De la lectura de reseñas biográficas de Robert Schumann se deduce que fue un hombre feliz que logró casi todo lo que se propuso. Dedicarse a la música tras dudar sobre este arte o la literatura, conquistar a la mujer de sus sueños y casarse con ella a pesar de la oposición de su padre, crear un corpus musical paradigmático del romanticismo musical...
Una vida feliz y plena que sólo se quebró al final a causa de la enfermedad. Probablemente fue una sífilis la que llevó a la demencia a Schumann, que le impulsó a intentar suicidarse y que a la postre obligó a recluirle en el manicomio cercano a Bonn en que pasó los dos últimos años de su vida.
Poco antes del ataque final, en el otoño de 1853 (cinco meses después se arrojó al Rin) Schumann escribió su Concierto para violín en re menor, en una efusión creadora que le llevó a componerlo en apenas trece días.
Lo cierto es que al escucharlo uno no puede sino pensar que la enfermedad ya estaba haciendo mella en el compositor. El primer movimiento comienza con una serie de acordes deslavazados de la orquesta que parecen luchar por encontrarse y así formar una melodía, lo cual no consiguen. Algo de esto debió de ver el gran violinista Joseph Joachim (1831-1907), amigo de los Schumann y después de Brahms, para quien fue escrito el concierto. Joachim ni interpretó jamás el concierto en público ni permitió que se diera a la imprenta. Es más, estipuló en su testamento que no saliera a la luz hasta al menos cien años después de la muerte de Schumann.
Sin embargo no fue en 1956 cuando se estrenó, sino 19 años antes. Lo chusco de la historia viene aquí precisamente. Joachim tenía una sobrina nieta, Yelly d'Aranyi (nacida en Budapest en 1895 y muerta en Florencia en 1966), violinista como él, que en 1933 empezó a decir públicamente que el fantasma de su tío abuelo e incluso el de Schumann se le estaban apareciendo para hablar de la existencia de ese concierto inédito y oculto e instando a quienes correspondiese para que lo buscasen. Esto, que normalmente hubiese hecho que se la tomase por loca, fue sin embargo seriamente considerado nada menos que por el influyente crítico musical británico Sir Donald Tovey (1870-1940), íntimo amigo que fue de Joachim, que llegó a decir que tenía "una convicción positiva de que el espíritu de Schumann" estaba inspirando a la violinista...
El caso es que tanto debió de insistir la señorita d'Aranyi que finalmente se encontró la obra; se encargó su estreno a Yehudi Menuhin. Pero entretanto llegó el nazismo al poder y el violinista judío fue, por lo tanto descartado. Definitivamente fue Georg Kulenkapmpff quien lo presentó al público en un concierto con la Orquesta Filarmónica de Berlín en noviembre de 1937.
De esta forma los seres del otro mundo consiguieron dar a conocer a los mortales esta extraña y demencial obra...
Excelente história. Muito interessante.
ResponderEliminarFascinante. ¿En qué estaba yo perdiendo el tiempo, que hace mil años que no paso por aquí? Me merezco todo lo que me pase.
ResponderEliminarPor cierto ¿que sabes de Antoine Forquenay, que el otro día escuché algo suyo y me picó la curiosidad?
Un abrazo
Pues poco sé de él aparte de que era una especie de animal de bellota que martirizó a su esposa y a su hijo (el cual, a pesar de ello, se encargó de publicar las obras de su padre tras su muerte, porque él se había negado a hacerlo). Curiosamente en cierta ocasión alguien, que sabía que era bibliotecario, me pidió información sobre una tesis publicada sobre él y fui icapaz de encontrarla...
ResponderEliminarDefinitivamente pone la piel de gallina en el buen sentido, estoy comenzando a leerla para tocarla dentro de poco tiempo. creo que lo mejor sera invocar al espíritu de schumann para que me ayude con los detalles interpretativos.
ResponderEliminarmuchas gracias por la informacion