Brahms era un compositor enormemente exigente y autocrítico. Ya se ha mencionado por aquí, por ejemplo, que antes de sacar a la luz su primer cuarteto de cuerdas había escrito (y destruido) unos veinte. Esta actitud le llevó en alguna ocasión en pensar en poner fin a su carrera creadora. Tal parece que sucedió en el verano de 1890; sin embargo, un año después conoció a Richard Mühlfeld, clarinetista de la Orquesta de la Corte de Meiningen (una de las más prestigiosas por entonces en toda Alemania) y gracias a su excelente forma de interpretar, que impresionó a nuestro compositor, surgieron cuatro extraordinarias obras de cámara con ese instrumento como protagonista: el Trío para piano, clarinete y violonchelo Op. 114 y el Quinteto para clarinete y cuarteto de cuerda Op. 115, ambas obras de 1891, y tres años después las dos sonatas para clarinete y piano Op. 120. Quizá estas últimas sean algo menos conocidas, por eso os traigo aquí la segunda de ellas, en una interpretación de garantías, con uno de los mejores clarinetistas de las últimas décadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario