la vez empezó las variaciones para piano Op. 34 y 35, las más ambiciosas que había creado hasta ese momento, y entre junio y septiembre escribió las tres sonatas para piano Op. 31. En cuanto a las publicaciones, Cappi imprimió en marzo de 1802 la sonata para piano Op. 26 (dedicada al príncipe Lichnowsky) y las dos sonatas quasi una fantasia Op. 27 (con dedicatorias para la princesa Liechtenstein y Giulietta Guicciardi, respectivamente). También en marzo, pero publicada por Hoffmeister en Leipzig, apareció la sonata para piano Op. 22, dedicada al conde Browne. También fue Hoffmeister quien sacó a la luz, a finales de junio o comienzos de julio, el celebérrimo Septeto Op. 20, con una dedicatoria a la emperatriz María Teresa. En agosto le llegó el turno a la sonata para piano Op. 28, publicada por la Oficina de Artes e Industria, dedicada a Joseph von Sonnefels. Y apenas unos días después, el 18 de octubre de 1802, escribió una carta a Breitkopf & Härtel ofreciéndoles las variaciones Op. 34 y 35 de esta manera: 


He compuesto dos conjuntos de variaciones, uno consistente en ocho variaciones y el otro con treinta. Ambos conjuntos están trabajados de una manera muy nueva y cada uno de un modo separado y diferente. Preferiría infinitamente hacer que los imprimiesen ustedes, pero no bajo otra condición que por unos honorarios de 50 ducados por ambos conjuntos – No consientan que haga esta oferta en vano, pues les aseguro que no se lamentarán con respecto a estas dos obras – Cada tema es tratado de su propia forma y de una manera diferente al otro. Habitualmente he de esperar que otras personas me digan cuándo tengo nuevas ideas porque nunca lo sé por mí mismo. Pero esta vez – yo mismo puedo asegurarles que en estas dos obras el método es muy nuevo allí hasta donde me concierne – 

Por tanto, no se puede decir que esos sombríos sentimientos hiciesen mella en su trabajo, ni siquiera que se trasluciesen en el ánimo que mueve a todas esas obras, tan diferentes entre sí, que no se puede decir que estén unidas por un invisible hilo en cuyo extremo haya un estado de ánimo negativo. Y la vigorosa defensa de sus variaciones y del nuevo modo de concebirlas en la carta a Breitkopf & Härtel deja claro que la crisis dejó paso a nuevas fuerzas que lo redimirían, como siempre, por medio del trabajo duro en su arte.

Os dejo con una de estas obras del año 1802, la Sonata para violín y piano nº 6 en la mayor, Op. 30 nº. 1, en unas inmejorables manos:

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