(La familia Reger en 1909)
V - LEIPZIG (1907-1911)
La prensa musical de Leipzig era esencialmente conservadora, pero hasta los más críticos con la música moderna como Smolian o Walter Niemann (1876-1953) hubieron de reconocer la importancia de Reger. A los amigos habituales como Straube se añadieron allí los nombres del pintor Max Klinger (1857-1920), el poeta Richard Dehmel (1863-1920), Julius Klengel (primer violonchelo de la Gewandhaus), el compositor noruego Christian Sinding (1856-1941) o el director Arthur Nikisch y una cohorte de pupilos como el suizo Othmar Schoeck (1886-1957), el checo Jaromír Weinberger (1896-1967) o el húngaro Georg Szell, que se reunían en lo que Reger llamaba el “hotel del Infierno del Contrapunto”, su casa en la Felixstrasse. Adolf Wach (1843-1926), consejero privado, jurista de la Universidad, audaz montañero y yerno de Mendelssohn (estaba casado con la hija menor del gran compositor, Lili), y Reinhold Anschütz, presidente de la Sociedad Bach, influyeron decisivamente en la obtención de sus puestos en Leipzig, gracias a la mediación de Straube. Se concedieron a Reger doctorados honoris causa en Berlín (el segundo no exento de polémica, como veremos) y Jena, este último debido en gran medida a Fritz Stein, profesor de esa universidad y admirador suyo. La composición del célebre Salmo 100 fue una respuesta a esta distinción.
En marzo de 1907 llegó el matrimonio Reger a Leipzig, a vivir con una tía abuela de casi 90 años. En julio adoptaron a una huérfana, Christa (1905-1969) y en octubre de 1908 a otra, Lotti (1907-1963). Reger siempre sintió adoración por sus hijas adoptivas, algo que sin duda se puede comprobar al ver lo diferente que es el semblante del compositor en las fotografías que tiene con ellas de la habitual faz severa y malhumorada.
Muy pronto Reger abandonó el primero de los cargos para el que le habían nombrado, el de director de música de la Universidad, pero siempre permaneció fiel a las clases magistrales que la institución había preparado para él. Henri Hinrichsen (1868-1942), gran impulsor junto con Max Abraham de la editorial Peters, (que moriría asesinado por los nazis en Auschwitz), le dotó de una generosa beca que le permitió dejar de lado de momento su intensa actividad como intérprete para que se pudiera centrar en crear música, cuya característica fundamental en estos años es la orientación hacia la orquesta sinfónica. De hecho, anunció a sus amigos que de ahí en adelante sólo deseaba “escribir obras importantes”. Sin embargo, de momento no pudo zafarse de Lauterbach & Kuhn para irse a Peters. Los admiradores, los alumnos, la recepción de estas obras hicieron que Reger pasase a ser visto como el más grande compositor alemán, junto a Richard Strauss.
Una de estas grandes obras sinfónicas fue el Concierto para violín, que Reger abandonó para componer a toda prisa un Trío para piano, violín y violonchelo (en mi menor, Op. 102), estrenado en marzo de 1908 en la Gewandhaus de Leipzig a partir del manuscrito. Su interpretación se repitió en el festival de música de cámara de Darmstadt, con un gran éxito que además le supuso la concesión de la medalla de plata de las Artes y las Ciencias por parte del gran duque de Hesse.
Como hemos visto, el primer movimiento del Salmo 100, Op. 106, se compuso con ocasión del doctorado honoris causa por la Universidad de Jena, que coincidió con el 350º aniversario de su establecimiento; más adelante, en 1909, completaría la obra que él mismo estrenó en Chemnitz. Se convertiría en su trabajo sinfónico-coral más célebre.
Este mismo año de 1908 se estrenó por fin el Concierto para violín en la mayor, Op. 101. Reger siempre vio este concierto como parte de una tradición heredada; en una carta a Straube escribió:
Tal vez tomes mis palabras como un signo de tremenda arrogancia, pero me parece que este concierto para violín es un digno continuador de la línea Beethoven-Brahms. Después de todo, los conciertos para violín de Beethoven y Brahms son los únicos que tenemos.
Henri Marteau, cuando ensayó la parte solista con Reger en el piano, ya se mostró absolutamente encantado por la obra e indicó que era “sencillamente fenomenal”. Él mismo se encargó del estreno, el 13 de octubre de 1908, en la Gewandhaus y bajo la dirección de Arthur Nikisch que, como era tradicional, unía el cargo de director de la Filarmónica de Berlín con el del conjunto de Leipzig.
La obra sólo recibió críticas favorables de Arthur Smolian. Quizá la causa de esta falta de entusiasmo fuesen sus vastas proporciones y la complejidad de armonías y contrapuntos, unida a la naturaleza sinfónica de la escritura de Reger, que conscientemente evitó toda concesión al lucimiento virtuosístico del solista. Él tenía claro que la esencia del concierto no estaba en su superficie y esperaba que, a pesar de la “brutal indiferencia” hacia esta obra y hacia su música en general, con el tiempo ganase en popularidad. Sus esperanzas no se materializaron.
Finalizado el plazo de la beca de Hinrichsen, Reger volvió a su intensa actividad en conciertos, que desde este momento incluyó cada vez más la faceta de director.
Según se desprende de las críticas de los conciertos como director de Reger en Múnich, su forma de dirigir era angulosa, con poca atención a la técnica y mucha libertad en las indicaciones de expresión; para críticos como Rudolf Louis esto era un grave defecto pero otros (véase el texto de Prokófiev citado ut supra) señalaban que sus manos frecuentemente eran muy expresivas, especialmente la izquierda. Más adelante, ya en Meiningen, Reger hablaría abiertamente en contra de los directores-divos y haría hincapié en el papel del director como mero transmisor de los deseos del compositor. Los programas de sus conciertos solían ser audaces, pues incluían obras de Bruckner, Grieg, Richard Strauss, Chaikovsky y Debussy además de las suyas.
