14.9.20

Beethoven y Josephine Deym (Lied y variaciones para piano a cuatro manos "Ich denke dein", WoO 74)

Josephine Deym (c. 1804)

Beethoven y Josephine Deym

Os hablo hoy de una de las candidatas a ser la "Amada Inmortal", como siempre con un fragmento de mi Vida de Ludwig van Beethoven (pp. 113-115):

El 27 de enero de 1804 murió Joseph Deym. Su esposa, Josephine, quedó viuda con cuatro hijos. Tal vez nunca dejó de tener relación con Beethoven, pero desde la muerte de su esposo esta se intensificó; a partir de octubre incluso volvió a darle lecciones de piano y aquel otoño e invierno Beethoven se enamoró perdidamente de ella. He aquí algunos ejemplos de las expresiones de afecto que utilizó el compositor en las diversas cartas que envió a la condesa: 
Bien, cierto es que no he sido tan diligente como podía haber sido – pero una aflicción privada – me robó durante mucho tiempo – mi habitual e intensa energía. Y durante un tiempo después de que el sentimiento de amor por usted, mi adorada J[osephine], empezase a surgir en mí, esta aflicción se incrementó aún más – Tan pronto estemos juntos de nuevo sin nadie perturbándonos, escuchará usted todo sobre mis penas verdaderas y la lucha conmigo mismo entre muerte y vida, una lucha en la que llevo enzarzado un tiempo – Pues durante un largo periodo, cierto acontecimiento me ha hecho desesperar de conseguir incluso cualquier tipo de felicidad durante mi vida en esta tierra – pero ahora las cosas ya no van a ser tan malas. Me he ganado su corazón. Oh, sé ciertamente cuánto valor he de otorgar a esto. Mi actividad se incrementará de nuevo y – aquí le hago la solemne promesa de que en poco tiempo me presentaré ante usted más digno de mí y de usted – Oh, ojalá diese usted algún valor a esto, quiero decir, a sentar mi felicidad por medio de su amor – aumentarla – Oh, amada J[osephine], no es deseo por el otro sexo lo que me lleva hacia usted, es precisamente usted, toda usted con todas sus cualidades individuales. (Primavera de 1805.) 
 ...de ella –  la única amada – por qué no hay lenguaje que pueda expresar lo que está muy por encima de toda simple consideración – muy por encima de todo – aquello que no podemos describir – Oh, quién puede nombrarla a usted – y no sentir que por mucho que pudiera hablar sobre usted – que nunca podría conseguirla – a usted – solo en música – Ay, no me enorgullezco demasiado cuando creo que domino más la música que las palabras – Usted, usted, mi todo, mi felicidad – ay, no – incluso en mi música no puedo hacerlo, aunque en este aspecto vos, Naturaleza, no habéis escatimado vuestros dones conmigo. Y aun así es demasiado poco para usted. Late, aunque en silencio, pobre corazón – que es todo lo que puedes hacer, nada más – por usted – siempre por usted – solo usted – eternamente usted – solo usted hasta que me hunda en la tumba – Mi bálsamo – mi todo. Oh, Creador, cuida de ella – bendice sus días – que todas las calamidades caigan sobre mí – Solo usted – Que sea usted fortalecida, bendecida y consolada – en la desdichada aunque con frecuencia feliz existencia de nosotros, mortales – Aunque usted no me hubiese atado de nuevo a la vida, aun así habría significado todo para mí – (Primavera de 1805) 
Mañana por la tarde veré a mi querida, mi amada J[osephine] – Dígala que para mí es mucho más querida y más preciada que cualquier otra persona. (1805) 
A estas expresiones amorosas Josephine respondió con afecto y amistad pero dejando claro que prefería una relación platónica, como indica este borrador de una carta que envió a Beethoven hacia la primavera de 1805: 
La relación más íntima con usted, querido Beethoven, en estos meses de invierno ha dejado impresiones en mi corazón que ni el tiempo – ni las circunstancias borrarán - ¿Es usted feliz o desdichado? – puede usted decirlo – También – con respecto a sus sentimientos por el control de sí mismo – o su libre expresión – qué habría usted – así cambiado – Mi alma, ya inspirada en usted antes de que le conociese personalmente – se ha nutrido de su afecto. Un sentimiento que yace profundamente en mi alma y es incapaz de expresarse me hace amarle; incluso después de que supiese que su música despertaba inspiración en mí – su amable naturaleza y su afecto lo fortalecieron – Este favor que me otorga, el placer de su compañía, sería el mejor ornato de mi vida si usted hubiese sido capaz de amarme menos sensualmente – ya que no puedo satisfacer el amor sensual – esto causa su enojo – yo tendría que romper los sagrados votos si tuviera que atender su deseo – Créame – soy yo quien más sufre en el cumplimiento de mi deber – y mis acciones sin duda están dictadas por motivos nobles. 
Sea como fuere y ante la proximidad de la guerra, Josephine salió de Viena con sus hijos y pasó el otoño de 1805 y el invierno de 1805-06 en Ofen (hoy parte de Budapest), junto a su madre, con lo cual dejaron de verse por un tiempo. Más adelante, en la primavera y el verano de 1806, estuvo en Transilvania con su hermana Therese visitando a su otra hermana, Charlotte. Aunque aún se trataron con frecuencia en 1807 (ese año hay cinco cartas de Beethoven a Josephine incluidas en la obra de Anderson, algunas de las cuales citaremos más adelante), la condesa emprendió un largo viaje en agosto de 1808 por Europa, después del cual no parece que se reanudase la relación entre ellos. Josephine se casó en febrero de 1810 con el barón Christoph von Stackelberg; su matrimonio fue igual de desgraciado que el primero. Como Josephine sigue siendo una de las candidatas a ser la «Amada Inmortal», ya volveremos a hablar sobre ella y sobre lo que fue de su vida cuando lleguemos al momento en que Beethoven escribió su apasionada carta de julio de 1812.

La pieza musical que os traigo es la única que Beethoven dedicó a Josephine (junto a su hermana Therese).




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