Strauss, ¿el maldito?
De Richard Strauss muchas veces se habla más mal que bien. Ya no solo por su ambigua relación con el nazismo (ambigua solo en la superficie; sí, es cierto que se quedó en la Alemania de Hitler, pero siguió, al menos en principio, trabajando con libretistas judíos como Stefan Zweig y su propia nuera también era judía), sino por su supuesto conservadurismo, su "vuelta atrás" después de dos obras maestras como Salome y Elektra para componer ese divertimento vienés llamado El caballero de la rosa... Incluso de una maravilla como las Cuatro últimas canciones he llegado a leer que su principal defecto es "estar compuestas con cincuenta años de retraso". En fin, estamos ante un compositor colosal, que también defendió en su momento las vanguardias aunque luego no formase parte de ellas y que tiene una música más que disfrutable, a veces vulgar -en apariencia- pero siempre brillante y magnífica. Os dejo aquí precisamente esa maravilla que son las Cuatro últimas canciones, en una excelente versión.
David Oistrakh, siempre decadente
Es curioso, porque en muchas grabaciones de las que tengo protagonizadas por este gran violonista de origen ucraniano (nació en Odessa en 1908) se dice que no está en su mejor momento. Incluso hay quien se permite la frivolidad de decir que "su barriga creció al mismo ritmo que su decadencia". Ni caso. Estamos ante uno de los mejores violinistas del siglo XX, que nos ha dejado auténticas maravillas, como la que os pongo a continuación, un arreglo del sublime Clair de lune de Debussy. Puro décadentisme. Disfrutadlo.