En medio de esta efusión sinfónica Reger no abandonó del todo la composición de obras más pensadas para uso “doméstico”. De este cariz son las reunidas en el Op. 103; la Suite para violín y piano en la menor Op. 103a es de agosto de 1908 y a comienzos del verano de 1909 vinieron las dos Pequeñas sonatas para violín y piano Op. 103b, dedicadas a un violinista y director de Altona, Robert Bignell, entusiasta de la música contemporánea. (El Op. 103c, 12 piezas para violín y piano derivadas de los lieder Op. 76 data de marzo de 1916; entonces Reger llamó a este Op. 103 “Hausmusik para violín y piano”).
La composición de las dos pequeñas sonatas Op. 103b (llamadas así en contraste con su estilo de cámara de los años anteriores) la anunció Reger a Carl Wendling como integrantes de sus “nuevas obras para el año siguiente” en mayo de 1908:
Acabo de escribir a Schillings [por entonces director musical de la Ópera de la Corte de Stuttgart] que el próximo invierno quisiera dirigir mi nueva obra orquestal, el Prólogo Sinfónico, en un concierto de la Real Orquesta de la Corte de Stuttgart. Cuando se establezca la fecha de este concierto sinfónico, sería muy bueno fijar otra muy cercana para sus veladas de música de cámara. En esa velada yo podría tocar mi sonata para clarinete, usted tocaría mi nuevo cuarteto para cuerdas y usted y yo interpretaríamos mis nuevas “pequeñas sonatas” para violín y piano.
El concierto de cámara tuvo lugar el 10 de noviembre de 1909 y en él no se tocaron esas sonatas, sino el Trío para piano Op. 102
El idilio de Leipzig duró poco, pues Reger seguía reaccionando muy mal a las críticas negativas. Cuantas más recibía, más intensificaba su actividad con mayor menoscabo de su salud. Además, seguía aprovechando cualquier excusa para atacar a sus poco sensibles contemporáneos. Como había hecho algunos años antes con sus revisiones sobre Hugo Wolf, la celebración del centenario de Mendelssohn en 1909 le sirvió para publicar un incendiario artículo en esa línea.
El día de Navidad de 1908 Reger escribió a Straube informándole de que, tras el Prólogo sinfónico para una tragedia Op. 108 había comenzado una sonata para clarinete. Según escribió a Hinrichsen el 28 de diciembre:
He conseguido eliminar en mí todo residuo y factor de influencia... Me siento estupendamente porque estoy como si realmente hubiese empezado a componer apenas hace dos años, a componer de la forma que siempre había imaginado. La nueva sonata para clarinete y piano... será una obra ligera y amigable, no demasiado larga para que el sonido del instrumento de viento no canse.
Dos días después dijo a Adolf Wach:
Mi nueva sonata... crece rápidamente; será una obra inusualmente clara; desde luego, no se pueden hacer muchas exigencias técnicas a un instrumentista de viento porque se corre un gran peligro de que el estilo camerístico se pierda y se convierta en un concertino; esto último sería fatal. Brahms nos dio ejemplos de cómo debe ser el estilo.
La obra quedó terminada el 20 de febrero de 1909 y Reger tuvo problemas con su dedicatoria, como se deduce de la carta que envió, pidiendo ayuda, a Anschütz:
Una gran petición: ¡se me ha sugerido que dedique mi nueva sonata al gran duque de Hesse! ¡Se supone que ahora he de pedir oficialmente que acepte la dedicatoria! ¡No tengo ni idea de lo que ha de hacerse! Por favor, no se enoje si le importuno mucho. Con agrado le ayudaré si en alguna ocasión tiene que componer algo. Su muy humilde servidor, Hansel el cromático.
El 9 de junio de 1909 estrenó esta tercera Sonata para clarinete en si bemol mayor, Op. 107, en el segundo festival de música de cámara de Darmstadt con Julius Winkler como clarinetista; fue un gran éxito. Reger también arregló la obra para viola y piano y violín y piano. La versión para violín y piano se presentó en el segundo concierto en el que se interpretó este Op. 107, el 28 de octubre de 1909, en Dresde.
En enero de 1909 Reger tuvo un encuentro que fue de enorme importancia. En Colonia, el joven violinista de 17 años Adolf Busch (1891-1952) tocó, junto con su hermano Fritz en el piano, el concierto para violín de Reger de memoria. Este hecho no sólo le impresionó, sino que fue comienzo de una gran amistad que duró más allá de la muerte de Reger, pues Busch se convirtió en otro de los grandes difusores de su música. Ya en 1911 Fritz Busch (1890-1951) dirigió un primer festival Bach-Reger en Bad Pyrmont, donde el compositor y Adolf actuaron juntos en público por primera vez y donde también se interpretó el Concierto para violín.
