En la primera mitad del siglo XIX, el éxito verdadero no le llegaba a un compositor si no triunfaba en el mayor espectáculo de la época, la ópera. Berlioz también lo intentó a lo largo de toda su vida, con éxito desigual. Llegó a completar cinco óperas: la primera de ellas, Estelle et Némorin, una obra de juventud, no se conserva y de la segunda, Les francs-juges, solo nos han llegado la obertura y algunos números; Benvenuto Cellini está basada en la vida del famoso orfebre florentino del siglo XVI, Béatrice et Benedict -la última que compuso- es una adaptación de Mucho ruido y pocas nueces. Para el final dejo el proyecto que más quebraderos de cabeza le supuso, Les troyens, basada en la Eneida. Para poderla estrenar tuvo que dividirla en dos (es una grand opéra en cinco actos que dura casi cuatro horas) y su segunda parte, titulada Les troyens à Carthage obtuvo un gran éxito cuando se estrenó en noviembre de 1862. Sin embargo estas mutilaciones -junto a otras que siguieron, tanto en las puestas en escena como en la publicación de la música- desanimaron al compositor para perseguir una reposición, que no se dio hasta treinta años después. Aquí os dejo la obertura, en una versión histórica.
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