En el segundo acto de su ópera más famosa, El barbero de Sevilla, insertó Rossini otra descripción de una tormenta, que también es bastante conocida. Tras sonar esta música, aparecen Fígaro y el Conde empapados por la lluvia, poco antes de que éste descubra a Rosina que no es Lindoro, de quien se ha enamorado ella, sino Almaviva.
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