Parecía que las cosas volvían a su cauce; Reger se reconcilió con Max von Schillings y, por lo tanto, pudo volver a ingresar en la ADMV; el Cuarteto para cuerdas en mi bemol mayor Op. 109 sirvió para que los cuartetos estables volvieran a interesarse en su música después de su “salvaje” predecesor, el Op. 74. Reger había interpretado en marzo de 1909 el quinteto con piano de Brahms junto con el Cuarteto Bohemio y esta experiencia le animó a escribir la obra. En mayo ya lo había acabado y el estreno se produjo al poco de la publicación, el 30 de septiembre de 1909, en Frankfurt, a cargo del Cuarteto del Museo de aquella ciudad. El Cuarteto Bohemio, que se convertiría en una especie de “cuarteto de ensueño” para Reger, pronto lo incluyó en su repertorio y lo interpretó en Berlín, Praga, Múnich y Leipzig y contribuyó decisivamente a la buena recepción que tuvo. Reger dedicó la obra a Adolf Wach; ya sabemos que el yerno de Mendelssohn fue uno de los principales responsables de llevar a este innovador compositor católico a la archiluterana y conservadora Leipzig. La amistad entre ambos se prolongaría incluso después del traslado de Reger a Meiningen y Jena. Precisamente el que esta obra no se cuente entre las más radicales de Reger se achaca en ocasiones a quien esta dedicado y a su ilustre suegro, del que ese año se celebraba el centenario.
En mayo de 1910 se celebró el primer festival Reger, organizado en Dortmund por Henri Marteau, donde en siete conciertos se dio un repaso a toda su obra y en el que, además de Marteau, participaron otros intérpretes admiradores de Reger como Straube o la pianista Frieda Kwast-Hodapp (1880-1949), que después estrenaría el Concierto para piano. Este evento revolucionario de música contemporánea supuso también el punto más alto de la fama de Reger. Sin embargo, no todo podía ser bueno: Niemann, que hasta entonces se había mostrado favorable, advirtió del autobombo que se daba Reger; la reacción de éste fue tan áspera como cabía esperar y comenzó una contienda Reger-Niemann de la que al final salió victorioso el compositor, pero con el daño de que Niemann desde entonces pasó a engrosar las filas de sus más acérrimos detractores en Leipzig.
Pero los éxitos seguían; el Cuarteto con piano en re menor Op. 113 se estrenó en el festival de la ADMV de Zúrich con gran aplauso, quizá debido a que ya no es una obra tan experimental sin que ello le quite un ápice de complejidad y refinamiento artístico. Esta “moderación” en realidad marca todas las obras de cámara del periodo de Leipzig. También en Zúrich se presentó ante un público entusiasmado el Salmo 100. El origen del Cuarteto Op. 113 está muy bien documentado por el propio compositor y su círculo de amistades. Ludwig Beer, abogado en Leipzig y amigo de Reger, cuenta que tras una alegre velada en la que corrió con generosidad el alcohol, el compositor dijo que se pondría de inmediato a componer una obra de cámara que le dedicaría. Al día siguiente, 3 de abril de 1910, ya estaban escritos 311 compases del primer movimiento. Dos días después finalizó el segundo movimiento y entre el 9 y el 10 de abril terminó los dos últimos fragmentos. Esto da una idea de la demoníaca forma de componer de Reger, que era capaz de terminar una obra en pocas horas; como Mozart, conseguía tener una concepción mental completa de una composición antes de pasarla al papel pautado, sin bosquejo alguno. Él mismo confesó a un amigo:
Durante años una obra toma forma en mi mente. Más tarde o más temprano sale al exterior y me encuentro sentado en mi mesa escribiendo música.
En el verano de 1910 Reger compuso su Sonata para violonchelo en la menor, Op. 116. Está dedicada a Julius Klengel, ahora profesor del conservatorio de Leipzig. El estreno tuvo lugar el 18 de enero de 1911 y desde entonces se convirtió en garantía de éxito en todas las giras de conciertos de Reger. Esta sonata es el primer ejemplo en el que Reger logró contener su tendencia hacia las densas estructuras polifónicas y crea una obra con una mayor economía en el tratamiento de la armonía y la línea musical; se podría decir que inaugura una suerte de “estilo tardío”, que puede sonar paradójico si se tiene en cuenta que en ese momento tenía sólo 37 años. Sin embargo, Reger parecía saber que la resignación iba a ser el elemento fundamental de ese “estilo tardío”. El 1 de enero de 1910 escribió al pianista August Stradal sobre las piezas para piano Op. 11 de Schoenberg:
Conozco las tres piezas para piano de Arnold Schönberg; por mi parte, no puedo seguirle allí. Si hay quien puede etiquetarlas como “música”, no soy yo; ¡mi cerebro es realmente viejo para eso...! Oh, ¡hace que uno quiera convertirse en un conservador! Creo que puedo reclamar que el camino que he establecido en mis Opp. 113 (cuarteto con piano), 114 (concierto para piano) y 116 alcanzarán mejor su meta que todas las nuevas vías.
En octubre de 1910 llegó el doctorado honoris causa por la Universidad de Berlín; el que fuese en medicina levantó algo de controversia al no ver lógico ciertos sectores que alguien recibiera ese reconocimiento en una disciplina que en principio tiene tan poco que ver con la actividad que desarrollaba Reger. (La razón que se dio fue que su música podía levantar el ánimo de la persona enferma y curar los males del alma)
Sin embargo, se avecinaba una nueva crisis. El estreno del concierto para violín ya había sido mal recibido; el 15 de diciembre de 1910 llegó el turno del Concierto para piano en fa menor, Op. 114, que presentaron Frieda Kwast-Hodapp, a quien está dedicado, y Nikisch en la Gewandhaus. Reger lo había compuesto durante el inusualmente lluvioso verano de ese año 1910, en la pensión Graffenberg de Oberaudorf, cerca del río Inn. Ya desde su juventud había deseado componer un concierto para piano, pero nunca había llegado a concretarlo; en esta ocasión estuvo en permanente contacto con la solista, que estaba de vacaciones en Suiza, de manera que ella aprendía la música según le llegaban los manuscritos en el correo. Poco antes, Kwast-Hodapp había estrenado las Variaciones Bach Op. 81 y fue ella la que pidió a Reger que compusiera el concierto. A principios del otoño de 1910 se encontraron en Leipzig y ella ya pudo tocar toda la parte solista, de la que estaba enormemente satisfecha. Reger, muy amigo de los juegos de palabras, cambió su apellido por “Hutab” (se podría asimilar a “Chapeau!”) por su excelente forma de tocar el piano. La interpretación de este concierto supuso el salto a la fama de la pianista, que lo interpretó al menos en otras 30 ocasiones. Las feroces críticas negativas tras el estreno (a pesar de las que numerosos pianistas incluyeron el concierto en su repertorio) llevaron a Reger a refugiarse en el alcohol; sus ánimos empezaron a caer muy bajo, algo de lo que fue testigo Max Brod tras un concierto en Praga que, paradójicamente, había sido un gran éxito.
