18.11.24

Bruckner: Sinfonía n.º 8 en do menor

Hans Richter (1843-1916), que dirigió el estreno de esta obra
(Foto de Herbert Rose Barraud, c. 1880)

Dado que no pudo acabar la Novena (de la que hablaremos en su momento), podríamos considerar la Octava Sinfonía de Bruckner como el punto culminante del ciclo, la pieza con la que logró sublimar todo su pensamiento sinfónico, uno de los hitos de este género en el que algunos dieron en llamar "el siglo de la gran sinfonía", que, a mi parecer, comienza con la Heroica de Beethoven en 1803 y tal vez llegue a su cúspide con la Octava de Mahler en 1907.

Bruckner trabajó en su Octava sinfonía entre 1884 y 1887. En septiembre del último año citado mandó la partitura al director Hermann Levi, en cuyo criterio nuestro compositor confiaba casi ciegamente. La opinión negativa de Levi lo llevó a sufrir un ataque de nervios y de inmediato empezó a revisar la partitura. Finalmente se estrenó en Viena el 18 de diciembre de 1892, bajo la dirección no de Levi, sino de Hans Richter y con una dedicatoria al emperador Francisco José I.

Siempre se ha hablado sobre el supuesto "provincianismo" de Bruckner, muchas veces junto a una especie de "asombro" porque alguien tan (digámoslo sin ambages) paleto hubiese hecho cosas tan sublimes. Tal vez esta forma de ver las cosas llegue a su cénit en el texto que Richard Osborne escribió para la grabación que en 1975 realizó Karajan de esta pieza. Os cuento algunas lindezas. Primero habla de los comentarios que hizo Josef Schalk (uno de los villanos de esta historia, como sabréis si habéis leído alguna otra de estas entradas), que "hubo de acudir" al Prometeo de Esquilo para analizar lo que decía la sinfonía, unas analogías que -sigo citando textualmente- eran "mejores que las del propio Bruckner". Es decir, tenía que venir alguien a decirle a Bruckner en qué se había inspirado... Habla después de que el scherzo de la obra se "resintió" de que Bruckner asociara la música con el "deustche Michel", una suerte de arquetipo de campesino. Por supuesto, de nuevo hubo quien tuvo más claro que el propio compositor de dónde había sacado la idea. Y, para no enrollarme demasiado, terminemos con el comienzo del finale, que, según el comentarista, Bruckner "ingenuamente describió como cosacos al galope". Sin duda los esclarecidos críticos encontrarían otro elemento que el pobre compositor no supo expresar... En fin...

Hay tres versiones hoy en día de esta obra. La original de 1887, editada por Leopold Nowak en 1972, la que es una mezcla de las versiones de 1887 y 1890, editada por Robert Haas en 1939 y la versión de 1890, editada por Nowak en 1955. Aquí tenéis un ejemplo de la tercera, dirigida por Celibidache, que siempre es una garantía.


11.11.24

Puccini: "Il trittico"

Giulio Ricordi (1840-1912)

Ya en 1904 había tenido Puccini la idea de escribir tres óperas en un acto para que se representasen en la misma velada. Fue la oposición de su entonces editor, Giulio Ricordi, lo que retrasó el proyecto hasta después de su muerte, en 1912. El problema, como tantas otras veces, fue encontrar la historia ideal (o las historias ideales) para convertirla en un libreto. En el caso de la primera ópera del tríptico, Il tabarro, fue, como muchas otras veces, una obra de teatro, en este caso de Didier Gold, Le houppelande, la cual adaptó Giuseppe Adami; se trata de una sórdida historia de celos que acaba en asesinato. La segunda, Suor Angelica, es un drama conventual solo para voces femeninas cuyo libretista, Giovacchino Forzano, elaboró a partir de diversas fuentes en las que se ponían frente a frente la sensualidad y la vocación religiosa. También hay quien dice que el suicidio de su sirvienta Doria Manfredi, tras las acusaciones de la esposa de Puccini de que tenía una relación con ella pudo haber infuido, sobre todo cuando, tras la autopsia, se descubrió que la joven en realidad era virgen.

Pero sin duda la más exitosa de las tres piezas es la tercera, Gianni Schicchi, una ópera bufa cuyo texto también es obra de Forzano y que se basa en un episodio de la Divina Comedia de Dante (en el canto XXX del Infierno). Tan exitosa que muchas veces se ha interpretado olvidándose de las dos anteriores, algo que sin duda no hubiese gustado demasiado a su autor.

Il trittico se estrenó en el Met de Nueva York el 14 de diciembre de 1918. Tres óperas en una: una dramática-trágica, otra sentimental y otra bufa. Aquí os las dejo, en una representación de la Ópera de San Francisco.

4.11.24

Bruckner: Sinfonía n.º 7 en mi mayor

Eduard Hanslick (1825-1904)
Némesis de Wagner y también de Bruckner

No tardó mucho Bruckner en ponerse a trabajar en su Séptima sinfonía una vez concluida la Sexta. Comenzó en los primeros días del otoño de 1881 y lo mantuvo ocupado durante los dos años siguientes. En esta época vivió la que sin duda fue una de las experiencias más excitantes de su vida: en 1882 asistió a la primera representación de Parsifal en Bayreuth y se encontró por última vez con su idolatrado Wagner. La muerte del genio de Leipzig influyó en el discurrir de la sinfonía, ya que su Adagio se compuso pensando en que tal hecho sería inminente y, cuando se produjo, en febrero de 1883, Bruckner culminó ese segundo movimiento en consonancia con tal acontecimiento. No es de extrañar que cuando acabó la pieza, no se plantease su estreno en Viena, donde Eduard Hanslick seguía ejerciendo su tiranía antiwagneriana que también salpicó a nuestro compositor. El estreno de la obra tuvo lugar en Leipzig, el 30 de diciembre de 1884, bajo la dirección de Arthur Nikisch. Mal que le pesase a Hanslick y sus acólitos, esto supuso la consagración de Bruckner como sinfonista. Después de ese éxito (el aplauso al terminar duró quince minutos), en Viena recapacitaron y la Filarmónica pidió interpretar la obra. El compositor primero lo rechazó, pero acabó aceptando y, a pesar de los reparos de Hanslick, el éxito se repitió, tanto que tuvo que salir a saludar reitreradas veces después de la conclusión de cada movimiento y se celebró una cena en su honor. En fin... Aquí os la traigo al mando de otro de los grandes directores brucknerianos, Günter Wand. Disfrutadla.