Mis primeros discos fueron un grupo de siete comprados en algo semejante a esas mesas que en las rebajas se ven rodeadas de señoras a la busca de gangas que no se andan con chiquitas. Era una oferta de "7 discos 100 pesetas", y entre esos siete había cuatro de Beethoven, que aún conservo. Eran la 5ª dirigida por Hans Swarowski, un notable maestro de directores no tan notable como director él mismo y la 9ª por Horenstein, tan revalorizado últimamente. Ambos discos son del sello Marfer, ligado a una célebre y desaparecida cadena de tiendas de discos llamada MF, que los de mi edad tal vez recordarán con cierta nostalgia. Además, una 3ª y una 5ª por directores "ficticios" que aún no he podido averiguar de quién son en realidad, aunque podría tratarse de Eugen Jochum. El sello es Doblón.
Con esos comienzos no fue difícil colocar a Beethoven en el centro de mi afición. Creedme si os digo que me llevé un disgusto cuando vi que Mozart le superaba en número de obras dentro de mi fonoteca. Para mí era hasta entonces como la Basílica de San Pedro, que marca lo más grande que puede ser un templo católico. Nadie podía estar mejor representado que Beethoven... Pero bueno, no hay torre que por muy alta que sea no acabe cayendo. Y, en todo caso, el número total de obras es un dato muy engañoso, como dije al comenzar esta serie. Tener casi 200 obras de Bach puede parecer mucho, pero no lo es si se compara con las 1.200 que componen su catálogo. Sin embargo, tener 32 obras de Webern, 11 de Varèse ó 19 de Mahler puede significar casi el 100% de su producción.
Cuando me planteé escribir este mensaje me propuse no decir nada de Beethoven. Y lo he conseguido. Como curiosidad, terminaré con la situación de este "cuadro de honor" tal y como está hoy, 25 de mayo de 2007. Ha habido algunos cambios:
(Se cayó Schumann y entró Reger...)