Su posición en Leipzig empeoraba por momentos, con un frente contrario muy poderoso y con la salud en cada vez peores condiciones; la salvación llegó en febrero de 1911, cuando el anciano duque Jorge II de Sajonia-Meiningen decidió nombrarle director musical de su corte, con efectos desde el 1 de diciembre de ese año. Reger recibió muy bien el nombramiento, que aceptó de inmediato, pero no se privó de un disgusto al ver lo difícil que sería para él mantener la posición musical que había logrado en Leipzig. Quizá por ello, y abrumado por el reto de dirigir una orquesta que entre sus anteriores titulares había tenido nada menos que a Hans von Bülow (su fundador) y Richard Strauss, se embarcó en una agotadora gira de conciertos en la que parecía querer revivir el estilo viajero del propio Bülow y de Fritz Steinbach.
Los últimos meses de Leipzig estuvieron marcados por los fracasos en la ciudad (como por ejemplo, el que supuso el Sexteto para cuerdas en fa mayor, Op. 118) y los éxitos y reconocimientos fuera de ella. En marzo de 1911 el duque Carlos Eduardo de Sajonia-Coburgo-Gotha le nombró Hofrat (consejero de la corte) y Reger, en agradecimiento, le dedicó el tercer volumen de su colección de piezas para piano Aus meinen Tagebuch, Op. 82, que venía componiendo desde 1904. En mayo se tuvo que repetir la interpretación del Salmo 100 en el festival de Darmstadt, a requerimiento del gran duque de Hesse, Ernesto Luis y, como ya hemos visto, los Busch organizaron un primer festival Bach-Reger.
El Sexteto Op. 118 había sido compuesto desde el 24 de septiembre de 1910 durante las vacaciones en Oberaudorf y lo completó en Leipzig el 23 de noviembre. El estreno tuvo lugar el 12 de marzo de 1911 en la pequeña sala de la Gewandhaus y los solistas fueron Edgar Wollgandt, Carls Wolschke, Carl Herrmann, Friedrich Heinstzsche, Julius Klengel y Emil Robert-Hansen. No está dedicado a nadie, caso raro en Reger.
En el estreno de la obra sinfónico-coral Weihe der Nacht, Op. 139, celebrado en Berlín y protagonizado por Gosen Fischer-Maretzki, a quien está dedicada, Reger prometió dejar el alcohol. En los siguientes meses lo cumplió, aunque también en Meiningen el exceso de trabajo y los problemas le volvieron a sobrepasar y recayó.
Antes de trasladarse a Meiningen Reger realizó una exitosa gira con Philipp Wolfrum interpretando obras de Bach de una forma simplemente voluntariosa. En general, Reger nunca fue un pianista de un nivel que le permitiese interpretar obras como las de d’Albert o Busoni; más que como solista, prefirió siempre la música de cámara, especialmente la de Beethoven, Brahms o Mozart. Como intérprete de Bach, aunque tenía mejor consideración, no faltaban las críticas y así Paul Bekker consideraba que su forma de tocar era más curiosa que convincente por su asombroso dominio de los más finos matices.
Entretanto, Elsa Reger organizaba la mudanza a su nuevo hogar y Reger se enfrascaba en la composición de su último cuarteto, aprovechando el tiempo que le quedaba antes de tomar posesión. El Cuarteto en fa sostenido menor Op. 121 está dedicado al Cuarteto Bohemio “con la más profunda amistad”. Completarlo le ocupó de marzo a comienzos de julio de 1911 y lo estrenaron aquellos a quienes está dedicado al inicio de la nueva temporada de conciertos de Dresde, el 11 de octubre. Las críticas fueron adversas, pero Reger no tenía respeto por esos recensionistas. En una carta a la editorial Peters, el 4 de noviembre, decía:
Aunque todavía no he escuchado mi cuarteto en fa sostenido menor Op. 121, quienes lo han hecho, incluidos varios músicos muy buenos, han sido unánimes al asegurarme que suena excelente. ¿Qué hay ahora de aquellos bueyes de Dresde que encontraban fallos en él y tuvieron la presunción de declarar, con su estrechez de mente genuinamente alemana, que el último movimiento de este cuarteto de cuerdas es una fuga? Hasta mis estudiantes habrían llorado de risa ante esta declaración.
El 7 de noviembre de 1911 se presentó en Colonia la Obertura para una comedia, Op. 120, que demuestra que ya antes de Meiningen Reger dominaba la instrumentación, mucho más de lo que él mismo sugería en una carta a su alumno Joseph Haas:
Deje que le diga: instrumentación –uno ha de trabajar muchos años con una orquesta y ser específico, de la manera en que yo lo he hecho.
La Lustspielovertüre combina la mayor concentración temporal posible con la mayor transparencia sonora posible. No se sabe a qué comedia debería preceder, ni siquiera si Reger tenía realmente alguna pieza teatral de ese estilo en mente al escribir la obra; él mismo la señaló como “muy, muy humorística”, una muy acertada descripción de la obra que es además una prueba más de la agudeza de sus comentarios, muchos de ellos muy hilarantes.
