Tras un receso debido a unas breves vacaciones, volvemos a la carga. En el aludido receso he tenido la oportunidad de volver a Granada y, por tanto, de realizar mi tercera visita a la Alhambra. A pesar de que ahora hay muchas más restricciones (mi anterior estancia se remonta a 1983) y los visitantes tienen muy poca libertad para disfrutar de aquella maravilla del arte nazarí, su capacidad de evocación y de asombrar a quien la contempla sigue intacta. Ese poder también tuvo su influjo sobre Manuel de Falla, que dedicó la primera de las tres partes de sus Noches en los jardines de España al palacio veraniego de los reyes de Granada, el Generalife. Aquí la tenéis protagonizada por una de nuestras pianistas más universales, Alicia de Larrocha.
7.4.14
Mendelssohn: Sinfonía nº 3 en la menor "Escocesa"
Quizá ya haya dicho por aquí el motivo por el que creo que se infravalora a Mendelssohn, por el que se le considera "un número uno, pero de la segunda fila". Su vida carece por completo de los tintes novelescos que parece han de perseguir a los verdaderos genios. No pasó hambre ni privaciones, no participó en ninguna revolución, no padeció las consecuencias de ninguna guerra... Lo único que cumple para tener ese halo de leyenda fue su prematura muerte, a los 38 años de edad. Pertenecía a una familia culta (el célebre filósofo Moses Mendelssohn fue abuelo suyo) y acomodada, convertida al protestantismo, parte de la alta burguesía. Tuvo una refinada educación y se relacionó con lo más florido de la cultura alemana de la época, Goethe incluido. Sus obras tienen una rara perfección y, aunque no se puede decir que fuese un revolucionario musical, creo que se merecería estar entre las cumbres de la música germánica de la primera mitad del siglo XIX. Hoy os traigo un ejemplo de esa perfección, su Tercera Sinfonía, conocida como Sinfonía Escocesa.