La prensa musical de Leipzig era esencialmente conservadora, pero hasta los más críticos con la música moderna como Smolian o Walter Niemann (1876-1953) hubieron de reconocer la importancia de Reger. A los amigos habituales como Straube se añadieron allí los nombres del pintor Max Klinger (1857-1920), el poeta Richard Dehmel (1863-1920), Julius Klengel (primer violonchelo de la Gewandhaus), el compositor noruego Christian Sinding (1856-1941) o el director Arthur Nikisch y una cohorte de pupilos como el suizo Othmar Schoeck (1886-1957), el checo Jaromír Weinberger (1896-1967) o el húngaro Georg Szell, que se reunían en lo que Reger llamaba el “hotel del Infierno del Contrapunto”, su casa en la Felixstrasse. Adolf Wach (1843-1926), consejero privado, jurista de la Universidad, audaz montañero y yerno de Mendelssohn (estaba casado con la hija menor del gran compositor, Lili), y Reinhold Anschütz, presidente de la Sociedad Bach, influyeron decisivamente en la obtención de sus puestos en Leipzig, gracias a la mediación de Straube. Se concedieron a Reger doctorados honoris causa en Berlín (el segundo no exento de polémica, como veremos) y Jena, este último debido en gran medida a Fritz Stein, profesor de esa universidad y admirador suyo. La composición del célebre Salmo 100 fue una respuesta a esta distinción.
En marzo de 1907 llegó el matrimonio Reger a Leipzig, a vivir con una tía abuela de casi 90 años. En julio adoptaron a una huérfana, Christa (1905-1969) y en octubre de 1908 a otra, Lotti (1907-1963). Reger siempre sintió adoración por sus hijas adoptivas, algo que sin duda se puede comprobar al ver lo diferente que es el semblante del compositor en las fotografías que tiene con ellas de la habitual faz severa y malhumorada.
Muy pronto Reger abandonó el primero de los cargos para el que le habían nombrado, el de director de música de la Universidad, pero siempre permaneció fiel a las clases magistrales que la institución había preparado para él. Henri Hinrichsen (1868-1942), gran impulsor junto con Max Abraham de la editorial Peters, (que moriría asesinado por los nazis en Auschwitz), le dotó de una generosa beca que le permitió dejar de lado de momento su intensa actividad como intérprete para que se pudiera centrar en crear música, cuya característica fundamental en estos años es la orientación hacia la orquesta sinfónica. De hecho, anunció a sus amigos que de ahí en adelante sólo deseaba “escribir obras importantes”. Sin embargo, de momento no pudo zafarse de Lauterbach & Kuhn para irse a Peters. Los admiradores, los alumnos, la recepción de estas obras hicieron que Reger pasase a ser visto como el más grande compositor alemán, junto a Richard Strauss.
Una de estas grandes obras sinfónicas fue el Concierto para violín, que Reger abandonó para componer a toda prisa un Trío para piano, violín y violonchelo (en mi menor, Op. 102), estrenado en marzo de 1908 en la Gewandhaus de Leipzig a partir del manuscrito. Su interpretación se repitió en el festival de música de cámara de Darmstadt, con un gran éxito que además le supuso la concesión de la medalla de plata de las Artes y las Ciencias por parte del gran duque de Hesse.
Como hemos visto, el primer movimiento del Salmo 100, Op. 106, se compuso con ocasión del doctorado honoris causa por la Universidad de Jena, que coincidió con el 350º aniversario de su establecimiento; más adelante, en 1909, completaría la obra que él mismo estrenó en Chemnitz. Se convertiría en su trabajo sinfónico-coral más célebre.
Este mismo año de 1908 se estrenó por fin el Concierto para violín en la mayor, Op. 101. Reger siempre vio este concierto como parte de una tradición heredada; en una carta a Straube escribió:
Tal vez tomes mis palabras como un signo de tremenda arrogancia, pero me parece que este concierto para violín es un digno continuador de la línea Beethoven-Brahms. Después de todo, los conciertos para violín de Beethoven y Brahms son los únicos que tenemos.
Henri Marteau, cuando ensayó la parte solista con Reger en el piano, ya se mostró absolutamente encantado por la obra e indicó que era “sencillamente fenomenal”. Él mismo se encargó del estreno, el 13 de octubre de 1908, en la Gewandhaus y bajo la dirección de Arthur Nikisch que, como era tradicional, unía el cargo de director de la Filarmónica de Berlín con el del conjunto de Leipzig.
La obra sólo recibió críticas favorables de Arthur Smolian. Quizá la causa de esta falta de entusiasmo fuesen sus vastas proporciones y la complejidad de armonías y contrapuntos, unida a la naturaleza sinfónica de la escritura de Reger, que conscientemente evitó toda concesión al lucimiento virtuosístico del solista. Él tenía claro que la esencia del concierto no estaba en su superficie y esperaba que, a pesar de la “brutal indiferencia” hacia esta obra y hacia su música en general, con el tiempo ganase en popularidad. Sus esperanzas no se materializaron.
Finalizado el plazo de la beca de Hinrichsen, Reger volvió a su intensa actividad en conciertos, que desde este momento incluyó cada vez más la faceta de director.
Según se desprende de las críticas de los conciertos como director de Reger en Múnich, su forma de dirigir era angulosa, con poca atención a la técnica y mucha libertad en las indicaciones de expresión; para críticos como Rudolf Louis esto era un grave defecto pero otros (véase el texto de Prokófiev citado ut supra) señalaban que sus manos frecuentemente eran muy expresivas, especialmente la izquierda. Más adelante, ya en Meiningen, Reger hablaría abiertamente en contra de los directores-divos y haría hincapié en el papel del director como mero transmisor de los deseos del compositor. Los programas de sus conciertos solían ser audaces, pues incluían obras de Bruckner, Grieg, Richard Strauss, Chaikovsky y Debussy además de las suyas.
En medio de esta efusión sinfónica Reger no abandonó del todo la composición de obras más pensadas para uso “doméstico”. De este cariz son las reunidas en el Op. 103; la Suite para violín y piano en la menor Op. 103a es de agosto de 1908 y a comienzos del verano de 1909 vinieron las dos Pequeñas sonatas para violín y piano Op. 103b, dedicadas a un violinista y director de Altona, Robert Bignell, entusiasta de la música contemporánea. (El Op. 103c, 12 piezas para violín y piano derivadas de los lieder Op. 76 data de marzo de 1916; entonces Reger llamó a este Op. 103 “Hausmusik para violín y piano”).
La composición de las dos pequeñas sonatas Op. 103b (llamadas así en contraste con su estilo de cámara de los años anteriores) la anunció Reger a Carl Wendling como integrantes de sus “nuevas obras para el año siguiente” en mayo de 1908:
Acabo de escribir a Schillings [por entonces director musical de la Ópera de la Corte de Stuttgart] que el próximo invierno quisiera dirigir mi nueva obra orquestal, el Prólogo Sinfónico, en un concierto de la Real Orquesta de la Corte de Stuttgart. Cuando se establezca la fecha de este concierto sinfónico, sería muy bueno fijar otra muy cercana para sus veladas de música de cámara. En esa velada yo podría tocar mi sonata para clarinete, usted tocaría mi nuevo cuarteto para cuerdas y usted y yo interpretaríamos mis nuevas “pequeñas sonatas” para violín y piano.
El concierto de cámara tuvo lugar el 10 de noviembre de 1909 y en él no se tocaron esas sonatas, sino el Trío para piano Op. 102
El idilio de Leipzig duró poco, pues Reger seguía reaccionando muy mal a las críticas negativas. Cuantas más recibía, más intensificaba su actividad con mayor menoscabo de su salud. Además, seguía aprovechando cualquier excusa para atacar a sus poco sensibles contemporáneos. Como había hecho algunos años antes con sus revisiones sobre Hugo Wolf, la celebración del centenario de Mendelssohn en 1909 le sirvió para publicar un incendiario artículo en esa línea.
El día de Navidad de 1908 Reger escribió a Straube informándole de que, tras el Prólogo sinfónico para una tragedia Op. 108 había comenzado una sonata para clarinete. Según escribió a Hinrichsen el 28 de diciembre:
He conseguido eliminar en mí todo residuo y factor de influencia... Me siento estupendamente porque estoy como si realmente hubiese empezado a componer apenas hace dos años, a componer de la forma que siempre había imaginado. La nueva sonata para clarinete y piano... será una obra ligera y amigable, no demasiado larga para que el sonido del instrumento de viento no canse.
Dos días después dijo a Adolf Wach:
Mi nueva sonata... crece rápidamente; será una obra inusualmente clara; desde luego, no se pueden hacer muchas exigencias técnicas a un instrumentista de viento porque se corre un gran peligro de que el estilo camerístico se pierda y se convierta en un concertino; esto último sería fatal. Brahms nos dio ejemplos de cómo debe ser el estilo.
La obra quedó terminada el 20 de febrero de 1909 y Reger tuvo problemas con su dedicatoria, como se deduce de la carta que envió, pidiendo ayuda, a Anschütz:
Una gran petición: ¡se me ha sugerido que dedique mi nueva sonata al gran duque de Hesse! ¡Se supone que ahora he de pedir oficialmente que acepte la dedicatoria! ¡No tengo ni idea de lo que ha de hacerse! Por favor, no se enoje si le importuno mucho. Con agrado le ayudaré si en alguna ocasión tiene que componer algo. Su muy humilde servidor, Hansel el cromático.
El 9 de junio de 1909 estrenó esta tercera Sonata para clarinete en si bemol mayor, Op. 107, en el segundo festival de música de cámara de Darmstadt con Julius Winkler como clarinetista; fue un gran éxito. Reger también arregló la obra para viola y piano y violín y piano. La versión para violín y piano se presentó en el segundo concierto en el que se interpretó este Op. 107, el 28 de octubre de 1909, en Dresde.
En enero de 1909 Reger tuvo un encuentro que fue de enorme importancia. En Colonia, el joven violinista de 17 años Adolf Busch (1891-1952) tocó, junto con su hermano Fritz en el piano, el concierto para violín de Reger de memoria. Este hecho no sólo le impresionó, sino que fue comienzo de una gran amistad que duró más allá de la muerte de Reger, pues Busch se convirtió en otro de los grandes difusores de su música. Ya en 1911 Fritz Busch (1890-1951) dirigió un primer festival Bach-Reger en Bad Pyrmont, donde el compositor y Adolf actuaron juntos en público por primera vez y donde también se interpretó el Concierto para violín.
Parecía que las cosas volvían a su cauce; Reger se reconcilió con Max von Schillings y, por lo tanto, pudo volver a ingresar en la ADMV; el Cuarteto para cuerdas en mi bemol mayor Op. 109 sirvió para que los cuartetos estables volvieran a interesarse en su música después de su “salvaje” predecesor, el Op. 74. Reger había interpretado en marzo de 1909 el quinteto con piano de Brahms junto con el Cuarteto Bohemio y esta experiencia le animó a escribir la obra. En mayo ya lo había acabado y el estreno se produjo al poco de la publicación, el 30 de septiembre de 1909, en Frankfurt, a cargo del Cuarteto del Museo de aquella ciudad. El Cuarteto Bohemio, que se convertiría en una especie de “cuarteto de ensueño” para Reger, pronto lo incluyó en su repertorio y lo interpretó en Berlín, Praga, Múnich y Leipzig y contribuyó decisivamente a la buena recepción que tuvo. Reger dedicó la obra a Adolf Wach; ya sabemos que el yerno de Mendelssohn fue uno de los principales responsables de llevar a este innovador compositor católico a la archiluterana y conservadora Leipzig. La amistad entre ambos se prolongaría incluso después del traslado de Reger a Meiningen y Jena. Precisamente el que esta obra no se cuente entre las más radicales de Reger se achaca en ocasiones a quien esta dedicado y a su ilustre suegro, del que ese año se celebraba el centenario.
En mayo de 1910 se celebró el primer festival Reger, organizado en Dortmund por Henri Marteau, donde en siete conciertos se dio un repaso a toda su obra y en el que, además de Marteau, participaron otros intérpretes admiradores de Reger como Straube o la pianista Frieda Kwast-Hodapp (1880-1949), que después estrenaría el Concierto para piano. Este evento revolucionario de música contemporánea supuso también el punto más alto de la fama de Reger. Sin embargo, no todo podía ser bueno: Niemann, que hasta entonces se había mostrado favorable, advirtió del autobombo que se daba Reger; la reacción de éste fue tan áspera como cabía esperar y comenzó una contienda Reger-Niemann de la que al final salió victorioso el compositor, pero con el daño de que Niemann desde entonces pasó a engrosar las filas de sus más acérrimos detractores en Leipzig.
Pero los éxitos seguían; el Cuarteto con piano en re menor Op. 113 se estrenó en el festival de la ADMV de Zúrich con gran aplauso, quizá debido a que ya no es una obra tan experimental sin que ello le quite un ápice de complejidad y refinamiento artístico. Esta “moderación” en realidad marca todas las obras de cámara del periodo de Leipzig. También en Zúrich se presentó ante un público entusiasmado el Salmo 100. El origen del Cuarteto Op. 113 está muy bien documentado por el propio compositor y su círculo de amistades. Ludwig Beer, abogado en Leipzig y amigo de Reger, cuenta que tras una alegre velada en la que corrió con generosidad el alcohol, el compositor dijo que se pondría de inmediato a componer una obra de cámara que le dedicaría. Al día siguiente, 3 de abril de 1910, ya estaban escritos 311 compases del primer movimiento. Dos días después finalizó el segundo movimiento y entre el 9 y el 10 de abril terminó los dos últimos fragmentos. Esto da una idea de la demoníaca forma de componer de Reger, que era capaz de terminar una obra en pocas horas; como Mozart, conseguía tener una concepción mental completa de una composición antes de pasarla al papel pautado, sin bosquejo alguno. Él mismo confesó a un amigo:
Durante años una obra toma forma en mi mente. Más tarde o más temprano sale al exterior y me encuentro sentado en mi mesa escribiendo música.
En el verano de 1910 Reger compuso su Sonata para violonchelo en la menor, Op. 116. Está dedicada a Julius Klengel, ahora profesor del conservatorio de Leipzig. El estreno tuvo lugar el 18 de enero de 1911 y desde entonces se convirtió en garantía de éxito en todas las giras de conciertos de Reger. Esta sonata es el primer ejemplo en el que Reger logró contener su tendencia hacia las densas estructuras polifónicas y crea una obra con una mayor economía en el tratamiento de la armonía y la línea musical; se podría decir que inaugura una suerte de “estilo tardío”, que puede sonar paradójico si se tiene en cuenta que en ese momento tenía sólo 37 años. Sin embargo, Reger parecía saber que la resignación iba a ser el elemento fundamental de ese “estilo tardío”. El 1 de enero de 1910 escribió al pianista August Stradal sobre las piezas para piano Op. 11 de Schoenberg:
Conozco las tres piezas para piano de Arnold Schönberg; por mi parte, no puedo seguirle allí. Si hay quien puede etiquetarlas como “música”, no soy yo; ¡mi cerebro es realmente viejo para eso...! Oh, ¡hace que uno quiera convertirse en un conservador! Creo que puedo reclamar que el camino que he establecido en mis Opp. 113 (cuarteto con piano), 114 (concierto para piano) y 116 alcanzarán mejor su meta que todas las nuevas vías.
En octubre de 1910 llegó el doctorado honoris causa por la Universidad de Berlín; el que fuese en medicina levantó algo de controversia al no ver lógico ciertos sectores que alguien recibiera ese reconocimiento en una disciplina que en principio tiene tan poco que ver con la actividad que desarrollaba Reger. (La razón que se dio fue que su música podía levantar el ánimo de la persona enferma y curar los males del alma)
Sin embargo, se avecinaba una nueva crisis. El estreno del concierto para violín ya había sido mal recibido; el 15 de diciembre de 1910 llegó el turno del Concierto para piano en fa menor, Op. 114, que presentaron Frieda Kwast-Hodapp, a quien está dedicado, y Nikisch en la Gewandhaus. Reger lo había compuesto durante el inusualmente lluvioso verano de ese año 1910, en la pensión Graffenberg de Oberaudorf, cerca del río Inn. Ya desde su juventud había deseado componer un concierto para piano, pero nunca había llegado a concretarlo; en esta ocasión estuvo en permanente contacto con la solista, que estaba de vacaciones en Suiza, de manera que ella aprendía la música según le llegaban los manuscritos en el correo. Poco antes, Kwast-Hodapp había estrenado las Variaciones Bach Op. 81 y fue ella la que pidió a Reger que compusiera el concierto. A principios del otoño de 1910 se encontraron en Leipzig y ella ya pudo tocar toda la parte solista, de la que estaba enormemente satisfecha. Reger, muy amigo de los juegos de palabras, cambió su apellido por “Hutab” (se podría asimilar a “Chapeau!”) por su excelente forma de tocar el piano. La interpretación de este concierto supuso el salto a la fama de la pianista, que lo interpretó al menos en otras 30 ocasiones. Las feroces críticas negativas tras el estreno (a pesar de las que numerosos pianistas incluyeron el concierto en su repertorio) llevaron a Reger a refugiarse en el alcohol; sus ánimos empezaron a caer muy bajo, algo de lo que fue testigo Max Brod tras un concierto en Praga que, paradójicamente, había sido un gran éxito.
Su posición en Leipzig empeoraba por momentos, con un frente contrario muy poderoso y con la salud en cada vez peores condiciones; la salvación llegó en febrero de 1911, cuando el anciano duque Jorge II de Sajonia-Meiningen decidió nombrarle director musical de su corte, con efectos desde el 1 de diciembre de ese año. Reger recibió muy bien el nombramiento, que aceptó de inmediato, pero no se privó de un disgusto al ver lo difícil que sería para él mantener la posición musical que había logrado en Leipzig. Quizá por ello, y abrumado por el reto de dirigir una orquesta que entre sus anteriores titulares había tenido nada menos que a Hans von Bülow (su fundador) y Richard Strauss, se embarcó en una agotadora gira de conciertos en la que parecía querer revivir el estilo viajero del propio Bülow y de Fritz Steinbach.
Los últimos meses de Leipzig estuvieron marcados por los fracasos en la ciudad (como por ejemplo, el que supuso el Sexteto para cuerdas en fa mayor, Op. 118) y los éxitos y reconocimientos fuera de ella. En marzo de 1911 el duque Carlos Eduardo de Sajonia-Coburgo-Gotha le nombró Hofrat (consejero de la corte) y Reger, en agradecimiento, le dedicó el tercer volumen de su colección de piezas para piano Aus meinen Tagebuch, Op. 82, que venía componiendo desde 1904. En mayo se tuvo que repetir la interpretación del Salmo 100 en el festival de Darmstadt, a requerimiento del gran duque de Hesse, Ernesto Luis y, como ya hemos visto, los Busch organizaron un primer festival Bach-Reger.
El Sexteto Op. 118 había sido compuesto desde el 24 de septiembre de 1910 durante las vacaciones en Oberaudorf y lo completó en Leipzig el 23 de noviembre. El estreno tuvo lugar el 12 de marzo de 1911 en la pequeña sala de la Gewandhaus y los solistas fueron Edgar Wollgandt, Carls Wolschke, Carl Herrmann, Friedrich Heinstzsche, Julius Klengel y Emil Robert-Hansen. No está dedicado a nadie, caso raro en Reger.
En el estreno de la obra sinfónico-coral Weihe der Nacht, Op. 139, celebrado en Berlín y protagonizado por Gosen Fischer-Maretzki, a quien está dedicada, Reger prometió dejar el alcohol. En los siguientes meses lo cumplió, aunque también en Meiningen el exceso de trabajo y los problemas le volvieron a sobrepasar y recayó.
Antes de trasladarse a Meiningen Reger realizó una exitosa gira con Philipp Wolfrum interpretando obras de Bach de una forma simplemente voluntariosa. En general, Reger nunca fue un pianista de un nivel que le permitiese interpretar obras como las de d’Albert o Busoni; más que como solista, prefirió siempre la música de cámara, especialmente la de Beethoven, Brahms o Mozart. Como intérprete de Bach, aunque tenía mejor consideración, no faltaban las críticas y así Paul Bekker consideraba que su forma de tocar era más curiosa que convincente por su asombroso dominio de los más finos matices.
Entretanto, Elsa Reger organizaba la mudanza a su nuevo hogar y Reger se enfrascaba en la composición de su último cuarteto, aprovechando el tiempo que le quedaba antes de tomar posesión. El Cuarteto en fa sostenido menor Op. 121 está dedicado al Cuarteto Bohemio “con la más profunda amistad”. Completarlo le ocupó de marzo a comienzos de julio de 1911 y lo estrenaron aquellos a quienes está dedicado al inicio de la nueva temporada de conciertos de Dresde, el 11 de octubre. Las críticas fueron adversas, pero Reger no tenía respeto por esos recensionistas. En una carta a la editorial Peters, el 4 de noviembre, decía:
Aunque todavía no he escuchado mi cuarteto en fa sostenido menor Op. 121, quienes lo han hecho, incluidos varios músicos muy buenos, han sido unánimes al asegurarme que suena excelente. ¿Qué hay ahora de aquellos bueyes de Dresde que encontraban fallos en él y tuvieron la presunción de declarar, con su estrechez de mente genuinamente alemana, que el último movimiento de este cuarteto de cuerdas es una fuga? Hasta mis estudiantes habrían llorado de risa ante esta declaración.
El 7 de noviembre de 1911 se presentó en Colonia la Obertura para una comedia, Op. 120, que demuestra que ya antes de Meiningen Reger dominaba la instrumentación, mucho más de lo que él mismo sugería en una carta a su alumno Joseph Haas:
Deje que le diga: instrumentación –uno ha de trabajar muchos años con una orquesta y ser específico, de la manera en que yo lo he hecho.
La Lustspielovertüre combina la mayor concentración temporal posible con la mayor transparencia sonora posible. No se sabe a qué comedia debería preceder, ni siquiera si Reger tenía realmente alguna pieza teatral de ese estilo en mente al escribir la obra; él mismo la señaló como “muy, muy humorística”, una muy acertada descripción de la obra que es además una prueba más de la agudeza de sus comentarios, muchos de ellos muy hilarantes.